viernes, 7 de junio de 2013

EL TEATRO EN LA CIUDAD DE A CORUÑA: 1882-1915


SOCIOLOGÍA  HISTÓRICA

EL TEATRO  EN LA CIUDAD DE A CORUÑA: 1882-1915


       El Teatro Principal, llamado Rosalía de Castro a partir del año 1910, es el templo dramático de nuestra ciudad en el que se darán cita las mejores compañías, actores y actrices. En sus representaciones no solo se refleja una estética literaria, sino también  una manifestación de ocio y tiempo libre, en este caso el teatro, que puede incidir de una manera directa en la sensibilidad urbana a través de los ideales de vida, los compromisos sociales, la disyuntiva de los valores culturales y el intento de afirmación de una personalidad propia.

       Los dramaturgos de fin de siglo parecen reacios a analizar su propia época y, cuando intentan hacerlo, parece que se están asomando tímidamente a la sociedad de las clases altas y media en exclusiva, tras una protectora pantalla de moralidad y conformismo. El teatro no sólo volvió la espalda a los problemas fundamentales de la condición humana, sino que llegó a cerrar sus puertas a la protesta social seria hasta el año 1895, fecha del “Juan José,“ de Joaquín Dicenta. Además su puesta en práctica se vio dificultada por el teatro de D. José Echegaray al que se le achaca la falta de grandiosidad temática, ya que solo plantea situaciones. Su cualidad esencial como dramaturgo fue su impresionante habilidad para inventar y explotar al máximo, con una característica falta de sentido del humor, las situaciones teatrales más grotescamente inverosímiles. De este modo, la veracidad psicológica y el comentario significativo sobre la vida y la conducta humana están en su mayor parte sistemáticamente desechadas: la agresiva inmediatez del acontecimiento reina sobre todo lo demás. Pero la popularidad de José Echegaray es enorme en toda España y por supuesto en A Coruña y, para entenderlo, tenemos que mirar su teatro en la perspectiva del tiempo histórico, ya que la agresiva supervivencia de los valores tradicionales agotó el crecimiento de la mentalidad burguesa que llevó consigo la carencia de una modernidad social e ideológica: “No hacemos juicios críticos pues nos reconocemos incompetentes para ello. La obra de Echegaray y a Echegaray no se le juzga, se le aplaude sin discusión, sin regatearle el triunfo”.
    
       Este autor dramático, premio Nobel de Literatura en el año 1904, era muy querido en A Coruña, sus obras se habían representado en los escenarios de esta ciudad  múltiples veces y por muy duras que fuesen las críticas que se le hiciesen, no van a restar un ápice la enorme admiración que hacia él sentían los aficionados y los medios de comunicación locales, que hicieron un comentario muy duro hacia aquellos jóvenes escritores de principios del siglo XX, Azorín, Baroja, Unamuno, Rubén Darío, los hermanos Machado que se habían opuesto al homenaje nacional que se le quería tributar.

      Una vez absorbido el principal impacto de D. José Echegaray, el teatro pareció caer de nuevo en una fase de decadencia. Pero justo en esta época, una mezcla de dificultades económicas y de deseo de aplauso público, llevó a D. Benito Pérez Galdós a repetir en la escena los triunfos que había obtenido con sus novelas. Es el advenimiento del drama serio, de ideas y protesta social que empezó con Galdós y Joaquín Dicenta. Del drama galdosiano “Electra” se vendieron más de 30.000 ejemplares en cuestión de días y su estreno coadyuvó a la caída del gobierno conservador del general Azcárraga al que sucedió otro liberal. En el año 1901 la expectación en A Coruña ante el hecho de que vaya a representarse es muy grande, pero ya se hacen maquinaciones para que no suba a los escenarios y la Iglesia toma postura en contra, ya que la considera anticlerical. El Arzobispo de Santiago, Martín Herrera, escribe una circular en la que exhortaba a sus ciudadanos a que no asistiesen a la representación. Ya en otros lugares de España la condena vino protagonizada por el Magistral de la catedral de Valladolid y el obispo de Tortosa había amenazado de excomunión a los feligreses que asistieran a la representación.
  
       Para presenciarla vinieron gentes de Ferrol, Santiago, Betanzos y Lugo. Desde antes de las nueve de la noche rodeaba el teatro un enorme gentío y dentro, la atmósfera estaba caldeada. La concurrencia en su mayoría era masculina, aunque a partir de la segunda representación fueron ya muchas las señoras que acudieron y las localidades altas estuvieron llenas en todas las funciones, lo que de por sí es significativo, También lo más selecto de la sociedad coruñesa acudió a ver la obra de Galdós. Algunos con cierta prevención, otros por su talante liberal y otros, sin duda, porque anteponían el hecho artístico a las implicaciones político sociales. La función se inició interpretando la orquesta la Marsellesa y el Himno de Riego, interrumpiéndose la representación con vitores, aplausos y aclamaciones en las escenas culminantes, dándose en ciertos momentos vivas a la libertad, a la democracia y mueras a la reacción.

      Los asistentes al teatro eran, en su mayoría, el público de Echegaray, la alta clase media elegante, sobre todo mujeres y personas de edad madura. Los críticos estaban al lado del público y consideraban que su misión consistía en aconsejar a los dramaturgos sobre la manera de agradar al espectador. Distraer era obligado, aunque las obras no tenían que ser forzosamente cómicas. Hacer llorar al público o incluso suscitar en él una justa indignación era perfectamente admisible. Lo que el buen gusto no podía tolerar era cualquier tentativa de confundir o preocupar al público, así como reflejar valores morales o sociales distintos de los que eran propios de las enjoyadas mujeres de las butacas de platea. El sector radical de la pequeña burguesía opinaba que la situación del teatro era tan deplorable como todos los demás aspectos de la vida cultural y social española de finales del siglo XIX y estaba dispuesta a someterlo a reformas y nuevos experimentos.
   
 Un acontecimiento parece señalar el inicio de algo nuevo, es el estreno en octubre de 1895 del drama “Juan José “ de Joaquín Dicenta. El protagonista es un albañil analfabeto y antiguo hospiciano que, por amor y celos, pierde el trabajo, roba, va a la cárcel y huye de ella para matar al capataz de la obra donde trabajaba y a la mujer que ama, cuya infidelidad le llevó a prisión. Ya que esta historia se presenta como la de una victima noble e indefensa de las circunstancias sociales y posiblemente de la explotación capitalista, “Juan José” ha sido considerada por algunos como un drama proletario que anunciaba una nueva era de teatro socialmente comprometido.
  
 En A Coruña, desde el año 1900, se representaba todos los primeros de mayo. El dramaturgo aragonés no pudo sustraerse a la realidad de su época y trató de reflejar las situaciones conflictivas entre el proletariado y la burguesía. A él lo que le interesaba, como anarquista convencido, eran los problemas obreros y dentro de ellos las soluciones radicales, siendo partidario de que el arte fuese vehículo de la verdad y el progreso.

       D. Jacinto Benavente pertenecía por su cronología a la generación de intelectuales liberales que se preocupaban por la decadencia cultural de España. En “El nido ajeno “, su tema básico es el papel de la mujer casada en la clase media, cuestión que preocupaba mucho. A su sombra, el coruñés Manuel Linares Rivas que con sus dramas de tesis burguesas, como “La Garra“y su defensa del divorcio contra el oscurantismo social, consiguió la fama, la fortuna y los laureles académicos. El tema del divorcio era conflictivo en una sociedad como la española llena de contradicciones. No quería estrenar “La Garra“en A Coruña, pues no deseaba plantear a su pueblo ….”una cuestión de confianza”. Adoraba a su ciudad, pero este cariño no deseaba ponerlo a prueba y hubo que esperar al año 1915 para asistir a su estreno, aquí, con sus convecinos saliendo de esa cuestión de confianza con una satisfacción plenísima de poderes. El Teatro Rosalía de Castro estuvo lleno. En los pasillos se discutió con viveza al término del primer acto. Terminó la representación y la tempestad de aplausos fue inacabable. Es significativa la reacción del público coruñés y ese sentido liberal de nuestra ciudad quedó de nuevo puesto de manifiesto.

          En lo que se refiere al Teatro Gallego, la ciudad de A Coruña fue punto neurálgico en donde se daban cita los principales acontecimientos teatrales en lengua gallega. Una muestra de ello será el estreno del primer drama en gallego, “A Fonte do Xuramento“, de Francisco María de la Iglesia. Este drama, en dos actos y en verso, se estrenó por primera vez en la Sociedad Liceo Brigantino el 9 de agosto de 1882, y esta misma Sociedad organizará un estreno público en el Teatro Principal el 23 de octubre de 1882.

       Será a finales del año 1902 cuando se recibe con enorme optimismo por parte de un sector de aficionados, la noticia de que unos cuantos amantes de las cosas de esta tierra, tenían proyectado el juntarse para formar una compañía de Declamación, en gallego. Noticia que recoge jubilosamente la publicación periodística Revista Gallega, dirigida por Galo Salinas, uno de los más entusiastas impulsores del teatro gallego, quien al ver que iba en serio, en un editorial les daba ánimos: ¡“Adiante rapaces! Creade o teatro galego; obras e protección non haberán de vos faltar…¡ Adiante ¡ e colocade á nosa Galicia, no arte dramático, á mesma altura na que se colocaron Cataluña e Valencia que, donas do seu teatro regional, pasean o seu idioma por tódolos escenarios do mundo civilizado”.

       Estas palabras de ánimo se entremezclaban con un quejido de temor a que tal iniciativa no fuese aceptada con suficiente entusiasmo por grupos sociales que, desde siempre, arrinconaban todo lo que sonase a cultura gallega. No era fácil para la literatura gallega en general, poder desarrollarse en medio de una sociedad que en su mayor parte vivió de espaldas a ella y, por otra parte, el Regionalismo seguía dando bandazos, aunque empezase a verse en él una maduración progresiva. De él formaban parte figuras coruñesas representantes de un regionalismo liberal, de tendencia liberal, como eran Murguía, Golpe, Carré Aldao, Pondal, Tettamancy, Galo Salinas que contribuirán, sobre todo este último, a desempolvar del olvido todas aquellas posibilidades que hagan factible el teatro gallego.
  
Así nace la Escuela Regional de Declamación, siendo su fundador Eduardo Sánchez Miño. La primera aparición en público se llevó a cabo el 18 de enero de 1903, poniéndose en escena el boceto dramático, en un acto y en verso, titulado “ Filla “, de Galo Salinas. Tristemente la Escuela Regional de Declamación tendría una vida corta, ya que se disolverá en 1904. Empezaron a surgir disidencias entre el personal de actores aficionados, apresuramientos, rivalidades e intransigencias. Jóvenes que se distinguieron en la interpretación de algunos personajes, se consideraron ya primeros actores, no tolerando ser advertidos por nadie, o se retiraron a gozar solos de su triunfo, o se pusieron al frente de otras secciones de declamación, actuando de directores. Bien podría aplicarse en este caso aquella frase: “La presunción es un consejero temible por su misma necedad “
   
       El pesimismo, por lo tanto, era patente y el teatro gallego podría darse por muerto. Quedaría reducido a los aleteos de ensayos que en América hacían nuestros paisanos. América aparece siempre como guardadora, por no decir salvadora, de nuestro quehacer cultural. Poco importaba que se escribiesen obras dramáticas si falta quienes las interpreten: “Cuando haya cómicos, téngase por seguro que no faltarán comedias”. Este decaimiento del teatro gallego llevó a a algunos escritores gallegos a traducir sus propias obras al castellano para que pudiesen ser representadas y popularizadas. Asi lo hizo Lugrís Freire con sus obras “A Ponte“ y “ Mareiras “, de ésta se conserva su traducción manuscrita en la Real Academia Gallega. Habrá que esperar tiempos mejores y vendrán de la mano de Villar Ponte cuando el 18 de mayo de 1916 cree, en la ciudad de A Coruña, a Irmandade de Amigos da Fala.



José Ricardo Díaz Pardeiro

jueves, 24 de julio de 2008

WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ

TÍTULO:

WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ.

Un escritor de pensamiento liberal

NOMBRE DEL AUTOR: José Ricardo Díaz Pardeiro. (Catedrático de Historia en el IES Eusebio Da Guarda, de la ciudad de A Coruña)

CORREO ELECTRÓNICO:pardeiro@hotmail.com

UN SUBTÍTULO: ENSAYO

AÑO DE CREACIÓN DE LA OBRA: 2001.


No se puede comprender la situación de W.F.F. durante la Dictadura de Primo de Rivera, época en la que se engendró su novela el “Malvado Carabel”, sin hacer una referencia a la intelectualidad española de aquel momento y su posición ante un régimen político de carácter dictatorial que sitúa sus orígenes en el desastre de Marruecos y en la vuelta del ejército a la política.
Había entre los intelectuales unas claras diferencias ideológicas, sin embargo una coincidencia sí era palpable: el rechazo a la política de la Restauración y de quienes la protagonizaban. Probablemente la mayor parte de ellos apoyaron la Dictadura de Primo de Rivera con mayor o menor entusiasmo, como hizo el resto de los españoles, sin embargo las diferencias en los posicionamientos serían evidentes ya que, mientras unos la apoyaron con entusiasmo, otros creían que el dictador haría uso de sus consejos y acabaría con la política anterior; sin embargo, hubo también quienes sólo han visto en la dictadura opresión, repudio a la inteligencia, clericalismo, intromisión de los militares y el Rey en la política española.


W.F.F. vio con alegría y esperanza la llegada al poder de Primo de Rivera, pero rápidamente se decepcionó. A través de sus artículos publicados en ABC había contribuido al deterioro de la imagen política de la Restauración y sus juicios fueron especialmente crueles con los destinatarios de los mismos. Los políticos del viejo régimen podían tener virtudes, pero no eran las exigibles en un gobernante. Nadie quería,”ni de balde”, a sus políticos del pasado por mucho que ahora procuraran ofrecer un aspecto más presentable. Incluso gestos como el de renunciar a las dietas que les correspondían, fueron consideradas por W.F.F. como ausentes de cualquier tipo hacia aquellos que hablaban un lenguaje esotérico sólo para iniciados, cobijándose en amplios locales lujosos con mucho mármol en el suelo y rejas protegiendo los caudales propios y ajenos de respetabilidad. No podían faltar en sus artículos alusiones, referencias al mundo rural gallego en el que había presenciado ejemplos espeluznantes de ejercicio del caciquismo, por lo que se refirió de forma despectiva al sufragio universal en alguna ocasión, aunque para él el juicio negativo que tenía derivaba de la experiencia gallega, es decir, una experiencia de fraude sistemático.
Sin embargo, pronto empezó a manifestar las insuficiencias y los errores de la Dictadura de Primo de Rivera. Probablemente fue uno de los pocos intelectuales que en las primeras semanas del régimen prestó atención a las medidas políticas que pretendían ser regeneradoras del caciquismo ,pero como él era conocedor como pocos de la realidad caciquil y de la levedad de las medidas que estaba tomando el Directorio Militar, era también capaz de criticarlas por su falta de efectividad. También tenía otros motivos de discrepancia respecto a la situación, ya que pensaba que un tono excesivamente tradicionalista predominaba en el seno de la política española. Cuando el rey Alfonso XIII pronunció ante el Papa, con ocasión de una visita a Roma, un discurso en el que aseguraba a su Santidad que todos los españoles formaríamos, si se nos requiriese para ello, en una nueva cruzada contra el infiel, W.F.F. tuvo una respuesta categórica: “Yo no. Yo no me alistaré en esa cruzada”.Se trataba de una crítica a la propia persona del rey que asombra fuera publicada en ABC y que nos ayuda a pensar en el calificativo de liberal al que nuestro escritor se hace acreedor.
La mejor prueba del creciente desvío de W.F.F. con respecto a la situación política la constituyó su SILENCIO. A lo largo de diciembre de 1923 tan sólo publicó un artículo y en 1924 el ritmo de sus colaboraciones en la prensa fue perdiendo asiduidad. Y lo que resulta más característico es que la ironía practicada en otro instante con respecto a la política constitucional, la empezó a ejercer ahora respecto de los militares en el poder. Es su antimilitarismo. Ironía, quizá producto de su carácter gallego, denunciador de errores y falsedades. No era sencillo practicar el humor en una situación dictatorial y a medida que fue pasando el tiempo también espació sus colaboraciones periodísticas. Cuando volvió a la palestra lo hizo en contra de la censura con la que ya es muy probable que hubiera tenido algún incidente. Además, su ironía tan excitante probablemente no fue entendida por aquellos entre los que lógicamente habría de esperar encontrar apoyo, los escritores. Y a alguno de los que le tacharon de derechista, les contestaba con argumentos que mostraban su carácter escéptico, pero contrario a un régimen autoritario:”No soy fanático de nada. Cuando estimé que un hombre de las derechas tenía razón, le aplaudí. Cuando me parecía que un hombre de las izquierdas estaba en lo cierto, no le escatimé elogios. En lo que se refiere al presente, bien sabe usted que el silencio me ha hecho liberal”.
Si como decía W.F.F. , el silencio era sinónimo de liberalismo, él dio prueba de este último en los años siguientes porque permaneció ausente de las páginas del ABC. Desde abril de 1926 hasta octubre de 1930 no publicó un solo artículo; en 1925 aparecieron siete que son los que hubiera escrito en condiciones normales en dos o tres semanas. Precisamente este año significa, en el régimen de la Dictadura, un giro importante, el primero que llevó a cabo el dictador en el transcurso de su permanencia en el poder. Como se sabe, Primo de Rivera llegó al poder con la promesa de que su régimen no había de resultar duradero y con la afirmación de que tenía como propósito la vuelta a un sistema liberal en el que hubieran desaparecido las corruptelas del régimen anterior. Sin embargo, a la altura de las primeras semanas de 1925 había desaparecido la posibilidad de un retorno inmediato a la legalidad constitucional y a finales del mismo año, después de dar comienzo a la resolución del problema de Marruecos, Primo de Rivera dio un primer paso hacia la consolidación de un régimen estable mediante la constitución del Directorio Civil. Este gobierno planteaba ya la consolidación del régimen dictatorial como fórmula política estable.
El año 1927 es central en la dictadura primorriverista ya que el régimen intenta elaborar una nueva Constitución y a su vez reviste una decisiva importancia desde el punto de vista de la evolución del mundo intelectual ya que desde las posiciones de compromiso, las escépticas o las de indiferencia, hubo quienes llegaron a la conclusión de que el liberalismo debía nutrirse de una sustancia nueva que no podía ser sino el Socialismo. Y en él bebería W.F.F. ya que, al caer la Dictadura, no sólo no oculta su satisfacción sino que también sorprende a propios y a extraños al enfrentarse a quienes lo acusan de conservador, haciendo profesión de su pensamiento y así poder desdecir a todos aquellos que le criticaban. Pero no es un socialismo marxista, es el de Fernando de los Ríos, el primer defensor de una concepción humanista del socialismo, resultado de una visión de la historia como un proceso de progresiva toma de conciencia y de reformas sucesivas. Los principios de la filosofía humanista tenían como enemigo fundamental a las instituciones capitalistas y además veía en el progreso de la conciencia moral humana una línea de avance destinada, en un determinado momento histórico, a conquistar la libertad y, en otro, a hacer desaparecer los vicios del capitalismo. Éste era rechazable por su condición antihumanista y no por las concepciones marxistas.
No es de extrañar, pues, que la repercusión de este socialismo humanista en el mundo simplemente liberal e incluso en el de un izquierdismo muy templado, fuese importante. Era una fórmula política mucho más accesible y en una situación de opresión de la libertad como la que vivía la España de la época, el hecho de que el socialismo pudiera aparecer como la culminación de las tesis liberales, hacia que este ideario impregnara el pensamiento de la mayor parte de los escritores liberales.






