SOCIOLOGÍA HISTÓRICA
EL TEATRO EN LA CIUDAD DE A CORUÑA: 1882-1915
El Teatro
Principal, llamado Rosalía de Castro a partir del año 1910, es el templo
dramático de nuestra ciudad en el que se darán cita las mejores compañías,
actores y actrices. En sus representaciones no solo se refleja una estética
literaria, sino también una
manifestación de ocio y tiempo libre, en este caso el teatro, que puede incidir
de una manera directa en la sensibilidad urbana a través de los ideales de
vida, los compromisos sociales, la disyuntiva de los valores culturales y el
intento de afirmación de una personalidad propia.
Los dramaturgos de fin de siglo parecen
reacios a analizar su propia época y, cuando intentan hacerlo, parece que se
están asomando tímidamente a la sociedad de las clases altas y media en
exclusiva, tras una protectora pantalla de moralidad y conformismo. El teatro
no sólo volvió la espalda a los problemas fundamentales de la condición humana,
sino que llegó a cerrar sus puertas a la protesta social seria hasta el año
1895, fecha del “Juan José,“ de Joaquín Dicenta. Además su puesta en práctica
se vio dificultada por el teatro de D. José Echegaray al que se le achaca la
falta de grandiosidad temática, ya que solo plantea situaciones. Su cualidad
esencial como dramaturgo fue su impresionante habilidad para inventar y
explotar al máximo, con una característica falta de sentido del humor, las
situaciones teatrales más grotescamente inverosímiles. De este modo, la veracidad
psicológica y el comentario significativo sobre la vida y la conducta humana
están en su mayor parte sistemáticamente desechadas: la agresiva inmediatez del
acontecimiento reina sobre todo lo demás. Pero la popularidad de José Echegaray
es enorme en toda España y por supuesto en A Coruña y, para entenderlo, tenemos
que mirar su teatro en la perspectiva del tiempo histórico, ya que la agresiva
supervivencia de los valores tradicionales agotó el crecimiento de la
mentalidad burguesa que llevó consigo la carencia de una modernidad social e
ideológica: “No hacemos juicios críticos pues nos reconocemos incompetentes
para ello. La obra de Echegaray y a Echegaray no se le juzga, se le aplaude sin
discusión, sin regatearle el triunfo”.
Este autor dramático, premio Nobel de
Literatura en el año 1904, era muy querido en A Coruña, sus obras se habían
representado en los escenarios de esta ciudad
múltiples veces y por muy duras que fuesen las críticas que se le
hiciesen, no van a restar un ápice la enorme admiración que hacia él sentían
los aficionados y los medios de comunicación locales, que hicieron un
comentario muy duro hacia aquellos jóvenes escritores de principios del siglo
XX, Azorín, Baroja, Unamuno, Rubén Darío, los hermanos Machado que se habían
opuesto al homenaje nacional que se le quería tributar.
Una vez absorbido el principal impacto de
D. José Echegaray, el teatro pareció caer de nuevo en una fase de decadencia.
Pero justo en esta época, una mezcla de dificultades económicas y de deseo de aplauso
público, llevó a D. Benito Pérez Galdós a repetir en la escena los triunfos que
había obtenido con sus novelas. Es el advenimiento del drama serio, de ideas y
protesta social que empezó con Galdós y Joaquín Dicenta. Del drama galdosiano
“Electra” se vendieron más de 30.000 ejemplares en cuestión de días y su
estreno coadyuvó a la caída del gobierno conservador del general Azcárraga al
que sucedió otro liberal. En el año 1901 la expectación en A Coruña ante el
hecho de que vaya a representarse es muy grande, pero ya se hacen maquinaciones
para que no suba a los escenarios y la Iglesia toma postura en contra, ya que
la considera anticlerical. El Arzobispo de Santiago, Martín Herrera, escribe
una circular en la que exhortaba a sus ciudadanos a que no asistiesen a la
representación. Ya en otros lugares de España la condena vino protagonizada por
el Magistral de la catedral de Valladolid y el obispo de Tortosa había
amenazado de excomunión a los feligreses que asistieran a la representación.
Para presenciarla vinieron gentes de Ferrol,
Santiago, Betanzos y Lugo. Desde antes de las nueve de la noche rodeaba el
teatro un enorme gentío y dentro, la atmósfera estaba caldeada. La concurrencia
en su mayoría era masculina, aunque a partir de la segunda representación
fueron ya muchas las señoras que acudieron y las localidades altas estuvieron
llenas en todas las funciones, lo que de por sí es significativo, También lo
más selecto de la sociedad coruñesa acudió a ver la obra de Galdós. Algunos con
cierta prevención, otros por su talante liberal y otros, sin duda, porque
anteponían el hecho artístico a las implicaciones político sociales. La función
se inició interpretando la orquesta la Marsellesa y el Himno de Riego,
interrumpiéndose la representación con vitores, aplausos y aclamaciones en las
escenas culminantes, dándose en ciertos momentos vivas a la libertad, a la
democracia y mueras a la reacción.
Los asistentes al teatro eran, en su
mayoría, el público de Echegaray, la alta clase media elegante, sobre todo
mujeres y personas de edad madura. Los críticos estaban al lado del público y
consideraban que su misión consistía en aconsejar a los dramaturgos sobre la
manera de agradar al espectador. Distraer era obligado, aunque las obras no
tenían que ser forzosamente cómicas. Hacer llorar al público o incluso suscitar
en él una justa indignación era perfectamente admisible. Lo que el buen gusto
no podía tolerar era cualquier tentativa de confundir o preocupar al público,
así como reflejar valores morales o sociales distintos de los que eran propios
de las enjoyadas mujeres de las butacas de platea. El sector radical de la
pequeña burguesía opinaba que la situación del teatro era tan deplorable como
todos los demás aspectos de la vida cultural y social española de finales del
siglo XIX y estaba dispuesta a someterlo a reformas y nuevos experimentos.
Un acontecimiento parece señalar el inicio de
algo nuevo, es el estreno en octubre de 1895 del drama “Juan José “ de Joaquín
Dicenta. El protagonista es un albañil analfabeto y antiguo hospiciano que, por
amor y celos, pierde el trabajo, roba, va a la cárcel y huye de ella para matar
al capataz de la obra donde trabajaba y a la mujer que ama, cuya infidelidad le
llevó a prisión. Ya que esta historia se presenta como la de una victima noble
e indefensa de las circunstancias sociales y posiblemente de la explotación
capitalista, “Juan José” ha sido considerada por algunos como un drama
proletario que anunciaba una nueva era de teatro socialmente comprometido.
En A Coruña, desde el año 1900, se
representaba todos los primeros de mayo. El dramaturgo aragonés no pudo
sustraerse a la realidad de su época y trató de reflejar las situaciones
conflictivas entre el proletariado y la burguesía. A él lo que le interesaba,
como anarquista convencido, eran los problemas obreros y dentro de ellos las
soluciones radicales, siendo partidario de que el arte fuese vehículo de la
verdad y el progreso.
D. Jacinto Benavente pertenecía por su
cronología a la generación de intelectuales liberales que se preocupaban por la
decadencia cultural de España. En “El nido ajeno “, su tema básico es el papel
de la mujer casada en la clase media, cuestión que preocupaba mucho. A su
sombra, el coruñés Manuel Linares Rivas que con sus dramas de tesis burguesas,
como “La Garra“y su defensa del divorcio contra el oscurantismo social,
consiguió la fama, la fortuna y los laureles académicos. El tema del divorcio
era conflictivo en una sociedad como la española llena de contradicciones. No
quería estrenar “La Garra“en A Coruña, pues no deseaba plantear a su pueblo
….”una cuestión de confianza”. Adoraba a su ciudad, pero este cariño no deseaba
ponerlo a prueba y hubo que esperar al año 1915 para asistir a su estreno,
aquí, con sus convecinos saliendo de esa cuestión de confianza con una
satisfacción plenísima de poderes. El Teatro Rosalía de Castro estuvo lleno. En
los pasillos se discutió con viveza al término del primer acto. Terminó la
representación y la tempestad de aplausos fue inacabable. Es significativa la
reacción del público coruñés y ese sentido liberal de nuestra ciudad quedó de
nuevo puesto de manifiesto.