EL MALVADO CARABEL

NOVELA (1931) - ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA (1935)

La figura de WFF, su pensamiento, su ideología política, han estado sometidos y han sido juzgados de antemano dándosele un cariz conservador, radicalmente de derechas, sin concederle la mayoría de las veces algún atisbo de discrepancia ideológica con ese conservadurismo español. Sin embargo, no podemos quedarnos con esa idea de derechización de su pensamiento. Su ciclo vital ha ido acompañado de una evolución ideológica que se manifiesta al compás de los acontecimientos políticos de una España volcánica que a él le tocó vivir: la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda república y los momentos álgidos de la dictadura de Franco. Con una existencia en la vorágine política que representan estos cuatro momentos históricos, es muy difícil en un intelectual de su porte, mantenerse inquebrantable a cualquiera de las ideologías en las que se sustentan los diferentes regimenes políticos.
Su novela EL MALVADO CARABEL, engendrada durante su “largo silencio” en la Dictadura de Primo de Rivera, viene a confirmarnos y nos ayuda a comprender el talante liberal de W.F.F., su irónica denuncia de los vicios de una sociedad en la que priman los intereses y los valores de unos pocos. Sus protagonistas que han sido vistos desde siempre como sujetos pasivos, incapaces de cambiar nada, inmolados a la aceptación de su fatalidad, han constituido el caldo de cultivo de muchos críticos para hacer de W.F.F. no sólo un claro exponente de la ideología más conservadora, sino también de la aceptación mesiánica de un destino fatal, sin posibilidad de poder cambiarlo.
La novela social planteaba el análisis de una España en crisis de valores, a la que había que poner remedio, estableciéndose en este género literario una directa vinculación entre la dedicación intelectual y la acción política, una actitud de compromiso político: referencias a la agitación social de la España de la época, la inutilidad de la guerra colonial, la brutalidad de la guerra con referencia directa a la guerra de Marruecos o al desastre de Anual. Los obreros, los desasistidos de la fortuna, el hambre, la represión..., un sinfín de acontecimientos incrustados en el sufrimiento de nuestra sociedad.
Pero, al lado de la novela social propiamente dicha, hay otra expresión novelística que no es propiamente social, sino que constituye una derivación del subjetivismo a través de aventuras amorosas, crisis psíquicas o manifestaciones de desarraigo con respecto a la sociedad vigente y que también tienen una significación política en contra de los sistemas dictatoriales .Aquí estaría encuadrada EL MALVADO CARABEL , en la que bastaría con sustituir tan sólo los apellidos de los personajes para descubrir las referencias a la sociedad española.
El primero en dirigir una adaptación cinematográfica de la novela en el año 1935, fue Edgar Neville, estrenada en el cine Callao de Madrid el 9 de diciembre de ese mismo año .Este director, nacido el 28 de diciembre de 1889,tenía un humor incisivo e inteligente y tras el nombre heredado de su padre inglés, ocultaba un aguerrido casticismo madrileño.
En el primer capítulo de la novela como en la escena primera del guión cinematográfico, la acción se sitúa en uno de los despachos de las oficinas de la Casa de Banca: AZNAR Y BOFARULL, que tiene en primera línea un rótulo que quedará impreso en la retina del espectador: ”Nuestro lema es honradez y trabajo y trabajo honrado Aznar y Bofarull”. W.F.F. sentía recelo hacia las instituciones bancarias y hacia aquellos que hablaban un lenguaje esotérico sólo para iniciados, cobijándose en amplios locales lujosos con mucho mármol en el suelo y rejas protegiendo los caudales propios y ajenos.
La visceral antipatía que Fernández Florez tenía hacia el mundo bancario y su ataque más profundo, queda reflejado tanto en la novela “El malvado Carabel” como en el guión cinematográfico. Los banqueros son Aznar y Bofarull y al elegirlos, el novelista hace realidad la creencia generalizada que existía en la sociedad española de que un financiero sólo podía ser vasco o catalán. Ambos son la representación de lo más vil y deleznable a que puede llegar el capitalismo explotador. Tras una sonrisa afectuosa y un trato cordial, se esconde un hombre sin entrañas que no puede siquiera imaginar la posibilidad de subir el sueldo a nadie. W.F.F. ataca a una institución que acumula dinero mientras trata avaramente a sus trabajadores. Éstos no pueden pedir mejoras, es una falta grave de disciplina ya que en esta Banco nadie ha reclamado nunca aumento de sueldo y “...esto es uno de nuestros orgullos”. Acaso, si lo hiciesen, les tachaban de revolucionarios, huelguistas y desestabilizadores. Mucha es la suerte que tienen de poder recibir un trato familiar y paternal, evitando que los trabajadores de la banca puedan caer en una vida disoluta.
Cuando en los textos de la novela observamos, con la ironía y el humorismo propio del autor, las críticas despiadadas a la banca, la denuncia de que el enriquecimiento lo justifica todo, la falta de ética, el falso paternalismo, las nefastas condiciones de trabajo de los asalariados..., difícilmente se puede mantener el calificativo de “compactamente conservador” que se le atribuye a W.F.F. La finalidad moralizante y las denuncias de una sociedad injusta están claramente planteadas en el texto y vienen a reflejar lo que manifestaría más tarde en su discurso de entrada en la Real academia cuando dijo que al escribir esta novela su intención no fue hacer reir, todo lo contrario, denunciar ideas equivocadas con las que no comulgaba.
Cuando en el capítulo V de de la novela el vecino del tercero dice que no puede alimentar a las siete personas de su familia, Carabel responde, fuera de sí, de cómo se pueden soportar situaciones de este tipo y no se lanzan antes a la calle, enloquecidos de cólera, contra el mundo entero. Estas palabras encierran un pensamiento casi revolucionario, publicadas en el año 1931.año en el que las razones del proletariado estaban defendidas por los socialistas, comunistas, anarquistas y algún otro intelectual.
La mujer ,el amor, el matrimonio son constantes en la preocupación de los personajes de las novelas de W.F.F, y de forma particular en “El Malvado Carabel” así como en el guión cinematográfico. Su escepticismo sobre el matrimonio es evidente y además da las razones del por qué no hay que casarse, o dicho de otra manera, cuáles son los motivos que impulsan al hombre a engañar a su mujer, ya bien sea por ser demasiado ardorosa o demasiado fría; excesivamente hermosa o que su fealdad produzca rechazo. Serían como recomendaciones a tener en cuenta antes de dar un paso tan fatídico o trascendente. Y lo decía él, sempiterno solterón, que en compensación recibía el cariño de su madre y de sus hermanas a las que estuvo estrechamente unido a lo largo de su vida.
Fernando Díaz Plaja , amigo de Wenceslao, nos cuenta cómo reaccionó su familia al recibir una llamada telefónica de un guardamuebles madrileño al poco de morir el novelista gallego. Este hecho parecía descubrir una faceta de W.F.F. que era ignorada por todos y unas habitaciones privadas nos indicarían la presencia de una mujer, parece ser que muy bella, con acento extranjero, con la que mantuvo una relación duradera.
El tema del sexo también está presente en la novela y en el guión cinematográfico. Sin embargo, hay una clara diferencia en el planteamiento inicial que presupone una actitud distinta por parte de ella, Germana, amiga de Carabel, ante los galanteos y propuestas de amor que recibe. En la novela." ella tan joven hermosa, sin una mancha en su conducta, “asistirá a la cita propuesta por un galanteador ", de acaso 30 año ,bien vestido, de charla abundante y fogosa",era sin duda el príncipe azul de Germana quien, desde su condición humilde, pensaba que podía aspirar a una mejora social. En el guión cinematográfico el punto de partida surge en el momento en que Germana, toda decidida, acude a entrevistarse con Aznar y Bofarull para suplicarles que readmitan a Carabel. Se niegan radicalmente, pero al recoger ella algo que se le había caído, Bofarull descubre “... su pierna fina y armoniosa “ que le encandila y, a partir de ese momento, le muestra un inusitado interés. Germana, al igual que Amaro Carabel, decide ser mala y su arma será su pierna larga y fina, enfundada en una media de seda.
Los galanteadores tienen comportamientos distintos: la delicadeza y el saber estar del primero y la obsesión reprimida de Bofarull. El final, sin embargo, es el mismo en ambos: conseguir los favores sexuales de ella, a lo que germana reacciona con una negativa, enzarzándose en ambos casos en una lucha violente de lo que lo más trágico para ella viene expresado por el grito de desesperación:¡¡”Mi media...!! Una carrera enorme recorría un largo trayecto.
En el guión cinematográfico no se recoge la denuncia puesta por Germana en la comisaría denunciando la agresión a la que se vio sometida en la habitación. La novela, sin embargo, plantea la inicial confianza en la justicia, pero el denunciado, Don Andrés, le dice a ella que es hombre muy influyente y difícil es meterse con él sabiendo, además, que cuenta con el abogado más prestigioso, Gustavo Saldaña, que con su “elocuencia perturbadora” hizo verter las lágrimas de Germana, logrando de ella el perdón y la retirada de la denuncia.
El momento cumbre del relato se produce cuando Carabel le informa al señor Azpitarte, hombre enriquecido en la emigración, de las operaciones bursátiles en su contra planeadas por Aznar y Bofarull. Éstos le despiden, pero no le achacan que sea un revolucionario o un promotor de huelgas, le acusan de ser ¡¡”un traidor!!”, de su falta de honradez, de algo que no ha hecho nunca en su vida: no ser honrado. Aquí se inicia el destino fatalista de Amaro Carabel. Él, un pobre empleado que ha trabajado año tras año por un salario infame, se encuentra ahora en la calle por haber aconsejado honradamente a un cliente en contra de los intereses de la empresa. Y decide pasarse a la delincuencia, se convence de la necesidad que tiene de convertirse en delincuente.
Nacer bueno o malo es, al parecer, un problema de fatalidad, es deir, que ante el injusto panorama social con que nos encontramos al llegar al mundo, a la mayoría de los de abajo no les queda ni siquiera la posibilidad de corregir, saliéndose de la ley, el sistema que los ha encadenado a la pobreza. Y aunque Amaro Carabel haya fracasado como revolucionario activo, W.F.F sigue denunciando la injusticia social, se ha comprometido política y socialmente en la denuncia y en la búsqueda de soluciones revolucionarias que cambien el mundo.
La reincorporación de Carabel al trabajo en la Banca Aznar y Bofarull, se contempla de manera diferente. En la novela la readmisión es producto de una huelga de empleados que en este caso ha tenido una fuerte repercusión y la convocatoria anarquista ha surtido efecto. En el guión cinematográfico la acción se desarrolla en un hotel al que germana y Carabel acuden con sus últimos ahorros para intentar dar el golpe de gracia que les redima de tantas calamidades. Allí se encuentran damas ensortijadas, hombres adinerados y no podían faltar los banqueros Aznar y Bofarull que festejan las ganancias con el engaño de la devaluación de las acciones del señor Azpitarte. El azar hizo que viesen a Carabel mirando por la ventana, lo que produjo la desconfianza de que habían sido descubiertos. Llaman a Carabel, le hacen todo tipo de halagos y propuestas para que vuelva a trabajar con ellos, con un sueldo mayor y con la máxima categoría. Era el precio de su silencio, hasta el extremo de que, a partir de ahora, la Banca se llamará AZNAR,BOFARULL Y CARABEL”
El director cinematográfico Edgar Neville comentaba que le obligaron a incluir al final una secuencia con un baile en el Hotel Palace para que no todo fuesen desgracias y vida de pobres. El contexto político del Bienio Derechista, conocido como Bienio Negro (1933-1935) y la censura imperante habrán contribuido a este final feliz en el que “...Carabel y Germana, felices, se alejan cogidos del brazo...”, como en cualquier historieta rosa.
La ironía y el humor utilizados por W.F.F. no pueden ser interpretados como reflejo de una literatura vanal e intrascendente. No puede considerarse que algo que hace sonreír a los lectores sea de categoría inferior, muy proximo a una payasada y por ello indigno de ser tomada en consideración. El humorista no se conforma con lo ve y va más allá de los demás en busca de la verdad. Una vez alcanzada se le pondrá remedio, por parte de los poderes públicos, a todo aquello que sea pernicioso para la sociedad.



EL MALVADO CARABEL Y SU CONTEXTO HISTÓRICO






Primera Edición : 2000 -2001.

TEMA: Una Novela Comprometida,
“El malvado carabel” ,
del novelista coruñés WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ.





AUTOR: José Ricardo Díaz Pardeiro.
DNI: 33768512 G
DOMICILIO: C/ Comandante Fontanes, 9 – 5º A - A CORUÑA, 15003.
Tlf. 981-212348.
TÍTULO: UNA NOVELA COMPROMETIDA: “EL MALVADO CARABEL”, de WENCESLAO FERNÁNDEZ FLOREZ.

INTRODUCCIÓN.

1.-REFERENTE HISTÓRICO: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA.
1.1.- El liberalismo social.
1.2.- El liberalismo democrático.
1.3.- La crisis constitucional.
1.3.- La descomposición del régimen.
1.4.- La Dictadura de Primo de Rivera.

2.- REFERENTE SOCIOLÓGICO.
2.1.- La Iglesia.
2.1.1.- La posición de la Iglesia.
2.1.2.- El Clero.
2.1.3.- La mentalidad de la Iglesia.
2.1.4.- El anticlericalismo.
2.2.- El papel de la mujer en la sociedad.
2.2.1.- El matrimonio.
2.2.2.- La educación de la mujer.

3.- GRUPOS SOCIALES.
3.1.- Una nueva élite urbana.
3.2.- El ejército.
3.3.- Las clases medias.
3.4.- La clase trabajadora
4.- EL CACIQUISMO.

5.- POSICIÓN DE LOS INTELECTUALES EN LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA.
5.1.- Enfrentamiento parcial: Maetzu, Azorín, Wenceslao Fernández Florez.
5.2.- Clara oposición: Unamuno y Blasco Ibañez.
5.3.- Enfrentamiento generalizado.

6.- ESTUDIO COMPARATIVO DEL MALVADO CARABEL.
6.1.- La novela (1931) y la adaptación cinematográfica de Edgar Neville (1935)

7.- NOTAS.

8.- BIBLIOGRAFÍA.

9.- ARCHIVO PRIVADO DE LA FUNDACIÓN “FERNÁNDEZ FLOREZ”.











INTRODUCCIÓN.

La figura de Wenceslao Fernández Florez, su pensamiento, su ideología política, han estado sometidos y han sido juzgados de antemano dándosele un cariz conservador, radicalmente de derechas, sin concederle la mayoría de las veces algún atisbo de discrepancia ideológica con ese conservadurismo español.
Sin embargo, no podemos quedarnos con esa idea de derechización de su pensamiento. Su ciclo vital ha ido acompañado de una evolución ideológica que se manifiesta al compás de los acontecimientos políticos de una España volcánica, que a él le tocó vivir: la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y los momentos álgidos de la Dictadura de Franco. Con una existencia en la vorágine política que representan estos cuatro momentos históricos, es muy difícil en un intelectual de su porte, mantenerse inquebrantable a cualquiera de las ideologías en las que se sustentan los diferentes regímenes políticos.
Su novela, “EL MALVADO CARABEL”, engendrada durante su “largo silencio” en la Dictadura de Primo de Rivera, viene a confirmarnos y nos ayuda a comprender el talante liberal de Wenceslao Fernández Florez, su irónica denuncia de los errores y vicios de una sociedad en la que priman losintereses y los valores de unos pocos. Sus protagonistas, que han sido vistos desde siempre como sujetos pasivos, incapaces de cambiar nada, inmolados a la aceptación de su fatalidad, han constituido el caldo de cultivo de muchos críticos para hacer de Fernández Florez no sólo un claro exponente de la ideología más conservadora, sino también de la aceptación mesiánica de un destino fatal, sin posibilidad de poder cambiarlo.
Mi propósito, en este trabajo, es abrir nuevos vías de reflexión que puedan llevarnos a reconsiderar algunas de las afirmaciones vertidas sobre Wenceslao Fernández Florez. Para ello tenemos que profundizar cada vez más en los aspectos históricos y sociológicos de la época en la que le tocó vivir, ya que lo que hoy juzgamos como pensamiento de derechas, no lo era en otros momentos ni en otras circunstancias, ni en las actitudes ni en el tono de las protestas.
De ahí que, en el análisis del contexto histórico, realice un tratamiento en profundidad de la evolución de los partidos dinásticos durante la Restauración para entender lo que ello significa, cómo lo han hecho y qué evolución política y social se ha producido.
En un segundo momento, a partir del año 1902, establecemos un desarrollo más exhaustivo y concreto de la profunda crisis que vive España. Su culminación en 1917, nos da pie para entender mejor lo que está ocurriendo y el porqué se pueden pedir soluciones drásticas.
En un tercer momento hay que conocer la respuesta a la Dictadura de Primo de Rivera por parte de algunos de los más significados intelectuales españoles y con ellos, por supuesto, la del protagonista de este estudio, nuestro novelista y coruñés Wenceslao Fernández Florez. Sus posiciones contrarias, sus vacilaciones, sus desesperanzas, sus inquietudes plasmadas en artículos o en piezas literarias. Los que aceptan, los que rechazan de plano, o los que evolucionan a posiciones más eclécticas.
La Sociología nos clarifica las esencias de una sociedad plural, reseñando lo que tiene de planteamiento y como, respuesta a los avatares de la vida: la religión, el matrimonio, la educación..., exponentes de una manera de ser y de actuar, justificando así las decisiones que sobre ellos se tomen.
En su obra está presente el componente gallego de Wenceslao Fernández Florez porque su manera de escribir, su intencionalidad a la redonda, su aparente y sombría resignación no son más que certificaciones de los profundos altibajos en los que vive nuestra sociedad. Y a medida que reflexionamos sobre la novela “EL MALVADO CARABEL”, vemos con mayor claridad cuáles son sus convicciones que llevan implícito todo un mensaje no sólo de buenas intenciones sino de decisiones que es necesario poner en marcha.
La novela y el guión cinematográfico tienen diferencias en su contenido y, sobre todo, en la manera de resolver las situaciones. En el análisis comparativo intento dejar constancia de los disentimientos existentes entre ellos, no sólo por la exigencia técnica que el cine requiere, sino por la postura ideológica que se establece, sobre todo en la segunda parte de la novela, de modo tan desigual con el guión cínematográfico. Las causas hay que buscarlas en las distintas circunstancias personales, políticas, de libertad, de osadía y de atrevimiento.
Es, pues, necesario contemplarlo en esta perspectiva para dar constancia de que sobre la persona y sobre la personalidad de Wenceslao Fernández Florez no se pueden establecer apreciaciones inalterables. Todo tiene su explicación, los cambios merecen justificarse y es lo que se intenta hacer en este trabajo en el que, imbuidos de un coruñesismo trascendental, queremos hacer partícipes de ello a nuestros lectores.












1.-REFERENTE HISTÓRICO: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA.
Aunque el término liberal sea de origen español, el liberalismo, entendido como un sistema coherente de ideas y como formulación política y económica, se desarrolla primero en Inglaterra desde el siglo XIII al XIX, entre la revolución de 1688 y la "Reform Act” de 1867. El liberalismo clásico y puramente económico, formulado por Adam Smith en 1776,y la doctrina del laisser faire, ha evolucionado en Inglaterra hacia el utilitarismo de Jeremy Bentham y James Míll que han sabido integrar la libertad económica, el individualismo exacerbado y los conceptos de utilidad y de mercado en un nuevo liberalismo político, defendido sobre todo por el movimiento radical de los años de la reforma electoral de 1882,que di6 a las clases medias una representación parlamentaria más conforme con su importancia real.
Los primeros liberales españoles, los "constitucionalistas" de 1812 y los del trienio liberal (1820-1823),estaban más próximos de los revolucionarios franceses o de los españoles ilustrados, como Jovellanos, que del liberalismo económico inglés. La economía no interesaba apenas a los españoles, las clases medias estaban poco atadas al mundo del comercio y de la finanza, y los liberales no eran auténticos burgueses. Durante la mayor parte del siglo XIX va a perdurar en España los valores característicos del hidalgo, forjados del XVI al XVII, valores, que no tenían ninguna relación con la mentalidad precapitalista desarrollada por la Reforma en una gran parte de Europa.
Después de la “década ominosa" (1823-1833) y la muerte del absolutista Fernando VII, los liberales españoles van a apoyar a la regente María Cristina frente al pretendiente carlista y predicarán un liberalismo moderado, más de acuerdo con los doctrinarios franceses partidarios de la Restauración. En el pasado durante el Trienio Liberal, frente a los radicales "doceañistas", existía una tendencia liberal que luchaba para defender el sistema censitario y la firmeza del poder real en detrimento del legislativo.
Del mismo modo que la Constitución de 1812 ha tomado por modelo la constitución francesa de 1791,el Estatuto Real de 1834 ha conocido su antecedente más próximo en la Carta constitucional de Luis XVIII.LA influencia de los doctrinarios liberales sobre Martínez de la Rosa, autor con Javier del Burgo del Estatuto Real, ha sido evidente. El carácter moderado que el político "doceañista" ha mostrado durante el Trienio Liberal le condujo, durante su estancia en París en la década absolutista de Fernado VII, a establecer amistad con los liberales franceses más conservadores. (1)
El sistema censitario, el bicameralismo y el carácter de Carta que confirma la persona del Rey como único detentador de la soberanía, serán los fundamentos del Estatuto Real de 1834, que servirá de base ideológica al liberalismo moderado. Este hecho abrirá una profunda huella entre los promotores de este proyecto y los liberales radicales, defensores de la soberanía nacional y de la Constitución de 1812, que constituirán más tarde el liberalismo progresista.
Donoso Cortés será el más fiel partidario de los doctrinarios franceses, con una pureza y un rigor desconocidos en las filas de los moderados españoles. Su admiración por Bonald, Guizot se notará en sus primeras obras doctrinarias que sentarán las bases ideológicas de la Constitución de 1845 y llegarán a ser el punto de referencia del liberalismo español. La diferencia que Donoso establece entre la soberanía de hecho y de derecho y los argumentos que utiliza contra la soberanía popular y contra la división de poderes son los propios de los doctrinarios franceses. (2) En términos muy semejantes al del liberalismo doctrinario, Donoso Cortés rechaza la división de poderes, de la que dice que es una teoría absurda y antisocial y reafirma su convicción de que "el monarca es el único representante de la sociedades el único poder del Estado".
Frente a la influencia de los doctrinarios franceses, el partido liberal progresista y el partido democrático, éste último creado en 1849,hallaron una base teórica nueva en la filosofía alemana, racionalista e idealista. A la difusión de esta filosofía participa Sanz del Río, que con ocasión de un viaje a Alemania en 1843 entra en contacto con los medios krausístas. De vuelta a España propagará esta doctrina en los círculos intelectuales del nuevo partido demócrata.
La filosofía de Kraus servirá en España para dar forma a un tipo de liberalismo social que no sólo se opondrá al liberalismo doctrinario sino también al individualismo económico. Frente al Estado liberal clásico que no garantizaba más que la libertad indiaidual, frecuentemente confundida con el derecho de propiedades krausismo español defiende el papel de la sociedad, considerada como un conjunto de individuos que viven en común y en harmonía. Dicho de otra manera, los derechos individuales están completados por los derechos sociales, que tienen en cuenta toda la medida del hombre. Eminentes krausistas españoles enriquecerán el pensamiento de Kraus con la aportación de otras corrientes filosóficas, en particular del positivismo, recién llegado a España cuando, en 1870, tuvo lugar un interesante debate en el Ateneo de Madrid sobre el krausismo y el positivismo. (3)

La revolución de 1868 y el "sexenio democrático" (1868-1874) prepararon una auténtica eclosión de fuerzas políticas que van a democratizar el sistema parlamentario y la vida política en España. Si en la primera mitad del siglo XIX el liberalismo ha estado fundamentalmente condicionado por las ideas individualistas (liberalismo doctrinario, utilitarismo, liberalismo clásico), a partir de 1868, un grupo importante de liberales, la mayor parte ligados al krausismo, abren las puertas a un nuevo liberalismo social y democrático.
El lazo profundo que une el krausismo y el partido demócratas; como la represión ejercida por el ministro Orovio, en 1865,contra prestigiosos profesores, universitarios krausistas -Castelar, Fernández y González, Nicolás Salmerón, Segísmundo Moret, Sanz del Río y Fernando Castro -, han contribuido a hacer del krausismo una filosofía para una acción política de tendencia claramente liberal y hacer de la INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA un vivero de intelectuales y políticos cuya influencia se extenderá desde la revolución de 1868 a la Segunda República (1931-4936).
El papel de los krausistas y de los "institucionistas"(los que pertenecen a la Institución Libre de Enseñanza) durante el “sexenio democrático" ha sido determinante. Los demócratas Segismundo Moret y Romero Giron, ligados al krausismo, han formado parte del Comité de Redacción de la Constituci6n de 1869 y han defendido en el seno del Comité el carácter radical 1 democrático del texto constitucional haciéndolo de tal manera que rompen con la idea de la soberanía compartida (idea doctrinaria), asegurando que esta "soberanía residía en la nación de la que emanan todos los poderes" (art.32) y consagraba el derecho de reunión, asociación, la libertad de prensa y el sufragio universal. (4)
Después del fracaso de la Primera República, finales del 1874,tuvo lugar un levantamiento militar que impone la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II. Aunque los primeros años de la Restauración han sido dominados por el espíritu doctrinario del partido conservador dirigido por Cánovas, a partir del gobierno liberal de Sagasta en 1885 el régimen adopta posíciones más de acuerdo con el liberalismo social y democrático, recuperando algunas conquistas políticas del "sexenio democrático e impidiendo que la Restauración se transforme, pura y simplemente, en una vuelta al liberalismo reaccionario tal como existía antes de 1868.
Cánovas del Castillo, el 31 de diciembre de 1874, forma el primer gabinete de la Restauración. Llega a ser el auténtico organizador del nuevo régimen, el ideólogo de la Constitución de 1876 y el instigador de la creación del partido liberal conservador. Este gobierno estaba formado por la élite del liberalismo doctrinario y dirigido por Cánovas, doctrinario pragmático y de un carácter flexible que ha sabido adaptar su conducta a las nuevas circunstancias políticas.
La ideología canovista, que impregna la constitución doctrinaria de 1876, supuso también la continuación del liberalismo moderado que ha dominado en la vida política durante la mayor parte del siglo XIX. La soberanía compartida por el Rey y las Cortes, ímplicita en el Estatuto Real de 1834, se hallará formalmente afirmada en la Constitución de 1845; se mantendrá en la Constitución de 1876 y defendida por Cánóvas como el fundamento del constitucionalismo. (5)
Durante los debates parlamentarios de julio de 1871 sobre la ilegalidad en España de las organizaciones obreras inscritas en la Internacional, Cánovas apoyaba la actitud intransigente del Ministro del Interior Candau y Justificaba sus posiciones contra la libertad de aso-ciaci6n atacando el colectivismo y considerando el derecho de propiedad como el verdadero sostén del orden social. No es extraño que el republicano Nicolás Salmerón le acuse, en el transcurso de este debate de ser doctrinario y reaccionario.(6)
Cánovas ha sabido también adaptarse a los cambios que han tenido lugar durante los primeros años de la Restauración. Su indómita voluntad de constituir un sistema bipartidista, sobre la base de una alternancia entre su propio partido conservador y el partido liberal de Sagasta le condujo a patrocinar en 1885 un gobierno liberal y aceptar el programa democrático de este gobierno, a pesar de las reservas que suscitan en él este programa. Sin duda, lo que será más difícil de admitir será el restablecimiento en 1890 del sufragio universal masculino que era la esencia del liberalismo doctrinario.







1.1.-El liberalismo social.

Gumersindo Azcárate es, quizás, el que mejor representa el liberalismo social que nace del movimiento krausista durante la revolución de 1868, opuesto por lo tanto al liberalismo doctrinario canovista, al individualismo económico y a los usos corrompidos del régimen de la Restauración. Su idea del liberalismo será profundamente democrática y de carácter social. Democrática porque defiende ardientemente las libertades sociales,(el sufragio universal, la libertad de asociación, la libertad de prensa, los jurados populares), y de carácter social en la medida en que, en el más puro estilo krausista es verdaderamente en la sociedad en donde se juega el gobierno de los pueblos. Azcárate ha perseguido el objetivo de reformar o destruir las supervivencias, de la monarquía doctrinario propias de la Constitución de 1876. Ha querido transformar, sin violencia, el régimen de la Restauraci6n en un régimen democrático y representativo, no s6lo de las élites tradicionales sino también del conjunto de la sociedad en la que la nueva clase obrera y sus organizaciones políticas y sindicales ocupan un lugar cada vez más grande.
Las importantes reformas del gobierno liberal de Sagasta (1885-1890): la ley de los Jurados populares (marzo de 1888),la ley electoral que restablece el sufragio universal masculino para mayores de 25 años (1890),la le y sobre las asociaciones (junio 1887) y un nuevo Código Civil (1889), van a cambiar de manera sustancial el carácter moderado y doctrinario de la Constitución de 1876,encarnando las aspiraciones de los que habían defendido la constitución democrática de 1869.
Este gobierno liberal supuso también el éxito del liberalismo democrático frente a la corriente moderada de los doctrinarios y el reconocimiento de los derechos sociales frente al individualismo jurídico propio del liberalismo clásico, sin embargo, este éxito ha sido efímero en parte, en la medida en que las conquistas democráticas han degenerado rápidamente en un sistema rígido que ha corrompido la vida parlamentaria y el régimen electoral, dejando al margen a los que no se han sometido al "turnismo" establecido por el partido liberal y el partido conservador. El sufragio universal, que ha sido un avance democrático muy importante y que ha colocado al régimen liberal español al mismo nivel que los regímenes más progresistas de Europa, favoreció también la consolidación del caciquismo y la oligarquía. Después del sufragio universal los partidos dinásticos tienen que contar no sólo con las élites económicas que daban vida al sistema censitario, sino también tomar en consideración un electorado ampliado. En lugar de iniciar una política de auténtica defensa de los intereses nacionales, ellos han constituído un sistema clientelista, teatro de todos los favores, presiones y otros modos de corrupción.
Esta situación ha sido posible porque el elector no tiene conciencia de la función política, del voto y piensa sólo en su interés personara lo más en pequeños intereses de su localidad. (7) Por otra parte, los partidos dinásticos van a utilizar el control de la Administración, la corrupción electoral y diferentes formas de presión para asignar sus favores y establecer un tipo de beneficio clientelista con los electores que va a condicionar el conjunto del juego político hasta conducirle al caciquismo. (8)
Azcárate ha sido un defensor infatigable del régimen constitucional y del liberalismo social, en el marco de un Parlamento liberado de la corrupción que había provocado su descrédito. Aunque el parlamentarismo español no cumpliese las condiciones de una democracia liberal, Azcárate no consideraba soluciones antiparlamentarias, sino todo lo contrario, él propone un régimen parlamentario que camine en el sentido de una democracia más directa y estaría dispuesto a aceptar, aunque ha sido republicano, la monarquía en la medida en que estaría sometida al principio de la soberanía nacional; una monarquía en la que el Rey no ejerciera ningún poder moderador, se abstuviese de intervenir en el juego de los partidos y, sobre todo, no utilizar la prerrogativa real que le permitía cambiar a su antojo los gobiernos.(9)
Para que un régimen parlamentario sea verdaderamente liberal necesario el reconocer las libertades públicas (de prensa, de asociación, de reunión etc.) (10) En esta España el fraude y la corrupción electoral eran consustanciales al régimen, mejor dicho, al sistema de representación y, en mayor medida, indispensables para sostener el bipartidismo. Azcarate, como numerosos políticos, intelectuales y publicistas de su época hizo un retrato excelente de los procedimientos utilizados durante las elecciones por los partidos mayoritarios. (11)
La voluntad de abordar los problemas sociales será compartida por la izquierda liberal representada por Azcárate, Moret, Canalejas y por una corriente importante del conservadurismo que ha comenzado con Cánovas y el publicista Eduardo Sanz alrededor de 1890,y que conocerá su punto culminante con Eduardo Dato. Los conservadores han tenido un papel muy importante en el desenvolvimiento de la legislación social en España,legislaci6n que ha evolucionado paralelamente y en conexión con otros países europeos como Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia. Sin embargo, dicho esto, es preciso señalar las diferencias ideológicas y conceptuales que separan el liberalismo social del conservadurismo social.
Aunque a finales del siglo XIX el intervencionismo del Estado en las cuestiones sociales estaba, plenamente compartida por los liberales y los conservadores, las diferencias más importantes se notan en la intensidad de esta intervención y, sobre todo, en la concepción del papel que debía jugar el Estado. El liberalismo social defendido por los krausistas e “institucionistas”, piensa que el Estado no debe imponer su presencia, sino que su misión es la de iniciar y aplicar un tipo de legislación positiva que impulse las iniciativas de los grupos sociales, especialmente de las asociaciones y de las cooperativas obreras, y que favorezca todo tipo de instituciones de arbitraje y de conciliación en materia de conflictos de trabajo para buscar, siempre de una manera pacífica, el acuerdo entre el patrono y los trabajadores. Con arreglo a e estos ideales, el liberal Segismundo Moret ha creado, en diciembre del año 1883, la Comisión de Reformas Sociales (C.R.S.), institución destinada esencialmente para el estudio de los hechos relativos a la mejora de las condiciones de vida del proletariado.(12)
La creación del la C.R.S. coincide con el interés creciente en Europa por los problemas sociales y la aceptación en la mayor parte de los países de una política de intervención del Estado en los conflicto de trabajo. Durante la última década del siglo XIX y los primeros años del XX, no existen grandes diferencias entre España y el resto de los países europeos en lo que concierne al interés por los asuntos sociales, las leyes que son propuestas y las instituciones que se crean. En España, los intelectuales y la pequeña élite que gobierna conocían bien la legislación y las instituciones sociales que estaban en vigencia en Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Suiza etc., y participan también en organizaciones internacionales que trabajan en la promoción de. la reforma social. Es un conocimiento mutuo entre España y el resto de Europa, la prueba es el gran interés que suscitó la C.R.S. con ocasión de la participación de España en la Conferencia de Berlín de 1890.(13)
Azcárate ha sido una figura muy importante de la C.R.S. y del Instituto de Reformas Sociales que será creado en consecuencia y presidirá hasta su muerte en 1917. En estas instituciones se defiende el modelo krausista de intervencionismo y ha colaborado activamente en el desarrollo de leyes como las del derecho de huelga, los consejos de conciliación y los tribunales industriales, los contratos obreros, las asociaciones etc., leyes que se oponían a la visión de un Estado puramente caritativo, suministrando a la clase obrera los instrumentos que permitan la defensa, por ellos mismos de sus intereses y la mejora de sus condiciones de vida y de trabajo. (14)
Por el contrario, para los conservadores el objetivo prioritario era el de prevenir la revolución socialista, haciendo concesiones a los trabajadores con el fin de llevarles a posiciones moderadas y promulgando una legislación de trabajo gracias a la cual el Estado pueda desenvolver una política que alivie al patrón de cualquier contribución económica en la mejora del destino de la clase obrera, en lugar de reconocer la importancia y favorecer el papel del asociacionismo obrero. Cánovas estaba convencido de que los males inevitables ligados al sufragio, universal podían ser evitados gracias a la legislación social, seducido por el modelo intervencionista de Bismark.(15) Él defendía una política partidaria del Socialismo de Estado que no modificaba del todo la libertad de contrato entre patrón y asalariado, poniendo el visto bueno en reprimir las organizaciones obreras, especialmente las de carácter anarquista.(16)
Con Eduardo Dato tuvo lugar un cambio muy importante del conservadurismo social que hace que se adopten posiciones más distantes de la concepción caritativa del Estado, y por consiguiente posiciones cada vez más próximas del reformismo social y del liberalismo krausista. Durante los debates del proyecto de ley sobre el trabajo de las mujeres y de los niños, que Dato ha presentado en la Cámara de Diputados en diciembre de 1899, el jefe conservador adoptó una posición de diálogo tanto con el grupo parlamentario ligado a los patronos, como con los diputados liberales reformistas (Azcárate, Moret, Vicenti) que criticaban el carácter paternalista del proyecto de ley. La importante ley sobre los accidentes de trabajo, favorecida por Dato, fue la que ha estado más próxima de los criterios liberales, establecía el criterio de la “responsabilidad industrial” que obligaba al patrono a reparar los daños causados por los accidentes de trabajo. Este criterio que rompía con la tradicional concepción conservadora, suscitará la oposición evidente de los patronos y el voto favorable de los republicanos y de losliberales. (17)
Para Azcárate la cuestión social es, esencialmente, un problema político cuya solución no puede residir en la caridad o en la intervención social del Estado. Es la reforma de la propiedad, no en el sentido revolucionario, la participación política de los trabajadores, el profundizar en las libertades que exige la democracia parlamentaría, las garantías electorales y el pleno reconocimiento de los partidos y de las organizaciones obreras que deben permitir la resolución de los problemas sociales.
La propiedad no es un derecho inmutable y sacrosanto, como sostiene el liberalismo doctrinario, al contrario ella debe evolucionar con los tiempos, y es por eso que se puede reformar sin ser revolucionaria.(18) Él preconiza una tímida reforma agraria que permita al arrendatario convertirse en propietario de la tierra que trabaja. Incluso una falsa concepción de la libertad no puede justificar la dominación económica y el poder de una clase sobre otra; también el Estado debe intervenir, cromo afirma Emile Durkeim, para, asegurar a los individuos la independencia económica sin la cual la libertad no es más que formal.(19)