En lo que se refiere al Teatro
Gallego, la ciudad de A Coruña fue punto neurálgico en donde se daban cita los
principales acontecimientos teatrales en lengua gallega. Una muestra de ello
será el estreno del primer drama en gallego, “A Fonte do Xuramento“, de
Francisco María de la Iglesia. Este drama, en dos actos y en verso, se estrenó
por primera vez en la Sociedad Liceo Brigantino el 9 de agosto de 1882, y esta
misma Sociedad organizará un estreno público en el Teatro Principal el 23 de
octubre de 1882.
Será a finales del año 1902 cuando se
recibe con enorme optimismo por parte de un sector de aficionados, la noticia
de que unos cuantos amantes de las cosas de esta tierra, tenían proyectado el juntarse
para formar una compañía de Declamación, en gallego. Noticia que recoge
jubilosamente la publicación periodística Revista Gallega, dirigida por Galo
Salinas, uno de los más entusiastas impulsores del teatro gallego, quien al ver
que iba en serio, en un editorial les daba ánimos: ¡“Adiante rapaces! Creade o
teatro galego; obras e protección non haberán de vos faltar…¡ Adiante ¡ e
colocade á nosa Galicia, no arte dramático, á mesma altura na que se colocaron
Cataluña e Valencia que, donas do seu teatro regional, pasean o seu idioma por
tódolos escenarios do mundo civilizado”.
Estas palabras de ánimo se entremezclaban con
un quejido de temor a que tal iniciativa no fuese aceptada con suficiente
entusiasmo por grupos sociales que, desde siempre, arrinconaban todo lo que
sonase a cultura gallega. No era fácil para la literatura gallega en general,
poder desarrollarse en medio de una sociedad que en su mayor parte vivió de espaldas
a ella y, por otra parte, el Regionalismo seguía dando bandazos, aunque
empezase a verse en él una maduración progresiva. De él formaban parte figuras
coruñesas representantes de un regionalismo liberal, de tendencia liberal, como
eran Murguía, Golpe, Carré Aldao, Pondal, Tettamancy, Galo Salinas que
contribuirán, sobre todo este último, a desempolvar del olvido todas aquellas
posibilidades que hagan factible el teatro gallego.
Así nace la Escuela
Regional de Declamación, siendo su fundador Eduardo Sánchez Miño. La primera
aparición en público se llevó a cabo el 18 de enero de 1903, poniéndose en
escena el boceto dramático, en un acto y en verso, titulado “ Filla “, de Galo
Salinas. Tristemente la Escuela Regional de Declamación tendría una vida corta,
ya que se disolverá en 1904. Empezaron a surgir disidencias entre el personal
de actores aficionados, apresuramientos, rivalidades e intransigencias. Jóvenes
que se distinguieron en la interpretación de algunos personajes, se
consideraron ya primeros actores, no tolerando ser advertidos por nadie, o se
retiraron a gozar solos de su triunfo, o se pusieron al frente de otras
secciones de declamación, actuando de directores. Bien podría aplicarse en este
caso aquella frase: “La presunción es un consejero temible por su misma necedad
“
El pesimismo, por
lo tanto, era patente y el teatro gallego podría darse por muerto. Quedaría
reducido a los aleteos de ensayos que en América hacían nuestros paisanos.
América aparece siempre como guardadora, por no decir salvadora, de nuestro
quehacer cultural. Poco importaba que se escribiesen obras dramáticas si falta
quienes las interpreten: “Cuando haya cómicos, téngase por seguro que no
faltarán comedias”. Este decaimiento del teatro gallego llevó a a
algunos escritores gallegos a traducir sus propias obras al castellano para que
pudiesen ser representadas y popularizadas. Asi lo hizo Lugrís Freire con sus
obras “A Ponte“ y “ Mareiras “, de ésta se conserva su traducción manuscrita en
la Real Academia Gallega. Habrá que esperar tiempos mejores y vendrán de la
mano de Villar Ponte cuando el 18 de mayo de 1916 cree, en la ciudad de A
Coruña, a Irmandade de Amigos da Fala.
José
Ricardo Díaz Pardeiro
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