1.2.- El liberalismo democrático.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX, tienen lugar en Europa ciertos cambios en la vida social, favorecer la secularización de este Estado y democratizar el sistema parlamentario. En España, ninguna de estas cuestiones, tuvo una importancia excesiva, ya que la mayor parte de las fuerzas políticas, reforzadas por el propio sistema de la Restauración, no estaban dispuestos a llevar a cabo la mínima reforma democrática. Sin embargo algunos políticos liberales, entre los que Canalejas se distinguía por su personalidad política, han recibido la influencia de las nuevas corrientes europeas y han tratado de dearrollar, la mayor parte del tiempo din éxito, una política claramente democrática.
Desde el punto de vista ideológico, los liberales toman el camino de la democracia desde el instante en que rechazan el concepto de libertad como prerrogativa o monopolio de algunos, para aceptar el de la libertad como derecho común. Y a partir del momento en que renuncian al liberalismo censatario para conceder derechos políticos a todos los ciudadanos, y desde el momento en que no sólo aceptan sino que favorecen la participación política de las organizaciones obreras la democracia ha impregnado definitivamente los principios liberales. En este sentido, la extensión del sufragio universal en Europa y la aparición vigorosa de los partidos socialistas han contribuido a cambiar la orientación del liberalismo en el camino de la democracia. Y mientras que en Europa el proceso de cambio democrático afectó, no sin convulsiones, a la mayor parte de los liberales, en España sólo una pequeña parte del liberalismo se hallaba dispuesta a democratizar la vida política y por eso, tendrá que hacer frente al pesado aparato del partido liberal que no quería renunciar a los privilegios que el bipartidismo le ofrecía.
Canalejas que había comenzado como republicano en el grupo de Cristino Martos, se integró en consecuencia en el partido liberal. Su paso por el gobierno de Sagasta como ministro de Justicia (del 11 de diciembre de 1888 al 10 de enero de 1890) y los cambios importantes operados por este gobiernos los que Canalejas ha contribuido en gran medida, le convencieron de que la monarquía no era incompatible con las reformas democráticas y que él podría, utilizando el propio partido liberal integrar las fuerzas de la izquierda en el sistema de la Restauración,
Aceptando sin reserva el marco de la Restauración y siendo siempre fiel a la monarquía, Canalejas quiso desarrollar una política democrática que intentaba llevar a cabo la unión de todo el republicanismo, consolidado el régimen monárquico. (20) A comienzos del siglo XX, la izquierda española estaba formada esencialmente por las fuerzas republicanas, puesto que ni el movimiento obrero, debilitado a causa de las divisiones internas ni en el partido socialista, apenas organizado, no tenían la influencia e implantación que conocían sus homólogos europeos. Dicho de otra manera, no era posible que el socialismo español, posicionado muy radicalmente, pudiese establecer algunas relaciones, con el liberalismo democrático. Sin embargo, Canalejas ha buscado siempre la alianza con el partido socialista, aunque su política ha estado dirigida esencialmente hacia los republicanos.
Canalejas estaba fuertemente convencido de las posibilidades que ofrecía el régimen de la Restauración y se oponía a todo tipo de reforma constitucional que hubiese podido poner en peligro la estabilidad de la monarquía y el consenso obtenido algunos años antes por Cánovas y Sagasta. En 1906,Canalejas se encuentra en oposición a una fracción importante del partido liberal dirigido por Moret que trataba de reformar la Constitución, pensando que era la única manera de acercarse a los republicanos. Para Canalejas, la democratización de la vida política deberá pasar por la puesta en escena de un programa esencialmente progresista, permitiendo la unificación del liberalismo y suscitando una vigorosa movilización social; movilización que dará luz a una apertura del sistema y así a una participación política del conjunto de la sociedad, única manera de acabar con el caciquismo y la corrupción electoral
El liberalismo social de Canalejas defiende la necesidad de acrecentar la intervención del Estado en las cuestiones sociales, del mismo modo que favorece un cambio democrático con el fin de obtener la integración de las organizaciones obreras. Canalejas no creía en un Estado caritativo y benefactor, sino en una política gubernamental que corrigiera los abusos del capitalismo. En este sentido, él promovió una ley que regulaba el contrato de trabajo y las negociaciones colectivas, creó el Instituto de Trabajo y defendió el desarrollo de los seguros sociales de carácter obligatorio, una nueva legislación del derecho de huelga y de asociacionismo obrero, así como una ley de expropiación forzosa, que era la base necesaria de una reforma agraria.
Otros aspectos importantes de su política democrática son los que se refieren a la defensa de la reforma fiscal progresista, que dota al Estado de los recursos necesarios para el desenvolvimiento de una política social. Una reforma de la Administración que modernice el antiguo aparato burocrático del Estado. La ley del servicio militar obligatorio que pone fin al sistema de exención por el pago de una cantidad y que hacía que sólo los trabajadores cumpliesen sus deberes militares. Los medios acordados para la escuela pública para su desarrollo y la cuestión religiosa.
En España no existían verdaderas razones para tener miedo
de una derecha católica, reaccionaría e integrista que amenazara el sistema de la Restauración. Sin embargo, era necesario resolver la cuestión religiosa con el fin de regularizar las difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado, evitar el monopolio de las instituciones religiosas sobre la enseñanza, establecer la libertad de culto y poner fin a la presión antidemocrática que la Iglesia ejercía sobre las conciencias y sobre la sociedad. Canalejas ha sido uno de los raros políticos liberales que quiso resolver la cuestión religiosa, coincidiendo con los debates que tenían lugar en Europa sobre este hecho, pero también tratando de pasar del anticlericalismo radical de una gran parte de la izquierda.
El punto central de su programa era una ley sobre las asociaciones que sustituyese a la de 1887.Esta nueva ley tenía por vocación incorporar en España el funcionamiento de las congregaciones religiosas con el objetivo de poner en razón de igualdad a los laicos y a los religiosos en cuestiones tan importantes como la enseñanza o la actividad económica. De otra manera, esta ley debía consagrar la independencia del Estado en su relación con la Iglesia. (21)
Es cierto que los proyectos de Canalejas han sido atacados por el catolicismo oficial y no han sido compartidos por una gran parte de sus correligionarios liberales: los unos no han comprendido que estos proyectos no tenían como fin combatir la religión como tal, sino colocar a la Iglesia en su justo lugar en el marco de una sociedad democrática y tolerante, de acuerdo con las tendencias dominantes en la Europa de esta época; los otros que no han sabido ver que Canalejas no deseaba en ningún caso utilizar la cuestión religiosa para obtener la dirección del partido liberal, en el momento en que se anunciaba la sucesión de Sagasta.
El gobierno de Canalejas, constituido el 9 de Febrero de 1910. permitía cortar por lo sano el doble liderazgo de Moret y Montero Ríos, liderazgo que era la causa de profundas divisiones en el seno de la familia liberal. Canalejas trató de conferir a su gabinete una gran homogeneidad, prescindiendo de los grupos y facciones que luchaban en el seno del partido liberal y llamó para su Gobierno a personas que estaban fuera de estas polémicas, como García Prieto (Ministro de Asuntos Exteriores) o Romanones (Ministro de Educación Nacional).
Canalejas tuvo que hacer frente al antiguo aparato del partido cuando Moret y Montero Ríos, cinco días después de la formación del nuevo gobierno, han tratado de establecer su control obligándole a aceptar que fuese dirigido por el partido y respetando las diferentes corrientes liberales. (22) Esta actitud fue coronada por el éxito ya que durante los casi tres años que Canalejas ha permanecido en el poder, las divisiones internas del partido liberal han sido superadas y el Gobierno ha podido llevar a feliz término su programa reformista la ley sobre las asociaciones, también llamada la ley de las “cadenas”, la ley de supresión de los derechos de Consumos, la ley de reclutamiento que establecía el servicio militar obligatorio y una importante legislación social desarrollada con la ayuda del Instituto de Reformas Sociales y del recién creado Instituto Nacional de Previsión. Canalejas había dado prueba de una gran firmeza no aceptando la imposición de los jefes liberales.
El asesinato de Canalejas, un desdichado 12 de noviembre de 1912,abre un periodo de crisis profunda en el partido liberal, crisis que condujo a la ruptura definitiva en octubre de 1913:es el momento en que García Prieto ha decidido formar el partido demócrata, más que de la formación de un nuevo partido, se trataba, con la escisión de García Prieto, de permitir la consolidación de una tendencia organizada en el interior del propio partido liberales realidad las diferencias ideológicas y de programa no existían. Todo, o casi todo se reducía a un enfrentamiento personal entre Romanones y García Prieto y a una disputa para obtener la dirección del partido liberal.
Además de la crisis permanente que afecta al partido liberal a partir de 1913,otros sucesos van a influir particularmente en el futuro del liberalismo: los cambios del partido reformista, que le llevaran a aceptar la monarquía y a colocarse ideológicamente al lado de los liberales con los que aspiraban a gobernarla creación por Santiago Alba de la izquierda liberal en noviembre de 1917 y la formación de un nuevo modelo de "liberalismo reformista”, personificado por Alba y Melquiades Álvarez y que estaba fuertemente influenciado por los cambios habidos en el liberalismo europeo.








1.3.- La crisis constitucional.
Tres grandes fuerzas nacionales coinciden en la crisis española de 1917: la corriente mesocrática y militar que da lugar a las Juntas; la corriente burguesa, reformista, que conduce a la Asamblea de Parlamentarios; la corriente obrera que se manifestará en la huelga general de agosto. Las tres coincide, en el verano de 1917, en una actitud de oposición frente a un sistema político que no responde ya a la realidad ni a las necesidades del país y que se estima necesitado de una profunda reforma.
LAS JUNTAS MILITARES DE DEFENSA nacen en Barcelona desde finales de 1916,como expresión del estado de ánimo reinante a la sazón entre la oficialidad de Infantería y Caballería. Para entender tal mentalidad, quizá haya que partir de la contraposición entre el militar africanista que llevaba a cabo las campanas de Marruecos y encontraba allí un campo de acción y promoción social a través del ascenso por méritos de guerra; y el militar de guarnición, sometido de lleno a las consecuencias del encarecimiento general de la vida sobre sus cortos sueldos. Las Juntas se muestran partidarias de la escala cerrada. es decir, ascenso por rigurosa antigüedad, enemigas del favoritismo, contrarias a la oligarquía de políticos y parlamentarios. Las Juntas se extienden rápidamente, ya desde comienzos de 1917,a la mayor parte de las guarniciones de la Península. Una prueba de fuerza entre el gobierno presidido por el liberal García Prieto y las Juntas termina con la victoria de estas últimas, que se afirman con gran rotundidad en el tenso panorama político. Un manifiesto de la Junta de Infantería de Barcelona dirigido a las otras guarniciones, tendrá una amplia audiencia, por su tono regeneracionista, entre la prensa y la opinión pública del país. En principio los generales no acogen con simpatía este movimiento de la oficialidad y el general Primo de Rivera se referirá al "método improcedente, ilegal, extemporáneo y disociador" seguido por los junteros. Por otra parte, por debajo de la oficialidad, se aprecia la conmoción de los suboficiales, deseosos de establecer también sus propias juntas.
La historia del siglo XIX era lo suficientemente rica en precedentes para que las distintas fuerzas políticas del país no dejaran de mirar con expectación esta inquietud de los medios militares. En efecto, mientras los elementos de extrema izquierda se apresuran a señalar a las clases y a la tropa el ejemplo de sus oficiales, el frente reformista establecido por regionalistas, socialistas y republicanos contempla con interés la iniciativa de los oficiales porque es una fuerza joven, de base mesocrática, que clama contra las miserias de la vida política oficial. El instinto político de las Juntas no se orienta, sin embargo, en tal dirección, sino en la del maurismo, y será a Antonio Maura a quien le sea ofrecido, el 20 de junio de 1917, el apoyo del ejército para el caso de que forme gobierno. El viejo conservador responde expresando su imposibilidad moral de aceptar el gobierno mediante "presión ni sugestión alguna sobre el poder legítimamente constituido” que no siguiera los cauces estrictamente constitucionales.
LA ASAMBLEA DE PARLAMENTARIOS responde a una iniciativa catalanista, responde a un análisis de la situación llevado a cabo por Cambó y Prat de la Riba al comenzar el verano de 1917.El plan consistía en pedir al Gobierno la apertura de Cortes convocando una asamblea de parlamentarios en caso de negativa, con un doble objetivo: el fin del turno y la reforma constitucional.
En un primer momento se reúnen diputados y senadores por Cataluña sin perjuicio de su significación política. Se acuerda pedir al Gobierno la reunión de Cortes en función constituyente, se proclama la conveniencia de reorganizar el Estado de acuerdo con un régimen de autonomías y se resuelve que, en caso de que el Gobierno desoiga la petición indicada, se convocaría a todos los diputados y senadores españoles a una Asamblea extraordinaria en Barcelona dos semanas después. La respuesta del gobierno madrileño presidido por Eduardo Dato es determinante ya que se pretender suplantar la iniciativas de convocar Cortes, que constitucionalmente sólo corresponde al Rey y a su Gobierno, constituye un acto de sedición. Al mismo tiempo se pone en circulación la acusación de "separatismo", destinada a movilizar los reflejos populares contra la asamblea proyectada. Acusación manifiestamente falsa que confunde el propósito de intervenir en la vida común de todos los españoles a través de una perspectiva regional determinada.
En vista de la respuesta del Gobierno, la Asamblea de Parlamentarios de toda España se reúne en Barcelona, el 19 de julio, de manera un tanto precipitada, pero con el mínimo tiempo necesario para tomar acuerdos que reconocen la necesidad de extraer unas consecuencias políticas positivas del movimiento iniciado por las Juntas Militares y propugnan la formación de un Gobierno nacional que convoque Cortes constituyentes.
En un tercer momento, el movimiento de los parlamentarios se disuelve, centrifugado por la fuerza de un conflicto que rápidamente se extiende y va a pasar a un primer plano desde comienzos de agosto: el enfrentamiento entre los militares y los huelguistas; entre.las Juntas y el movimiento obrero. Tanto el Gobierno como las fuerzas promotora de la Asamblea de Parlamentarios observan con interés el conflicto planteado porque no son ajenas a su desenlace.
Pero el apoyo de las Juntas al Gobierno vendrá a añadirse al temor de los regionalistas, representantes de la burguesía, a una auténtica "revolución desde abajo”. El temor a tal estallido impulsó a los catalanistas a revisar su actitudes 3 de Noviembre de 1917 un gobierno de concentración acoge a dos catalanes y el 22 de marzo de 1918 Cambó ocupará la cartera de Fomento en el Gobierno presidido por Maura. Pero la revolución burguesa proyectada en la Asamblea de Parlamentarios, apoyada por reformistas, republicanos y socialistas habrá fracasado y con ella la reforma constitucional.
LA HUELGA GENERAL DE AGOSTO refleja la importancia del movimiento obrero y la inquietud que se respira también el 1917. No es de extrañar ya que los años de la primera guerra mundial fueron particularmente duros para los obreros. En el verano de 1916 hay que situar tres antecedentes importantes: el acuerdo, llevado a cabo en Zaragoza entre la UGT y la CNT, para realizar conjuntamente su campaña de reivindicaciones; la orientación simultánea de socialistas y ugetistas hacia republicanos y reformistas de Melquíades Álvarez, con miras a una acción no sólo sindical sino también política encaminada a la abdicación del Rey y a la formación de un gobierno provisional; el planteamiento de un conflicto laboral en los Ferrocarriles del Norte, conflicto resuelto en principio a favor de los ferroviarios.
La verdadera clave política del problema está en la turbia cuestión del planteamiento y desarrollo de la huelga de ferroviarios (Valencia, 19 de julio de 1917) y de sus secuelas hasta enlazar con la huelga general del 13 de agosto, la huelga valenciana fue juzgada desastrosa, por lo inoportuna, por los concurrentes a la Asamblea de Parlamentarios, reunida en Barcelona ese mismo día y, en especial, por Pablo Iglesias por los dirigentes socialistas. La huelga fue inducida por unos republicanos de Valencia tal vez en conexión, en calidad de provocadores, con el mismo gobierno de Madrid. Pero hay, además del problema de su iniciación,el de su ulterior tramitación entre los obreros ferroviarios, la Compañía del Norte y el gobierno mismo. Los primeros no tardarán en mostrarse propicios a la transigencia; la segunda mantendrá empecinadamente unos despidos y una actitud rígida, se sospecha que por inducción del Gobierno, ya que éste, para sostenerse en el poder, necesitaba una situación de violencia. Se produciría así la huelga general y con ella, el movimiento político, de la Asamblea, que podía sumar estamentos y clases, quedaba sumido en un conflicto social, de lucha de clases, con sus características más violentas. Esto situaría al lado del Gobierno, tanto al ejército como a sectores de la sociedad burguesa.
El Gobierno ha hecho abortar una huelga general que sabía largamente preparada. Los socialistas estiman que una vez iniciado el proceso, no pueden abandonar a los huelguistas, Pablo Iglesias, gravemente enfermo a la sazón, le hubiera querido quitar todo carácter político o revolucionario, todo lo contrario al espíritu que animaba al sindicato anarquista de la CNT. LA huelga general da lugar a choques sangrientos con el ejército en Madrid, en Barcelona, en Bilbao, quedando el frente reformista, enteramente roto y el ejército se preguntaba si había sido utilizado simplemente como peón en la lucha de clases.
Es el final definitivo del bipartidismo que hacía evidente su agotamiento precisamente cuando acababa de frustrarse la posibilidad de una renovación del sistema político.



1.4.- La descomposición del régimen.

Los responsables de la política española dejaron pasar, en 1917, la última gran ocasión para rejuvenecer el sistema de la Restauración mediante una reforma constitucional. La frustración de 1917 inaugura un sexenio en el que cabe destacar cuatro aspectos como especialmente importantes: la descomposición del sistema político; la crisis que determina el final de la guerra europea en la economía española; La intensísima agitación social; la honda conmoción emocional determinada por el desastre marroquí de 1921;la orientación hacia una dictadura militar que encontrará su hombre en el general Primo de Rivera.
EL DESCONCIERTO POLITICO QUE VIENE DADO POR LA APARICION de gobiernos de concentración angustiosa respuesta del poder a la realidad de la atomización de los partidos constitucionales, del pluripartidismo, con la consiguiente desorientación del cuerpo electoral. El régimen queda desbordado por todas partes, sin acertar a controlar la situación. Entre 1917 y 1923 hubo en España trece crises totales y treinta parciales, acabándose los gobiernos estables de la época del "turno pacífico”. En plena crisis de 1917,los gobiernos del liberal García Prieto (mayo 1917) y del conservador Dato (junio a noviembre de 1917) se atienen todavía, formalmente, a la clásica ortodoxia del sistema. Pero una vez derribado este último por un ultimátum de las Juntas militares, sobreviene el gobierno de concentración presidido por García Prieto en el cual figuran, junto al conservador La Cierva, hombre grato a las Juntas, que continúa en la cartera de Guerra, dos catalanes: Ventosa de la derecha y Rodés de la izquierda.
A este primer gobierno de concentración sucederá el "gobierno nacional" presidido por Maura e integrado por un conjunto de personalidades de distintos partidos, entre ellos Cambó, que pasa a ocupar la cartera de Fomento (1918).El frente de la Asamblea de Parlamentarios queda escindido con esta aceptación del catalanismo a colaborar en el gobierno y éste se ve obligado a prescindir del "turno" aunque elude la general demanda de Cortes Constituyentes. Sin embargo hay que destacar el constante deterioro del poder civil que comporta la ya habitual presión de los militares sobre el mismo.
LA CRECIENTE AGITACIÓN SOCIAL viene determinada por el incremento numérico del proletariado industrial ,por la oleada migratoria interna y por la subida de precios, añadiéndose a todo ello la crisis económica iniciada en 1919 por la súbita contracción del mercado europeo. Los dueños de las minas asturianas y los armadores vizcaínos vuelven a la situación de antes de la guerra; los propietarios rurales, impulsados por la subida de precios, habían puesto en cultivo tierras marginales y ahora han de devolverlas a unos pastos de escaso aprovechamiento. De esta forma, dice Raymond Carr, “el subempleo agrícola viene a agravar el paro en las ciudades. La caída de los precios y el paro se encuentran tras las huelgas revolucionarías de 1929-23”. Y a todo esto podemos añadirle la escasa disposición que cabía esperar, entre los trabajadores, para una comprensión de las nuevas circunstancias en que se encontraban los empresarios, habituados como estaban a las ganancias exorbitantes y a la experiencia de una subida de salarios lograda exclusivamente a través de la presión ejercida por sus asociaciones.
Los epicentros de esta agitación social son Barcelona y el campo andaluz. En Barcelona, algunas huelgas como la de la "Canadiense" en 1919,marcaron un hito en la historia del movimiento obrero español: terminó con la victoria de los huelguistas después de afectar durante dos largos meses a los servicios de gas y electricidad. Pero no es ya la huelga el máximo exponente de la lucha social que presencia Barcelona, sino el enfrentamiento violento entre obreros y patronos, el recurso por unos y por otros al pistolerismo. Es un clima de extrema tensión social al que también corresponde la efervescencia del campesinado andaluz, el llamado "trienio bolchevista” que afecta en especial a los jornaleros de Córdoba, Sevilla y Cádiz.
EL DESASTRE MARROQUI es extraordinariamente importante y sería un error ver en la larga guerra africana que España mantiene entre 1909 y 1927 un problema de mera política exterior. Es un problema militar y no faltan, desde los líderes obreros y no pocos republicanos, hasta el general Primo de Rivera, quienes se planteen la cuestión de si la conquista de un país que se prevé inasimilables justifica el enorme esfuerzo militar, humano y económico que tal conquista va a exigir a los españoles. Prevale el criterio de la ocupación, primero la región de Yebala donde se ha hecho fuerte El Raisuni; en segundo lugar la región del Rif, feudo de Abd-el-Krim. En la primavera de 1921 el general Fernández Silvestre aborda la empresa de adentrarse en el Rif con más entusiasmo que prudencia y preparación técnica. Desde un punto de vista militar, la catástrofe sobreviene cuando las posiciones de Igueriben, Annual y Monte Arruit van siendo cercadas y conquistadas por las huestes de Abd-el-Krim y más de 8000 soldados españoles perecieron en el intento.
El problema subsiguiente, planteado a escala peninsular, es político y de opinión pública con fuertes críticas al ejército y a la administración militar, con fuerte impacto a la vez sobre una situación política ya deteriorada. La investigación de las responsabilidades técnicas es confiada a una comisión presidida por el general Picasso; una comisión de las Cortes (diez liberales, once conservadores) estudiará el informe Picasso e investigará las responsabilidades políticas. Sin embárgalos resultados del proceso de esfumarán en el marco del desorden social y político imperante, y en el cambio de régimen que supone el advenimiento de la Dictadura.



1.5.- LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA.
HACIA LA DICTADURA se dirige este dramático sexenio. Frustrada la reforma constitucional por la que clamó el país en 1917, el sistema canovista se embarca desde entonces en una vía sin destino. La inoperancia de las Cortes, la persistencia del caciquismo rural obstaculizan gravemente la maduración de la democracia, de una democracia parlamentaria que en toda Europa habla exigido un largo período de habituación y de arraigo, y que no era, más extraña al pueblo español que a cualquier otro de los de Europa occidental.
La renovación no había podido encontrar el camino normal y seguro de la revisión constitucional, de la reforma social. Habría de confiarse a un cirujano de hierro que, por vía milagrosa, sacase al país del atasco. La historiografía ha subrayado la ilación entre el mito aludido y la aparición del Dictador, que anhelaba una burguesía deseosa de mayor protección, la protección del militar, frente a la creciente marea del obrerismo. Todo ello desembocará en el golpe de Estado del general Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, el 13 de setiembre de 1923.El Gobierno presidido por García Prieto dimite al día siguiente. El rey accede a entregar el poder a Primo de Rivera.

LA DICTADURA permanecerá durante seis largos años. Que un general, mediante un golpe de Estado llevado a cabo con el apoyo del ejército y con el asentimiento expreso o tácito de la mayor parte del país, se hiciera cargo del poder para poner fin a una situación de anarquía, no era nuevo en la historia contemporánea de España. La originalidad del régimen de Primo de Rivera estriba en el hecho de que la Dictadura pretenda convertirse en un régimen estable con sus fundamentos constitucionales propios, bajo la poderosa inducción de un ejemplo que estaba en el ambiente político de todos los países de Europa meridional: el fascismo italiano, fundado por Mussolini y triunfante en Italia desde octubre de 1922.Salvador de Madariaga, otro coruñés ilustre, hace una certera semblanza personal del dictador Primo de Rivera: “Hombre espontáneo, intuitivo, no informado, irritable ante el obstáculo, imaginativo, intensamente patriota, dado a opiniones simplistas, a resolver problemas complejos con sencillez pastoral, a preferir la equidad a la justicia, el buen sentido al pensamiento. Tenía cualidades que le elevaban sobre la masa: su valentía física y moral, que llegaba a veces a la audacia, sobre todo en sus excursiones por el campo del intelecto, y que le inspiraba a ratos actos de estadista en sus éxitos Politicomilitares de Marruecos. Era verdaderamente generoso y no tenía rencor ni para aquellos que le habían ofendido a él ni para aquellos que él había u ofendido, generosidad esta última que la mera ironía no acierta a comprender. Tenía buen corazón, en armonía con su buen sentido. Andaluz, era hábil y aun fino".
Le apoyaron, en principio, el ejército, una burguesía ávida de orden y estabilidad, los grandes terratenientes, los medios eclesiásticos, éstos no sin cierto resentimiento por la predilección que el dictador manifestó hacia los socialistas en el marco de su política social y laboral, en detrimento de los sindicatos cristianos; los hombres de toda extracción ganados por la simplicidad y el evidente atractivo humano del dictador, así como por las realizaciones materiales del régimen. Pretendió apoyarse en las masas neutras, en el hombre común: “El mayor, tal vez el único sostén de mi gobierno lo constituyen mujeres y trabajadores”, llegó a decir en cierta ocasión. En otra, y a falta de elecciones regulares, recurrió a un singular plebiscito nacional consistente en la constitución, en lugares adecuados de todas las provincias de España, de mesas en las que los ciudadanos podían voluntaria y espontáneamente depositar su firma, como forma de significar su adhesión al Gobierno. El número de firmantes alcanzó la insólita cifra, de 7.506,468. Sin embargo, las elites financieras, intelectuales, políticas, incluso militares, van retirando su apoyo a los planes del dictador o manifestando su oposición a los mismos. Para Raymond Carr, fue la desaparición del apoyo de la derecha, mas que los ataques provenientes de la izquierda, lo que marcará en última instancia, el deterioro del régimen dictatorial.
En cuanto al monarca se refiere, ha sido muy discutido por los historiadores, y sobre todo por los políticos, la rectitud de su comportamiento constitucional al sancionar el golpe de Estado, accediendo a otorgar a Primo de Rivera el encargo de formar gobierno y al autorizar con su refrendo la larga interrupción de la normalidad constitucional llevada a cabo por él mismo.
Una grave crisis financiera precipitará de manera directa e inmediata la caída de un régimen ya gravemente deteriorado al comenzar 1930. Al desenlace ayuda activamente una oposición claramente heterogénea: desde la oligarquía política, que propugna el retorno a la normalidad constitucional, hasta las fuerzas republicanas encabezadas por una élite intelectual y universitaria ,o los medios obreros que preparan una huelga general. Por otra parte, los altos cuadros del ejército, con ocasión de una patética consulta hecha por el dictador tres días antes de su caída, se muestran remisos, en su apoyo. El monarca, viendo subvertido el clima nacional de asentimiento colectivo que presidiera el nacimiento de la Dictadura, se orienta hacía la oposición. El 28 de enero de 1930,Primo de Rivera dimite. El rey encarga al general Dámaso Berenguer la formación de un nuevo gobierno. Primo de Rivera marchará a París donde morirá al mes y medio de su caída. Su cadáver traído a Madrid recibirá un cálido homenaje popular, en contraste con la actitud de los medios oficiales.
El retorno a la legalidad constitucional de 1876 iba a durar menos de quince meses; la caída de la dictadura va a ir seguida, de cerca, del fin de la monarquía. La necesidad, unánimemente sentida, de una reforma constitucional a fondo, se orienta preferentemente en sentido republicano. Y el rey busca soluciones a los problemas a través de contactos con Santiago Alba y con Francisco Cambó. Ante la necesidad de convocar elecciones, se estima más prudente comenzar por las municipales, de menos trascendencia política que las generales. Las elecciones municipales del 12 de abril dl 1931 dan el triunfo a la coalición de republicanos y socialistas en las grandes ciudades. El propio Romanones decía que votaron contra la monarquía gran número de sacerdotes, frailes, militares y aristócratas. En todas las capitales, menos en cuatro, la mayoría se mostró a favor de la república".
La mayoría de los ministros y el rey con ellos se muestran enemigos de todo recurso a la violencia y los más altos responsables del ejército y de la fuerza pública se inclinan hacia una actitud de prudencia y neutralidad. El rey, resuelto a evitar el derramamiento de sangre, decide suspender el ejercicio del poder real, dejando paso a la república y abandonando el país. El 14 de abril de 1931 de proclama la república en medio de un general entusiasmo.









2.- REFERENTE SOCIOLÓGICO.

2.1.- La Iglesia.
A pocos países se ha identificado tan estrictamente con el catolicismo como a España. Para algunos, la Iglesia ha sido parte integrante de la identidad de la nación, cuando no el fundamento de esa identidad. Y sin embargo, durante los siglos XIX XX, la Iglesia, en su pugna por definir su relación con una sociedad liberal naciente, ha sido la institución más controvertida del país, en tanto que esta sociedad y los gobiernos que de ella surgieron, intentaban delimitar un ámbito aceptable donde situar a la Iglesia y a la religión.
Pero, por muy penosas que fueran las dificultades para definir el cometido institucional y la naturaleza de la Iglesia en el seno de esa nueva sociedad, aún fue más grave el hecho de que un sector cada vez más amplio de la población se alejase de aquella y de sus ministros y hasta de la religión misma. En los primeros años del siglo XX las creencias religiosas habían dejado de constituir un legado común de todos los españoles y se habían convertido en otro elemento de conflicto. Esta descristianización creciente fue, en gran parte, consecuencia de la incapacidad de la Iglesia para responder eficazmente a los retos de la urbanización y la industrialización.
En el siglo XVIII la Iglesia católica era una institución con gran poder político, económico y social. A mediados del mismo había unos 200.000 miembros del clero, aunque su distribución geográfica era irregular y abundaban más en el norte que en el sur. También había más clérigos en las ciudades que en el campo. La España del Antiguo Régimen tenía una Iglesia urbana en una sociedad rural. El clero que mantenía un contacto directo con los fieles, los curas de parroquia, formaba la parte más reducida de la población eclesiástica, superado con mucho por los miembros de las ordenes religiosas y los beneficiados, que se concentraban en las ciudades y abundaban más en las zonas mas ticas del país.
La enorme riqueza de la Iglesia procedía de fuentes diversas e iba a parar no, por supuesto, al salario de los párrocos, miserablemente remunerados y que con frecuencia se veían obligados a realizar otros trabajos, como tutores o administradores de la nobleza. El mayor gasto eran el de las construcciones, la decoración y el esplendor del culto. En esta partida entraba un elevado número de miembros del clero catedralicio. En 1805 la catedral de Toledo tenía 143 plazas eclesiásticas; Sevilla tenla 137 y Santiago 166.-La caridad era otro de los grandes gastos.
Durante el reinado de Carlos III (1759-1788) se produjo en la Iglesia un movimiento de reforma apoyado por el gobierno. Pero el fracaso de este plan dejó a la Iglesia mal preparada para afrontar las décadas de desorden desencadenado por la irrupción de la Revolución francesa en España y por unas condiciones políticas totalmente distintas derivadas de ella. La institución que habría de nacer de la crisis de la década de 1840 sería muy distinta de la existente a comienzos de 1789.-

2.1.1.- La posición de la Iglesia.
La oposición a la ocupación francesa contó con el apoyo total de la Iglesia, que le dio el carácter de cruzada, y pareció reafirmar su función de institución nacional dirigente. La jerarquía. apoyó la elección de un parlamento en el territorio no ocupado que, cuando se reunió en Cádiz en 1810,,contó con un fuerte contingente eclesiástico, 97 de sus 308 miembros. Pero cuando las Cortes aprobaron leyes como la de la abolición de la Inquisición, la libertad de expresión y de prensa y la reforma del clero regular, se topó con la oposición de la Iglesia. Con la vuelta al trono de Fernando VII (1808-1833) en 1814, la jerarquía esperaba restablecer la posición privilegiadas que había disfrutado la Iglesia bajo el Antiguo Régimen.
La brecha entre reformadores y tradicionalistas, visible en el siglo XVIII, continuó abierta y se agrandó aún más. Se identificó reforma con liberalismo y se aisló a las personas que desde dentro de la Iglesia abogaban por las reformas. A partir de 1814 las ideas políticas fueron un factor a tener en cuenta en el reclutamiento de sacerdotes. La persecución del clero liberal de agravó después del interludio liberal de 1820-1823.Hubo una avalancha de denuncias y se llevó a juicio a los partidarios de la Constitución. Los sacerdotes mas viejos, decididamente antiliberales, obtuvieron los mejores puestos, mientras que los liberales fueran desterrados a los pueblos menos atractivos.
La experiencia de 1820-1823 arrojó definitivamente a la Iglesia en brazos de la reacción. Al principio, la oposición a la Constitución fue escasa y la mayoría de los obispos, lo mismo que el clero, prestaron juramento de lealtad, si bien los miembros de las ordenes religiosas estuvieron mucho menos dispuestos a cooperar. Pero las propuestas de reformas, entre las que se incluía la supresión de las ordenes puramente monásticas, empujó a una gran parte del clero a la oposición y las autoridades políticas comenzaron a actuar contra aquellos sacerdotes que no apoyaban la Constitución.
Tras su segunda restauración en 1823,,Fernado VII derogó la legislación liberal y, aunque no cedió a las demandas eclesiásticas de restablecer la Inquisición, permitió de forma no oficial que las Juntas de Fe funcionaron hasta 1827. En la ultima década del reinado de Fernando VII la mayoría de la Iglesia apoyaba al gobierno, pero habla una minoría activa, especialmente fuerte en Cataluña, que colaboró con las sociedades secretas realistas y se pasó al partido de Carlos, el hermano del Rey. Cuando estalló la guerra, en 1833, la mayor parte de la jerarquía reconoció a la hija de Fernando, Isabel. El apoyo a los rebeldes llegó sobre todo de los monasterios y conventos del norte de Andalucía.
Entre 1835 y 1843 los gobiernos progresistas colocaron, por ley, a la Iglesia en una situación menos privilegiada, y eliminaron de paso la base institucional de la Iglesia del Antiguo Régimen. En octubre de 1835 se suprimieron los monasterios y en febrero de 1836 se vendieron sus propiedades. Finalmente, en julio de 1837, se abolieron las órdenes masculinas. Durante la regencia de Espartero (1840-1843) el gobierno intentó crear una Iglesia más eficaz, obediente al Estado. Se sacó a la venta la propiedad del clero secular y en 1841 se propuso una importante reorganización de parroquias y diócesis, además de establecerse limitaciones a las relaciones entre la Iglesia española y Roma. Hubo intentos de purgar al clero políticamente desafecto mediante la exigencia de un certificado de lealtad que deberían otorgar los gobernadores civiles.
Ni los progresistas ni los moderados consideraron el problema de la Iglesia como una alternativa entre religión y ateísmo. Ambos grupos consideraba la religión importante para el orden social y procuraron encontrar para la Iglesia una función razonable. La cuestión que se planteaba era el tipo de Iglesia y religión que debía tener el país. Los progresistas atacaban el tamaño y riquezas de la Iglesia por considerarlas excesivas, pero nunca pusieron en duda su hegemonía espiritual. La constitución de 1837 declaró al catolicismo religión del Estado y manifestó que el clero debía ser mantenido con fondos públicos. El catolicismo tenía una importante misión que cumplir como fuerza unificadora en una sociedad dividida ya de por sí de múltiples maneras.
Los moderados, que llegaron al poder tras la caída de Espartero en 1843 y permanecieron en él hasta 1854,tenian sus propias ideas sobre la relación entre la Iglesia y el Estado y la sociedad. Para ellos, la Iglesia tenía una función indispensable para el mantenimiento del orden público. El clero tenía el deber de predicar a las clases bajas obediencia a las leyes y resignación. Insistían, los moderados, en la utilidad del clero, pero pidieron que renunciara al fanatismos la Inquisición y a la ingerencia en política. Deberá también alcanzar un determinado nivel personal e intelectual.(23)
A principios de 1844 los moderados comenzaron a trabajar para mejorar sus relaciones con la Iglesia. Se permitió a los obispos regresar del exilio y se abolieron los certificados de lealtad. Al año siguiente se devolvieron las propiedades del clero secular aún no vendidas. La Constitución de 1845 confirmó el catolicismo como la religión de la nación española y obligó al Estado a "mantener el culto y a sus ministros”. Las negociaciones para, una reconciliación definitiva comenzaron en 1848 y culminaron con el Concordato de 1851. Éste afirmaba que la "religión católica, apostólica y romana es la única religión de la nación española, excluyéndose cualquier otra religión. El clero secular debía ser mantenido por el Estado; el presupuesto religioso ascendió a una séptima parte de los gastos del gobierno. El Estado acordó así mismo financiar los seminarios, permitir a la Iglesia tener propiedades y aceptar el funcionamiento de un número limitado de órdenes masculinas; prometió también que la educación sería en todo conforme a la doctrina católica. A cambio, el Papa reconoció la venta de tierras ya realizadas y ratificó el derecho de la Corona al nombramiento de obispos. El Concordato resolvió el controvertido problema de las relaciones entre Iglesia y Estado, pero no planteó el del lugar de la Iglesia y su influencia en la sociedad.
Este acuerdo se mantuvo sin cambios hasta la Segunda República, excepto en el interludio revolucionario de 1868 a 1874,en que el gobierno suprimió las comunidades religiosas, prohibíó a las órdenes mantener propiedades, abolió la jurisdicción eclesiástica especial e introdujo el matrimonio y el registro civiles y pruso así mismo permitir la libertad religiosa. El 1 de agosto de 1873 el gobierno de la Primera República anunci6n un plan para la separación de la Iglesia del Estado, por el que éste renunciaba a sus poderes de nombramiento y dejaba a la Iglesia autonomía para regirse a sí misma. Le ley fue criticada por la opinión clerical y feneció a una con la República.
La Constitución de 1876 volvió a poner en vigor el acuerdo
de 1851,pero con una modificación significativa. El artículo 11,que trataba de los asuntos religiosos, era con mucho el aspecto más debatido del intento realizado por Cánovas para reconciliar todas las opiniones liberales y crear un sistema político estable. La solución de Cánovas mantenía al catolicismo como Iglesia oficial y concedía incluso a los obispos diecinueve asientos en el Senado, pero permitía la práctica en privado de otras religiones. Esto provocó la oposición ruidosa de la jerarquía, pero ya a finales de 1880 el grueso de la Iglesia española estaba dispuesta a aceptar la Constitución aunque sin entusiasmo y la Iglesia siguió expresando sus demandas de una mayor participación en la educación, en la censura y en la moralidad pública.
El gobierno de Maura, de comienzos de 1907 a fines de 1909,fue probablemente el que tuvo mayor éxito en aquella época. Hizo aprobar decenas de leyes sobre medidas económicas, intentó una reforma electoral y legalizó las huelgas. Esperaba obtener el apoyo de todas las fuerzas católicas y conservadoras del país a su partido revitalizado y parecía que iba a lograrlo. Su gobierno estableció restricciones al matrimonio civil e indicó que, en el futuro, pensaba adoptar medidas que resolvieran definitivamente el problema del registro de las órdenes religiosas y su legalización. La fuerza y el éxito de Maura, el amplio apoyo conservador y católico de que gozaba, alarmaban a la oposición. Los republicanos y algunos liberales insistían en que el gobierno, con su identidad religiosa, su dominio del parlamento y su vigorosa política de orden público, era peligrosamente reaccionario, a pesar de su política de reformas en cuestiones económicas y sociales. La propuesta de la ley antiterrorista, en 1908, fue bloqueada como una amenaza a las libertades cívicas, por un frente unido de republicanos y liberales. Por primera vez el partido Liberal se unió a los republicanos para frustrar a sus adversarios conservadores, y lo justificaron aduciendo que Maura había abandonado los principios de compromiso en los que Cánovas fundara el sistema. El sistema bipartidista español, bajo la monarquía constitucional, había defendido los intereses católicos desde 1875 y Maura no hacía más que continuar en la misma línea.
La rebelión colonial contra las operaciones españolas, en el norte de Marruecos, en 1909, precipitó la caída de Maura. El siguiente gobierno liberal sólo pudo reunir a las diversas facciones del partido sobre la base de un programa general de libertades cívicas, que incluía la libertad de conciencia y educación, el matrimonio civil, el entierro civil y el control de las asociaciones religiosas. Canalejas presidió este gobierno hasta 1912 durante su mandato se canceló el derecho del clero a inspeccionar los programas de estudio de las escuelas privadas no católicas y, en junio de 1910,el gobierno reconoció el derecho de los templos protestantes a exhibir en sus edificios signos externos y emblemas de su culto, cosa que antes estaba prohibída. Los objetivos principales consistían en establecer las restricciones estatales sobre las ordenes religiosas y negociar también una reducción sobre el subsidio eclesiástico. Sin embargo Canalejas acabó dándose cuenta de que estas medidas no podían imponerse por decisión legislativa, sino que sólo era posible llegar a ellas mediante negociaciones con el Vaticano que se negaba a hacer concesiones importantes.
El gobierno de Canalejas presentó entonces la famosa "ley del candado", según la cual no se reconocerían nuevas comunidades religiosas en los dos arcos siguientes, a menos que se registraran en el Ministerio de Gracia y justicia. Pero la fuerza de esta legislación se vio muy menguada por el hecho de que en España había ya cerca de 4000 comunidades de clero regular y monjas, que abarcaban a unos 55.000 religiosos, pertenecientes a cada una de las órdenes reconocidas por Roma.
En julio de 1910 se organizaron protestas en el norte, propiciadas oficialmente por los ayuntamientos y diputaciones del país Vasco. Hubo protestas similares en Cataluña y en San Sebastián, centro de grandes manifestaciones, el gobierno tuvo que sacar la tropa a la calle y declara el estado de sitio. Sin embargo los católicos no tenían nada que temer y aunque la legislación inicial se aprobó, nunca se reglamentaron las medidas permanentes, sin las cuales no tenía efectividad.
Con la dictadura de Primo de Rivera, las relaciones entre la Iglesia y el Estado entraron en una entente cordial. En sus inicios, en noviembre de 1923, el rey Alfonso XIII y el general Primo de Rivera hicieron una, visita oficial a Roma, en el curso de la cual rindieron obediencia formal al papa, lo que constituía el gesto más importante de este tipo hecho por cualquier jefe de Estado desde 1870. La dictadura tuvo relaciones armoniosas con la Iglesia y favoreció de distinta manera los intereses católicos. Aunque apenas si aumentó el estipendio eclesiástico, aportó nueva ayuda financiera y administrativa a la educación católica. A cambio, cuando el episcopado catalán combatió la supresión de la cultura catalana y el uso del catalán en los servicios litúrgicos, el gobierno pudo contar con el apoyo tácito del resto de las jerarquías eclesiásticas.
La estrecha relación con la Dictadura tuvo consecuencias desastrosas para la Iglesia, como las tuvo para la monarquía. Y, a la larga, su identificación con el catolicismo no benefició tampoco al dictador, pues consiguió dar estímulo a una nueva fase de anticlericalismo, cuyas pasiones ayudaron a los enemigos del nuevo régimen. Cuando Primo de Rivera propuso reconocer oficialmente los diplomas dados por las universidades católicas, equiparándolos con los de las universidades estatales, provocó la primera manifestación abierta a su régimen en 1928-1929,en forma de manifestaciones y motines estudiantiles, factor importante en precipitar la caída de la dictadura.
El confuso camino de la acción cívica y social católica, no logró reducir la división entre católicos y no católicos y de hecho se aceleró la descatolización en las grandes ciudades y en el sur. Tras la experiencia de casi siete años de este régimen, los elementos más liberales de las clases medias estaban mas convencidos que nunca de que el catolicismo era el baluarte del autoritarismo y de la reacción y, por tanto, el principal obstáculo al progreso y a la ilustración. De modo paralelo, los obreros de las ciudades y el proletariado rural del sur vieron el apoyo moral y cultural de la iglesia a las clases poseedoras el principal obstáculo contra la revolución. Así cuando la monarquía se hundió, en abril de 1931, la Iglesia se encontró más expuesta y vulnerable que al iniciarse el régimen liberal.
En GALICIA la Iglesia desarrolla, además de un control de las ideas y de las lecturas, una amplia mentalización colectiva a través de medios diferentes. El confesionario es uno de ellos, utilizando para conseguir una formación de acuerdo con las directrices marcadas por los obispos y el papa. El púlpito tiene una gran influencia ideológica a través de sus predicaciones dominicales y en los días festivos y de ello también eran conscientes los liberales que siempre procuraron tener sacerdotes a su servicio, o en todo caso procuraron condenar las ideas absolutistas. El púlpito era una plataforma que podía ser aprovechada por las distintas fuerzas políticas.
Función muy distinta, tal como nos señala el profesor Barreiro Fernández, tuvieron las misiones populares. Era una especie de pedagogía colectiva que previamente creaba el clima adecuado por medio de acciones espectaculares como eran las procesiones con grandes cruces, confesiones públicas etc. Los misioneros, en un lenguaje enormemente popular, con una voz potente, llamaban la atención de la gente hasta en las cosas más sencillas, recordando las ideas teológicas más elementales y los vicios 1 más frecuentes que se daban en la zona. Era en este momento cuando se introducían connotaciones políticas o culturales que interesaban a la Iglesia. Y así los misioneros, que se preparaban para esto en los seminarios o en los colegios religiosos, eran conscientes de que debían proclamar las desgracias públicas y atribuir las hambres y las guerras a la infidelidad de ciertos gobiernos y a la infidelidad de la gente hacia la ley de Dios y de la Iglesia.
Las catequesis tenían como receptores a los niños, intensificándose siempre que la enseñanza de la religión estuviese en peligro o que la Iglesia no pudiese controlarla. A su vez, en Galicia tuvo fuerte impulso el Asociacionismo laico que surge no por una conciencia teológico previa sino como una respuesta por parte de la Iglesia y de los católicos contra lo que ellos consideraban agresiones del Gobierno. Y este fue el error del asociacionismo gallego ya que estas asociaciones se convertirán en sucursales de los partidos políticos más reaccionarios.
2.1.2.- El clero.
La Iglesia del siglo XIX y primeros años del XX era más reducida y también más pobre que la del Antiguo Régimen.
El clero parroquial creció a lo largo del siglo XVIII y al llegar la Restauración representaba el sector más amplio de la población eclesiástica, aunque retrocedería a comienzos del siglo XX, para quedar aproximadamente en sólo un tercio del clero.
El clero regular se vio mucho más afectado. La Guerra de la Independencia supuso para ellos un punto de inflexíón. Desde 1768 su número había ido disminuyendo gradualmente, pero en 1808 sólo había descendido en un 16 por ciento. En 1837 quedaron abolidas las órdenes masculinas, pero el Concordato les autorizó a regresar, aunque en número limitado. La recuperación de las órdenes masculinas fue lenta, a pesar de que la Iglesia se aprovechó de la ambigüedad del artículo del Concordato que regulaba sus actividades para introducir varias órdenes. En 1867 había únicamente 1.500 monjes en el país. El auténtico renacimiento de las Órdenes se produjo durante la Restauración. A partir de 1875 aparecieron treinta y cuatro órdenes masculinas y se fundaron 115 monasterios. En 1910 contaban con 22.000 miembros.
Las ordenes y congregaciones femeninas no tuvieron una historia tan agitada y en el proceso de reforma fueron en gran parte ignoradas. El decreto de julio de 1837 no disolvió estas órdenes, pero redujo el número de casas y acabó con el reclutamiento de vocaciones, proscripción que se mantuvo hasta 1851. Las ordenes femeninas encabezaron de hecho el renacimiento del clero regular a partir de 1875 y durante la Restauración se fundaron cuarenta y una órdenes y en 1900 había más de 42.000 monjas, que sumaban casi la mitad de la población clerical.
El clero parroquias siguió estando pobremente pagado y escasamente preparado. La mayoría ganaba menos de los 5.000 reales que las Cortes de Cádiz establecieron como salario adecuado para el clero rural, los ingresos iban de 1.650 a 15.000 reales y algunos de los clérigos más pobres se vieron obligados a dedicarse a actividades como la cría de cerdos para poder subsistir.
De hecho, la situación material de la Iglesia había ido decayendo desde finales del siglo XVIII, aunque el golpe definitivo no llegó hasta la desamortización de 1837 que destruyó “casi por entero el antiguo y sustancioso patrimonio de la Iglesia en España”, según manifestaba el Nuncio en una circular confidencial del año 1853. Los ingresos independientes de la Iglesia fueron sustituidos por pagos del gobierno conocidos como "el clero y culto" y el Concordato estableció el mismo sistema, considerándose que la ayuda equivalía, más o menos al producto de, las propiedades de la Iglesia y el diezmo antes de 1836.
El nivel de instrucción e incluso de moralidad de parte del clero rural a comienzos del siglo XIX dejaba mucho que desear y en la década de 1820,muchos de los clérigos rurales tenían tan sólo una formación escasa y únicamente recibían la tonsura, sin llegar al sacerdocio. (24) El Concordato, que estableció seminarios centrales, no mejoró de manera sustancial el nivel de educación y la preparación eclesiástica. Las facultades de teología hablan estado clausuradas entre 1845 y 1852, de modo que los nuevos seminarios y sus estudiantes no tenían contacto con la universidad y estaban intelectualmente aislados. La educación en los seminarios era también deficiente en preparación pastoral. El número de seminaristas aumentó de 16.000 en 1853 a 23.600 en 1867, pero no todos llegaron al sacerdocio y no todos los estudiantes tenían capacidad para lograrlo.
Por más deficiente que fuera la educación en los seminarios, no todos los sacerdotes disfrutaron de ella. El plan de estudios redactado en 1852 añadía un "curso reducido" de tres años de latin, uno dé filosofía y dos de teología, pensado para formar sacerdotes para parroquías rurales. La preparación normal duraba catorce años. El plan se justificaba porque no se consideraban necesarios todos estos estudios para los que se dedicasen a la carrera eclesiástica, ya que en la Iglesia había muchos ministerios que no requerían esta instrucción y, además, no todos se hallaban en disposición de hacerlo por falta de recursos o por no estar dotados de la inteligencia suficiente.
Al comenzar el siglo XX se habían suprimido las alternativas a una estancia larga en un seminario, que se prolongaba habitualmente entre los doce y los veintitrés años. Al igual que muchos otros, aspectos de la vida católica, el mundo seminarista era un mundo cerrado, tanto física como intelectualmente, y la instrucción que recibían contribuía poco a prepararlos para un mundo urbano o industrial, ajeno a muchos seminaristas, originarios en su mayoría de pueblos y pequeñas ciudades.
La insuficiencia de la educación y preparación de los clérigos se manifestaba en la pobreza de la vida parroquial. A comienzos del siglo XIX los sacerdotes mejor preparados buscaban puestos sin responsabilidades pastorales y los que continuaban de párrocos eran incapaces de cumplir correctamente con estas tareas, a pesar de que los obispos de la Restauración hacían hincapié en la cura de almas y en la dedicación del clero parroquias a estos menesteres. (25)
Si bien la vida pastoral de las parroquias estaba estancada, la Iglesia mostró cierta energía e incluso carácter innovador en otra actividad, el proselitismo. La misiones apostólicas se revitalizaron inmediatamente después de las guerras napoleónicas, pero el gran estímulo para &a actividad misionera se manifestó en la década de 1840 con Antonio Clatet. Nombrado misionero apostólico en 1841, Claret se decidió a predicar en la Cataluña rural en catálán, sirviéndose de las técnicas modernas de propaganda consistentes en la distribución masiva de material impreso. Su obra "El camino seguro y recto hacia el cielo" alcanzó cuatro ediciones,14.000 éjemplares, en catalán y cuarenta y ocho ediciones, 41.700 ejemplares, en castellano. Las hojas volantes eran casi siempre devotas, estaban escritas en verso o reproducían cantos populares dedicados a la Virgen y a Cristo crucificado.
Durante la Restauración,y sobre todo después de 1900,la prensa católica llegó a ser una fuerza importante. En 1891 se creó un Apostolado de la Prensa y ese mismo año habla 248 publicaciones católicas, entre ellas 35 diarios. En 1910 las publicaciones llegaban a 400,incluidos 6,4 diarios en todas las provincias menos en diez, y en 1913 las publicaciones eran 750. En 1908 se abrió una agencia de prensa católica, Prensa Asociada.
Las misiones se convirtieron en un instrumento importante del renacimiento de las catividades de la Iglesia después de la firma del Concordato. Tenían una duración diversa, habitualmente entre una y dos semanas. El momento culminante era la predicación, con sermones encaminados a conseguir confesiones y comuniones en masa. El perdón de los enemigos era a menudo el acto más emotivo. Las misiones implicaban además otras actividades como procesiones con las imágenes del culto local, rosarios de la aurora y sermones dirigidos a grupos especiales, como mujeres, jóvenes y obreros.
La predicación se consideraba una actividad importante, cosa normal en un país con un alto índice de analfabetismo y los obispos de la Restauración insistieron en la predicación en sus pastorales, y publicaron normas relativas a su forma y contenido. La preocupación por la pobreza de las homilias en muchas parroquias, llevó a la publicación de enormes cantidades, de lecciones de sermones, al menos 133 volumenes para ayudar a aquellos sacerdotes, incapaces de prepararlos por sí mismos.

2.1.3.- La mentalidad de la Iglesia.
Los sermones y las cartas pastorales son una excelente ventana a través de la cual podemos echar una ojeada sobre la mentalidad de la Iglesia española del siglo XIX. Las pastorales posteriores a 1814 abundaban en lamentaciones contra las nuevas ideas; se podría decir que esa actitud mental caracterizó a la jerarquía y, en realidad, a toda la Iglesia en conjunto a lo largo de este siglo. En 1854 el obispo de Barcelona, como más tarde hará el de Santiago Martín Herrera, publicó una pastoral, apoyada por los demás obispos catalanes, en la que <> Y en Cataluña, donde la Iglesia habría de afrontar antes que en ninguna otra parte los problemas originados por la industrialización y el nacimiento de una clase obrera. (26)
Las pastorales de los obispos de la Restauración han revelado su pesimismo sobre las condiciones religiosas del país, su conciencia de cambio social que había que encarar y el miedo al liberalismo como causa de todo cuanto reprobable existe en la sociedad. Los obispos defendían las pretensiones papales del poder temporal, abogaban por un vínculo indisoluble entre las autoridades seculares y eclesiásticas, reclamaban el derecho a censurar todo tipo de publicaciones e interpretaban cualquier ataque a las órdenes religiosas como ataques contra la Iglesia misma. La derrota de España frente a Estados Unidos en 1898 fue a su juicio un castigo divino por los extravíos de la nación.
Los sermones se caracterizaban por una ideología homogénea que no dejaba lugar a la disconformidad: rechazaban cualquier pensamiento que no se fundamentase en la religión y exigían la sumisión total de la sociedad a la Iglesia. Las corrientes católicas renovadoras procedentes de todas partes de Europa tuvieron poco éxito en España y las interiores fueron escasas y contaron con leves apoyos.
En opinión de los predicadores, la Iglesia estaba en posesión de la verdad y ello hacia innecesaria la tolerancia de otras creencias, la ciencia podía ser aceptable, pero sólo en cuanto no cuestionara la fe. La razón por sí sola era destructiva tanto para la religión como para la sociedad y debía estar limitada por la fe. No se hacían distinciones entre las nuevas tendencias intelectuales y se consideraba a todas (positivismo, racionalismo, Krausismo y socialismo) producto del protestantismo.
La política, como la ciencia, debía adecuarse a las ideas católicas. El liberalismo se rechazaba sin consideración alguna y sus dos secuelas, la libertad y la igualdad, se desechaban como irrelevantes para los católicos, cuyo deber era obedecer a la autoridad divina y humana y para quienes la única igualdad digna de ser tenida en cuenta era la igualdad ante los ojos de Dios. La defensa del orden público implicaba la defensa del orden social y la desigualdad social, tanto en una sociedad estame-tal como en una sociedad de clases, estaba ordenada por la divinidad.
Para los predicadores sólo existían dos grupos sociales: los ricos y los pobres, cada uno de los cuales tenía una obligación especifica que cumplir a fin de conseguir la salvación. Los ricos poseían sus fortunas para practicar la caridad, los pobres su pobreza para trabajar y manifestar la aceptación de su condición de tales. Los predicadores tuvieron que modificar un tanto sus análisis sociales a fin de incluir una clase media vinculada a las finanzas y a la industria y este cambio exigió una nueva valoración del trabajo que pasó de ser un castigo por el pecado original a cierta forma de ejercicio religioso parecida a la oración.
Los sermones criticaban a los miembros de la clase media para quienes el hacer dinero eclipsaba los valores católicos y que, al no vivir de acuerdo con ellos, incitaban a las clases bajas a la rebeldía. No fueron, sin embargo, más allá y no enjuiciaron la propiedad y la desigualdad en la sociedad, que continuaron siendo virtudes cristianas. Las discordias sociales sólo podían aplacarse introduciendo ideales cristianos en las relaciones sociales y la mejor manera de hacerlo eran las limosnas, practicadas, por definición, en un marco de desigualdad.
El seminario ilustra esta mentalidad y las deficiencias del clero de la Iglesia de la Restauración. La disciplina era estricta y se controlaban los contactos de los seminaristas con el exterior, incluso con sus familias. No se permitía a los estudiantes asistir a otras instituciones educativas; en cuestiones intelectuales estaban completamente aislados. Su preparación daba gran importancia a la filosofía tomista y este rígido lenguaje filosófico impedía cualquier relación intelectual significativa con otros grupos. Las actitudes ante la cuestión social eran ingenuas: la pérdida de la fe era la causa de todos los problemas. (27)
Al tratar la “cuestión social”, más urgente cada día, la Iglesia nunca fue capaz de ir más allá de esta insistencia en las limosnas y la caridad y en la reintroducción de las ideas católicas en las relaciones sociales en general. En la misma Barcelona, centro de la industria española, en la década de 1850 la réplica del obispo al descontento laboral consistió en colocarse sin reservas de parte del orden establecido y predicar a los obreros la resignación. Lo que se necesitaba, decía el gobernador civil, era “religión y represión”.
Cuando en 1916 el Primado publicó una pastoral criticando las injusticias del capitalismo para con los obreros, hizo poco más que apelar a la tradición católica del país. La iglesia era consciente de que la industrialización suponía un peligro potencial, pero no tenía ni idea de cómo afrontarlo.
Durante la Restauración la Iglesia y el laicado tuvieron una actividad creciente en asuntos de caridad y obras de beneficencia por medio de las órdenes religiosas y de las congregaciones laicas. Se crearon varios grupos con la intención de adoctrinar a la clase trabajadora: congregaciones femeninas como la de las Siervas de San José, las Hijas de San José ,las Siervas de Marla, las Damas del Catecismo así como los grupos educativos y recreativos para obreros, conocidos como Círculos Obreros..
La encíclica de León XIII "Rerum Novarum” (1891), que pedía una respuesta de inspiración católica a las injusticias del capitalismo, mediante la creacíón incluso de sindicatos católicos, despertó considerable interés entre los obispos españoles. La respuesta en la práctica fue, sin embargo, escasa y los intentos para fomentar la presencia católica en el mundo del trabajo fueron un fracaso. Los sindicatos católicos, minados por su estrecha vinculación con los patronos, suspicaces y desconfiados ante cualquier actividad sindical, y su posterior incapacidad para actuar como organizaciones obreras genuinas y defender los intereses económicos de sus miembros, no lograron competir con los de los socialistas y los anarquistas.
A lo largo del siglo XIX, tanto la forma como el contenido de las prácticas religiosas, sufrieran una evolución. Uno de los cambios más notables fue la difusión del devocionarismo que la jerarquía alentó y dentro de las prácticas devocionales las más importantes fueron los cultos marianos, reforzados por la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854.Los misioneros ayudaron a fundar sociedades del rosario y en 1900 había sociedades marianas en todas las ciudades y parroquias. Otro culto que creció rápidamente fue el del Sagrado Corazón de Jesús, activamente promovido por los jesuitas.
El aumento de los cultos a Jesús y María supuso un descenso de la veneración a los santos. La fuerza de las diferentes devociones se reflejaba en el cambio de moda en la elección de nombres para los niños y la popularidad de ciertos cultos marianos, la Inmaculada, la Virgen de los Dolores, del Pilar, del Carmen, se manifestaba en la aparición de nombres compuestos como María del Carmen.
Aparecen también una amplia gama de devociones en torno a los santuarios. La mayoría de las formas de relación con lo divino se realizaban a través de los santuarios y la Iglesia del siglo XIX estuvo dispuesta a asumir este aspecto popular y folclórico de la religión.
La religión acentuó de manera creciente su carácter individual en la segunda mitad del siglo XIX. Los nuevos catecismos hacían hincapié en la fe, la esperanza y caridad y las buenas obras, y los devocionarios recientes subrayaban la devoción privada y presentaban la salvación como un asunto individual. Los ejercicios espirituales, una forma más individualizada de misión controlada por los jesuitas, y la dirección espiritual se hicieron populares a partir de 1880, especialmente entre las clases medias, encajando así perfectamente con la estrategia de la Iglesia para atraerse a las clases superiores.
2.1.4.- El anticlericalismo.
Un fenómeno nuevo fue el nacimiento de un violento anticlericalismo popular, sobre todo en las ciudades. En el siglo XVIII había habido estallidos ocasionales en las áreas rurales, desatados por disputas sobre rentas y jurisdicciones y que tenían su origen en el papel de autoridad y señor secular asumido por la Iglesia. Ya en la década de 1820 el prestigio y la popularidad de la Iglesia estaban en decadencia, como resultado, sin duda, de la cordial relación que mantuvo con la reacción política tras la restauración de Fernando VII en 1814.
Este fenómeno fue especialmente significativo en Barcelona, en cuyo entorno rural el clero, y sobre todo las órdenes religiosas, apoyaron a los rebeldes realistas en 1822-1823 y nuevamente, más tarde, en la Guerra Carlista de 1833-1840.En 1834 fueron apedreados algunos de los monasterios de la ciudad durante las fiestas celebradas por la nueva constitución, el Estatuto Real, y fueron frecuentes las sátiras, sobre todo en el teatro, donde se representaba al clero como un grupo perverso y una amenaza para el Estado.
El anticlericalismo verbal ha sido desde hace mucho tiempo materia de la cultura popular española, refranes dirigidos contra el clero, contra las órdenes religiosas. Esta tradición continuó hasta entrado el siglo XX.
También en la literatura es antigua la historia del anticlericalismo que, según ha mostrado Caro Baroja, se remonta a la Edad Media y se manifestó en todo el abanico de los géneros literarios. Pero el anticlericalismo fue también un rasgo destacado en los niveles más altos del arte literario en España. Muchos de los novelistas y autores dramáticos modernos más importantes lo eligieron como tema de sus obras. Para algunos de ellos, como Blasco Ibañez, Pío Baroja y Benito Pérez Galdós fue un asunto relevante.
No todos los sentimientos clericales se expresaron de esta manera tan inocua. También hubo violencia contra el clero y en especial contra los edificios religiosos. El primer incidente ocurrió en Madrid en julio de 1835.El rumor de que los jesuitas habían envenenado las fuentes de la ciudad provocó un tumulto y el asesinato de setenta y ocho religiosos. La violencia anticlerical de la década de 1830 estuvo íntimamente relacionada con el enfrentamiento político entre los intereses liberales y eclesiásticos y no amainó hasta después de que la batalla fuera ganada en todos sus frentes con la supresión de los monasterios en 1837.
Sin embargo, el anticlericalismo fue un sentimiento genuino de las clases bajas urbanas, especialmente en Barcelona. donde reapareció en forma violenta en la Semana Trágica del 26 de Julio al 1 da Agosto de 1909.Una huelga general convocada para protestar contra el envío de tropas a la guerra colonial de Marruecos se transformó en un estallido espontáneo que llevó a la quema de iglesias y conventos. Las luchas callejeras dieron un resultado de 112 muertos y sólo en Barcelona ardieron. 21 iglesias y 31 conventos. Otros objetivos religiosos fueron los colegios, las instituciones benéficas y los centros para trabajadores.
En mayo de 1931 se produjo otro brote de quema de iglesias, esta vez en Madrid y en varias ciudades del sur, provocado al parecer por la apertura de un club político monárquico en la capital, con un balance de 21 conventos destruidos. E inmediatamente después del alzamiento militar que desencadenó la Guerra Civil, se produjeron numerosos ataques a iglesias y otros edificios religiosos en toda la zona republicana con una matanza general de clérigos que costó la vida 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas.
A pesar de sus repetidos enfrentamientos con la Iglesia, los liberales españoles no fueron nunca hostiles a la institución en sí, y raras veces a la religión. Simplemente pretendían encontrar para ella un lugar dentro de la política y el orden social liberales que fueran compatible con los mismos. Algunas personas del clero estimaron que no se les conserva un cometido suficientemente influyente en la vida nacional, pero consideraron tolerable el acuerdo conseguido en la Restauración, aunque quedara muy por debajo de sus deseos.
















2.2.- El papel de la mujer en la sociedad española.

2.2.1.- El matrimonio.
Durante el siglo XIX las mujeres españolas sufrieron importantes desventajas legal es tal igual que las mujeres de todos los países europeos y norteamericanos. Estas desventajas eran mucho más duras en el caso de las mujeres casadas que en el de las solteras. Al alcanzar la mayoría de edad, los 23 años, la posición legal de una mujer soltera era análoga en varios aspectos a la del hombre, en cuanto que podía firmar contratos y manejar negocios con pleno derecho. Pero, su posición no era de igualdad, pues quedaba excluida de varias funciones, entre ellas la de pertenecer a una Cámara de Comercio, votar, ser elegida para cargos públicos y ser funcionaria de cualquier nivel.(28)
La situación de la mujer casada era mucho peor. Pues el matrimonio perdía automáticamente la mayoría de sus derechos legales y se convertía en un apéndice de su esposo. Necesitaba su permiso para hacer negocios y él tenía la autoridad legal de administrar sus bienes: sin la aprobación de su marido la mujer no podía vender ni hipotecar la propiedad que había aportado al matrimonio, y tampoco podía aceptar o rechazar por sí misma una herencia. El Código Civil decía a las esposas que debían obedecer a sus maridos y castigaba la desobediencia con penas de cárcel de cinco a quince días. Esta subordinación legal estuvo vigente hasta 1931. Las mujeres tenían que vivir donde vivieran sus maridos y no podían marcharse sin su permirs. Sólo tras la muerte del marido o por separación legal podía una mujer recuperar sus derechos.
La ley trataba también duramente a las mujeres en otros aspectos. Toda infidelidad sexual cometida por una mujer se definía como adulterio. Los "lios" del marido debían ser motivo de "escándalo público” para poder constituir delito legal. También eran más severos los castigos aplicados a las mujeres por crímenes pasionales; rente a penas de seis meses a seis años de exilio para sus maridos, ellas recibían condenas de cadena perpetua.
El divorcio auténtico, con derecho a volverse a casar, fue inasequible hasta marzo de 1932. La legislación hizo posible el divorcio bien por acuerdo mutuo de los esposos, bien por una denuncia que podía ser de adulterio, bigamia, intento de corrupción de menores, abandono, intento de asesinato del cónyuge o por haber contraído una enfermedad venérea fuera del matrimonio. La ley, a diferencia de la legislación anterior, trataba igualmente a los dos esposos. Pocas personas se aprovecharon en realidad de la ley y la mayoría de los divorcios concedidos, casi la mitad, se dieron en Madrid y Barcelona. La mayoría de los divorcios afectaron a parejas que ya estaban separadas; de hecho la separación de al menos tres años fue la causa más frecuentemente aducida y en ella se basó una quinta parte de ellos.
Más allá de las leyes había una serie de exigencias, una prescripción moral que se suponía debía ser respetada por las mujeres y que coincidía plenamente con la teoría de las dos esferas de actuación y del culto a la domesticidad, tan preeminente en otros países. La función de la mujer era casarse y ser una buena esposa y madre. Su reino era el hogar; fuera de él se hallaba el terreno de los hombres. Estas ideas estaban tan profundamente enraizadas que incluso quienes tempranamente y desde posturas políticas progresistas abogaron por mejorar la posición de las mujeres fueron hasta el último tercio del siglo XIX partidarios de las mismas. Sofía Tartilán, escritora y editora de "La Ilustración de la Mujer" y defensora de una mejor educación de las mujeres españolas concluía sus "Páginas para la educación popular" (1877) con una confesión clásica de la separación de las dos esferas: “No se crea que nosotros abogamos por esa instrucción que ha de llevar a nuestro sexo a la vida pública. Nuestra verdadera emancipación está dentro del hogar, en el seno de la familia”. (29)
El matrimonio era sobre todo un acuerdo económico, al menos hasta la década de 1860.Entre las clases altas, la acumulación o adquisición de títulos y la conservación de las fortunas familiares tenían una función predominante. En Barcelona las "buenas familias" se servían cada vez más del matrimonio como forma de alianza estratégica y el grupo de personas que cumplían las condiciones de candidatos al matrimonio era muy restringido y rara vez incluía a sectores empresariales o políticos o incluso familias de las élites de fuera de la región. Y es probable que también fuera de la buena sociedad cumpliese el matrimonio una función económica.

2.2.2.- La educación de la mujer.
De las mujeres se esperaba que se casasen y no que desempeñasen actividades públicas; recibían una educación acorde con esta expectativa. Las numerosas guías de educación y comportamiento para señoritas respetables insistían en la competencia doméstica y “savoir faire social”, sobre todo en la modestia. A partir de 1868 hubo algunas demandas de mejor educación para las mujeres, pero según su punto de vista esa mejor educación habría de contribuir a acercar a las mujeres al ideal de la domesticidad. Si las mujeres han de educar a sus hijos, habrán de educarse mejor ellas mismas.(30) quería ºSofía Tartilán que las mujeres se ocupasen en trabajos profesionales, pues "está fuera de toda duda que esto nos llevará al caos". Estas mismas intenciones fueron confirmadas por Prospero Merimée, amante de las cosas de España y, sobre todo, de las mujeres españolas. Durante uno de sus viajes a España escribió: "Creo que resultaría bien casarse aquí... pero es una pena que las mujeres no tengan mayores conocimientos de historia, geografía y otros saberes esenciales, base de toda buena educación".(31)
Las posibilidades de educación eran menores para las mujeres que para los hombres en todos los niveles, pero la disparidad era mayor cuanto más se ascendía en la jerarquía educacional y social. El analfabetismo era más elevado entre las mujeres, pero con el tiempo descendió para hombres y mujeres, aunque las marcadas Diferencias regionales en e analfabetismo femenino cambiaron sin embargo muy poco. Las regiones del norte con campesinos que eran pequeños propietarios, tendían a tener poco analfabetismo; en las regiones latifundistas del sur la tasa era por lo general dos veces superior a la del norte.
La tasa decreciente de analfabetismo reflejaba la mayor posibilidad de acceso a la escolarización. A mediados del siglo XIX asistían a las escuelas primarias cuatro veces más niños que niñas, pero en 1930 las cifras eran casi iguales. Más allá del nivel primario las diferencias eran amplias y disminuyeron mucho menos. Del mismo modo que la educación más restringida según la clase social, lo era también por razones de sexo. En 1930 sólo uno de cada ocho estudiantes de los cursos académicos universitarios era mujer y ellas eran mayoría en una rama de la educación secundaria, en la preparación para el magisterio. Durante las tres primeras décadas del siglo XX sumaban más de la mitad de los estudiantes en este campo y casi la mitad de las jóvenes que cursaban bachillerato siguió esta carrera.
Las disparidades eran mayores en las universidades ya que las oportunidades que se ofrecían a las mujeres variaban considerablemente de una a otra facultad, siendo la de Farmacia y las de Letras las de mayor número de mujeres. Raras eran las matriculadas en Derecho, sólo el 4 por ciento de los estudiantes en 1927-1928, pues era poco lo que podían hacer una vez licenciadas. Las mujeres tenían prohibido participar en las oposiciones para notarios, registradores de la propiedad y jueces.
Estas prescripciones que relegaban a las mujeres al hogar constituían un ideal de las clases altas y medias. En niveles inferiores de la sociedad las mujeres podían contar con que habían de trabajar durante algún periodo de su vida, si no durante toda ella. Y el matrimonio, ese acontecimiento central en el ciclo de la vida de la mujer, apartaba a casi todas ellas de la población empleada. El matrimonio era el gran obstáculo que les impedía trabajar en el sector servicios. En 1900 la relación entre solteras y casadas empleadas en el sector eran de nueve a una; treinta años más tarde, de ocho a una. La situación de las empleadas en el servicio domestico era aún más espectacular ya que en 1900 habla 15 empleadas por una casada; treinta años después la proporción era de once a una.
A lo largo del siglo XIX la mayoría de las mujeres trabajaban en la agricultura. Muchas estaban empleadas en explotaciones familiares, prestando un trabajo no pagado a pequeños y esforzados propietarios. Esto ocurría especialmente en Galicia. donde una emigración masiva dej6a a las mujeres al cargo de las explotaciones rurales y donde en 1887 sumaban el 43cpor ciento de la fuerza de trabajo. Las mujeres trabajaban también en le sur como jornaleras, especialmente en los periodos de urgencias estacionales, cuando quedaban a su cargo tareas como la de la recogida de la oliva. Sus jornales eran mucho más bajos que el de los hombres, pero a partir de 1900 descendió tanto el número absoluto como el relativo de mujeres empleadas en el sector primario. Ya en 1930 las mujeres que trabajaban en la agricultura eran menos que las empleadas en la industria o en los servicios, pero la agricultura siguió siendo la actividad económica más abierta a las mujeres casadas.
Las mujeres estaban presentes en el sector industrial, en una amplia gama de ocupaciones de manufactura, pero la gran mayoría se concentraba en unas pocas actividades: tejidos, tabaco y trabajos en pequeños establecimientos con pésimas condiciones higiénicas. Esta situación repercutía en la distribución geográfica de las mujeres en el sector y así, más del 40 por ciento de todas las trabajadoras se encontraba en Cataluña, mientras que el País Vasco y Asturias le seguían en emportancia en la industria pesada y eh la minería que ofrecían relativamente pocas posibilidades de empleo femenino.
Como en los demás países, el sector textil era para las mujeres la ocupación industrial más importante: en 1930 un tercio de las que trabajaban en el sector secundario lo hacían en la industria textil. En esta actividad las mujeres hablan sido importantes ya desde sus principios, pero cuando la industria comenzó a mecanizarse, el patrón sustituyó a unos individuos por otros más baratos: a los adultos por niños y a los hombres por mujeres. Estas mantuvieron y ampliaron su posición de fuerza de trabajo en el sector textil en el siglo XX, de modo que en 1930 constituían el 52 por ciento de los trabajadores y el 57 por ciento en la ciudad de Barcelona. Los salarios de las mujeres estaban claramente muy por debajo de los de los hombres y los trabajos mal pagados daban ocupación al mayor número de mujeres en las fábricas y en el siglo XX fueron, después de la agricultura y el servicio doméstico, los que más número de ellas emplearon.
El trabajo en condiciones explotadoras en pequeños establecimientos se dio en todas las provincias, pero su importancia varió considerablemente se convirtió en una actividad de gran importancia en ciudades como Málaga, Pontevedra, a Coruña, Madrid, Barcelona y Valencia. También los salarios variaban de provincia a provincia, pero en todas eran bajos.
En España hubo una tercera ocupación manufacturera característicamente femenina: la de las cigarreras. La elaboración y venta de productos de tabaco fue declarada monopolio estatal (la Tabacalera) a finales del siglo XVIII e inmediatamente se convirtió en un éxito fiscal. La primera "factoría" de abrió en Sevilla, la más famosa de las españolas de ficción, la Carmen de Bizet, trabajó en ella, y otras más se le sumaron pronto. En 1914 habrá 10.Las fábricas de tabaco, inmensas para lo habitual en España, se convirtieron casi inmediatamente en baluartes de las mujeres trabajadoras. En la década de 1840,cuando Carmen debía haber estado allí, 4046 de los 4.542 trabajadores de la fábrica de Sevilla eran mujeres. La de A Coruña contaba en 1812 con 1.390 operarias que a finales de siglo, ya en la década de 1890,llegarán hasta un número de 4.000 trabajadoras En el año 1925 las factorías de la Tabacalera empleaban a 14.163 mujeres y sólo a 120 hombres.
Las trabajadoras del tabaco recibían su salario a destajo y, aunque se habían de pagar sus propios instrumentos de trabajo (una silla, tijeras y un soporte rodante especial) y habrán de mantener también limpios los talleres y comprarse la comida del mediodía, estaban mejor pagadas que la mayoría dé las mujeres trabajadoras.
Pronto adquirieron fama de combativas, Beníto Pérez Galdós las describió, a través de uno de los personajes de sus Episodios Nacionales, como "la alegría del pueblo y la pesadilla de las autoridades”. En el año 1830 las 3000 mujeres de la fábrica de Madrid protestaron violentamente durante cinco días contra un recorte salarial y por las condiciones del tabaco con el que trabajaban. Al menos en dos ocasiones atacaron las máquinas que se estaban introduciendo; también en Gijón ocurrió un caso similar. En A Coruña, en el año 1857, tuvo lugar la organización de un importante movimiento obrero local con origen en esta industria. Fue el primero que con este carácter tuvo lugar en toda Galicia y las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos se manifestaron en la plaza de la Palloza, destrozando y arrojando al mar las nuevas máquinas de picar tabaco, como actitud de protesta por los continuos despidos realizados por la empresa. Finalmente, fuerzas militares tuvieron que ocupar la fábrica y desalojar a las trabajadoras amotinadas. En el siglo XX su combatividad adoptó otras formas. A comienzos de 1910 crearon sindicatos y en 1918 una Federación Nacional. La afiliación sindical llevó a un incremento de los salarios: entre 1914 y 1920 se doblaron y en 1930 se habían triplicado. Los sindicatos crearon así mismo sociedades de socorros mútuos y cooperativas de consumo y adquirieron 100.000 acciones de la propia Tabacalera. Las mujeres no lograron, sin embargo, conseguir una de sus demandas más antiguas: la sustitución del salario a destajo por un salario anual. (32)
La gran mayoría de las mujeres del sector terciario trabajaba en el servicio doméstico y como el matrimonio significaba por lo general el fin del empleo, las criadas eran mayoritariamente jóvenes, entre 15 y 25 años, y su rotación constante. Las jóvenes de familias de clase media venidas a menos encontraban también trabajo en los rangos superiores del servicio doméstico y había también cierta demanda de mujeres extranjeras.
Otro tipo de ocupación al alcance de las mujeres, sobre todo viudas, en el sector de servicios era el de ofrecer pensión o casas de huéspedes.
Hacia finales del siglo XIX las mujeres comenzaron a encontrar oportunidades en el sector de servicios moderno. El gobierno fue el primero en experimentar la contratación de mujeres en 1880, cuando permitió a las viudas o hijas de operadores telegráficos trabajar temporalmente después de haber pasado una prueba de lectura, escritura, aritmética, y manejo de una máquina de Morse. La experiencia fue un éxito, el ministro del Interior afirmó que las mujeres trabajaban incluso mejor que sus maridos, y en 1882 las mujeres pudieron ser elegidas para un empleo fijo. Sin embargo, el funcionariado no estuvo al alcance de las mujeres hasta 1918. Cuando se debatió este asunto en el Senado en la década de 1880 fue rechazado por “la inconveniencia del contacto con el público para el decoro y recato que debe presidir la vida femenina”. En el año 1930 había 2788 mujeres en el funcionariado, el 3,3% del total.
Las mujeres encontraron también trabajo en compañías privadas con un número elevado de empleados, como las compañías ferroviarias, donde trabajaban de vendedoras de billetes, o en las oficinas y en la década de 1920 en el metro de Madrid como vendedoras de billetes e inspectoras además de oficinistas. También estaban presentes en el comercio y en ciertos casos su importancia era mayor como empresarias, la mitad de ellas viudas que se habían hecho cargo de los negocios a la muerte de sus maridos.
Las profesiones no ofrecieron muchas oportunidades a las mujeres. La facultad de Derecho no les era nada accesible, y el resto de las facultades no lo eran mucho más. La primera mujer que ocupó una cátedra universitaria, Emilia Pardo Bazán, no fue nombrada hasta 1916, y sólo porque el ministro de Educación la impuso a la Universidad de Madrid, que se resistía. La primera mujer médico, Martina Castells, terminó su carrera en 1882; se consideraban apropiadas las profesiones auxiliares menos prestigiosas, como la de enfermera. La más accesible de todas fue la de Farmacia, que tenía la ventaja de poder ser considerada como “una forma superior de cocina”. Sólo una profesión, la enseñanza, daba posibilidades a un gran número de mujeres. Aún así, se limitaban a un tipo específico de docencia, la educación básica para niñas, considerada como la prolongación natural de los instintos maternales. La primera escuela de formación de maestras se abrió en 1858 y en 1900 había 12.000 mujeres que impartían la docencia en las escuelas primarias. Una ley de 1847 situaba los sueldos de las mujeres en un tercio de los de los hombres, pero en 1883 se ordenó la igualdad del salario. Fuera del sistema escolar oficial había miles de mujeres que abrieron sus propias escuelas en el pueblo o que a través de anuncios en los periódicos ofrecían clases particulares de un corto número de materias.
Las mujeres monopolizaban, por razones evidentes, otras dos actividades en el sector servicios: la de amas de cría y la prostitución. Esta actividad fue legal hasta 1935, aunque desde 1850 estuvo cada vez más reglamentada por las autoridades locales. El primer reglamento nacional llegó en el año 1908. El protagonista de la novela de Pío Baroja, “El árbol de la ciencia”, un médico que realizaba inspecciones de prostitutas, describía a las mujeres que trabajaban en los burdeles como “este triste proletariado de la vida sexual”. La dueña les cambiaba el nombre, las vestía y alimentaba, pobremente, y guardaba sus ganancias, las mantenía en una especie de servidumbre por deudas y aplicaba una disciplina rígida, empleando incluso la violencia física. El héroe de Baroja mencionaba un burdel “donde el matón es un hombre afeminado, a quien llaman el “Cotorrito” que... se viste de mujer, se pone pendientes, porque tiene agujeros en las orejas y va a la caza de las muchachas... y es de una crueldad terrible con ellas, y las tiene aterrorizadas”. (33)














3.- GRUPOS SOCIALES.

3.1.- Una nueva élite urbana.
La clase alta que surgió en la primera capital industrial española, Barcelona, calificada con la expresión de “buenas familias” responde a los cánones establecidos durante la mayor parte del siglo XIX en la que lo viejo y lo nuevo continuaron separados, pero en la década de 1880 comenzaron a fundirse. Y fueron precisamente las mujeres de las nuevas familias que se casaron con hombres de las antiguas. Estos matrimonios supusieron el intercambio más intenso que podía darse entre capital económico y capital social. Los títulos se transmitían en general por línea masculina y las mujeres de la burguesía, aunque por lo común no solían heredar las inversiones económicas, eran portadoras de un capital líquido en forma de dote.
No todas las regiones industriales produjeron una clase alta de composición semejante ya que, en Asturias, la vieja nobleza se mantuvo apartada de la industria y de sus mentores. Sólo en unos pocos casos invirtieron los aristócratas en proyectos industriales y todavía menos se casaron con miembros de familias de industriales. Sin embargo, los poseedores de títulos más recientes encontraron a la industria, y a las hijas de los industriales, mucho más atractiva.
De 1872 a 1932 obtuvieron títulos nobiliarios cincuenta y dos catalanes, muchos de ellos industriales y financieros, pero ni la riqueza ni el título les abría automáticamente las puertas de la élite barcelonesa. De hecho los industriales con títulos recientes podían con la misma probabilidad ser objeto de aceptación o de ridículo. La aceptación llegó con la adquisición de destrezas y gustos, por educación por entrenamiento.
Para esta clase superior existía una trayectoria educativa especial. Los niños asistían a los colegios de los jesuitas, que tradicionalmente habían educado a los hijos de los ricos y los poderosos de España. (Los niños más pobres que lograban alcanzar una educación académica recibían uniformes distintivos). En el siglo XX fue normal la obtención de un título universitario, por lo general en Derecho. No había un centro tan claramente definido para las hijas de la clase alta, pero a mediados del siglo XIX se importó de Francia para la Congregación del Sagrado Corazón. Los miembros de la élite social se relacionaban en la Ópera y en los clubs privados y veraneaban juntos en Comillas o en San Sebastián. Incluso cuadno viajaban al extranjero, acudían a los mismos lugares.
La élite era bilingüe, en castellano y catalán, a diferencia de la población rural que hablaban, al igual que la clase trabajadora, predominantemente catalán. Sin embargo, cuando la inmigración hizo más bilingüe la sociedad catalana, la clase alta fue cada vez menos. A comienzos del siglo XX la élite hablaba en sus casas castellano, no catalán, y algunas mujeres no aprendían en absoluto catalán, pues no lo necesitaban para tratar con trabajadores que sólo hablaban esta lengua. Los jesuitas, que educaban a los hijos de la mayoría de las familias de clase alta, enseñaban en castellano y algunos sacerdotes de Barcelona predicaban en esta lengua en vez de hacerlo en catalán. En una cuestión tan fundamental como el lenguaje la élite era netamente distinta de la mayoría de la sociedad catalana.
Con la expansión de la ciudad y tras la demolición de las murallas en la década de 1850, Barcelona estuvo cada vez más caracterizada por la discriminación. La Rambla de Cataluña y el Paseo de Gracia, nuevas calles trazadas al norte de la ciudad antigua, se transformaron en centros residenciales para industriales y aristócratas. Los trabajadores permanecieron en el casco antiguo o en los barrios que bordean las fábricas.
La clase alta podía reconocerse incluso en la muerte. El cementerio antiguo, construido en el siglo XIX, tenía tres secciones dependiendo de la clase social. La primera era la fosa de los pobres, la segunda era la sección mayor, con bloques o nichos de siete alturas, y la tercera, la última en construirse, era un recinto cerrado separado de la sección mayor por un muro interior donde se situaban los panteones de los ricos.
En GALICIA la burguesía es foránea. Desde mediados del siglo XVIII llegaron a Galicia una serie de comerciantes, industriales etc, sin relevancia social, a veces sólo con lo puesto, pero con su trabajo y unas más que probadas virtudes comerciales, pronto adquirieron dinero y un espacio dentro de la sociedad gallega.
Buena muestra de ello la dieron los catalanes que son los primeros en llegar. Y lo hicieron por que ellos, que eran especialistas en el sector pesquero, vieron que en Cataluña había una saturación en este sector y de ahí la, necesidad de abrir nuevos mercados y encontrar la materia prima. Además se encontraron con una coyuntura internacional favorable en la comercialización de la sardina, que ellos capturaron en esta tierra. También le ha sido favorable el hecho de que los gallegos tenían que cumplir con sus obligaciones en la Armada, pero los catalanes estaban libres de estas obligaciones y así pudieron montar tranquilamente sus empresas.
Con ellos llegaron los vascos, especializándose algunos de ellos en el comercio de gran tonelaje, situándose en su mayoría en la ciudad de A Coruña. La burguesía vasca, a diferencia de la catalana, se integró muy pronto en la sociedad gallega; quizá su tradicionalismo les ayudó a integrarse en una sociedad tan tradicional como era la gallega. La hidalguía de la que presumían todos los vascos que llegaban a Galicia les permitió entroncar con las familias hidalgas gallegas, lo que no ocurrió con los catalanes.
Aunque en Galicia eran considerados maragatos todos los que procedían de Ca stilla, el maragato propiamente dicho tiene unos rasgos físicos y culturales tan definidos que no es posible confundirlo con otro. Ellos mismos tienen mucho cuidado en no ser confundidos con los del Bierzo, o con los zamoranos, leoneses etc. El conjunto de pueblos que forman la Maragatería, vivió durante muchos siglos del comercio con Galicia y el maragato cuando salía de su tierra no tenía más que dos caminos: o el de Madrid o el de Galícia, y no se sabe de ninguno de ellos que viniera a Galicia y que muriera pobre.
Se especializaron en el comercio terrestre y la estampa de sus mulos bajando los puertos montañosos y adentrándose en ciudades como A Coruña, es ya clásica. En esos mulos traían trigo en los tiempos de crisis, traían también vino, aceite, garbanzos y sobre todo paños. De vuelta, llevaban monedas de plata, algún que otro producto de la tierra y, sobre todo, cosas para casa, para la mujer y para las hijas casaderas. Tenían especial predilección por la loza de Sargadelos, pero lo más sobresaliente y que ganó la confianza de los gallegos, fue la honradez en los negocios y la fidelidad en el cumplimiento de los encargos.
Al lado de esta burguesía foránea, hubo una débil burguesía gallega, sin una presencia importante en los negocios y sin el dinamismo de las otras. Habrá que esperar a finales del siglo XIX y especialmente en el XX para encontrar una burguesía específicamente gallega en torno a dos sectores fundamentales: el de la pesca. de altura y el de la construcción en Vigo, Coruña y otras ciudades que experimentaron a comienzos del siglo un aumento demográfico que las convirtió en ciudades modernas.
Su sistema de vida era peculiar. Vivían austeramente y sus casas estaban bien aprovechadas: en el piso de abajo estaba el comercio y el almacén y en los superiores las viviendas. La amplitud de esta casas se explica porque con los dueños no sólo convivían los hijos y los criados, sino también los mancebos, es decir, los hijos de familias burguesas que los enviaban para que aprendieran el oficio de contabilidad y se introdujeran en la mecánica de los negocios.
Al llegar el siglo XX la situación varía, totalmente. Hay en cierta manera otra burguesía, la del muro de A Coruña, una burguesía de los transportes, una burguesía de las tabernas elevadas a categoría de bares. Esta nueva burguesía impone otros gustos, otra arquitectura (la Modernista) y vive para algo más que para hacer dinero y administrarlo.
La filantropía será una de las fórmulas más interesantes de la ética burguesa. Plenamente integrada en la moral católica, que admite el derecho a la propiedad sin limite con tal de que se socorran las necesidades de los pobres por medio de la caridad, la burguesía mantiene el mismo principio pero procurando aislar a la Iglesia de su papel mediador en el reparto y distribución de las limosnas. Está sentando las bases de una moral laica.
En lo que se refiere a su comportamiento político, la burguesía gallega fue siempre liberal. Con la Guerrá de la Independencia un sector de la burguesía, la que está asentada en las ciudades comerciales, sobre en A Coruña, se da cuenta de la necesidad de apoyar un régimen liberal progresista que sería el único capaz de hacer la revolución agraria que necesitaba Galicia y así - crear el espacio económico que demandaba esta burguesía. Y no tenían otra opción por eso son ellos los que apoyan a Porlier para iniciar el frustrado pronunciamiento. Ahora bien, frente a este sector de la burguesía hay otros que manifiestan un compromiso político más moderado y esto explica su vaguedad en comprometerse en acciones políticas progresistas, tomando una actitud de prudencia y pasividad.
Cuando el régimen liberal se consolida en Galicia después de 1840, los burgueses gallegos, prácticamente todos, se acercan al partido moderado que naturalmente era el que mejor podía defender sus intereses de clase. El progresismo estuvo casi siempre reducido a una, capa intelectual y de clase media y no mereció excesivo interés de la burguesía gallega. Con la Restauración el papel conservador de la burguesía gallega es claro, sus presupuestos ideológicos eran hondamente conservadores.






3.2.- El ejército.
El ejército fue, probablemente, el medio más importante de movilidad social en España durante el siglo XIX. EL ejército español se formó a partir de una base social amplia, ya que el requisito de la prueba de nobleza para los aspirantes a oficiales que suprimido en el año 1836,pero incluso antes había sido posible ascender de rango. Durante la Guerra de la Independencia, cuando el ejército de triplicó en tamaño, hubo un flujo masivo de oficiales plebeyos. Las guerras coloniales, la Guerra Carlista y las frecuentes crisis políticas en que estuvieron sumidos los militares generaron una mayor expansión del cuerpo de oficiales y una avalancha de promociones. A finales de siglo el número de oficiales había llegado a la cifra de 13.000, frente a los 6.100 de 1864.
En la segunda mitad del siglo y sobre todo después de que la Restauración lograra que el ejército interviniese directamente en política, la carrera militar se instucionalizó cada vez más y el cuerpo de oficiales se reclutó de entre ellos mismos. Las academias militares tenían una gran influencia y favorecían a los hijos de oficiales. Entre 1883 y 1893 la Academia Militar General reservaba para ellos la mitad de las plazas y aquellos cuyos padres hablan muerto en campana eran admitidos automáticamente y no necesitaban superar el examen de admisión. El ejército fue convirtiéndose en una casta más y más cerrada en sí misma y aun vínculos personales con otros grupos sociales se debilitaron. A partir de 1875 los oficiales formaban mucho menos que antes parte de la sociedad y comenzaron a desarrollar una mentalidad corporativista, cosa que anteriormente no se había dado; y la tendencia se acentuó con el paso del tiempo. Después de 190,cuanso una sociedad progresivamente más compleja dio origen a nuevos descontentos, como el nacionalismo regional y el movimiento obrero que desafiaban la rígida visión que tenían los oficiales del significado de España y del sentido del orden social, éstos acabaron por considerar al cuerpo militar como la encarnación de la nación y por desconfiar de la mayoría de los políticos civiles y de la política liberal en general e incluso a despreciarlos. Cuando en el siglo XX el ejército recurrió a la presión política, ya no lo hizo en nombre de una rama del liberalismo en contra de otra sino apelando a intereses corporativistas o "nacionales”, como los de orden o unidad, y contra el gobierno y la política liberal y representativa.
No todos los oficiales tenían las mismas posibilidades de, progreso. Quienes comenzaban de cadetes contaban con muchas más probabilidades de alcanzar los altos rangos que aquellos hablan tenido que ir ascendiendo desde abajo. La mayoría de los oficiales procedentes de las clases bajas entraban en este segundo grupo. Raramente llegaban a generales y casi siempre acababan entre teniente y comandante.
El lugar que ocupaban los oficiales en la sociedad dependía muchísimo de su rango. Los generales, en la cúspide, formaban parte de la élite social y política. Muchos obtuvieron títulos nobiliarios, especialmente de Isabel II; otros pasaron también a formar parte de la élite mixta de la España liberal por diversos medios: comprando tierras, ocupando puestos en consejos de administración y alcanzando puestos en la Corte.(Este fue probablemente el medio más importante durante el reinado de Alfonso XIII, que se enorgullecía de sus relaciones especiales con el ejército y a quien gustaba tomar parte activa en sus asuntos).El matrimonio fue otra forma de integración: Espartero se casó con la hija de un rico terrateniente de Logroño. Juan Prim, cabecilla militar de la revolución de 1868,desposó a la hija de un banquero mejicano.
Pero España tenía una gran cantidad de generales y no todos podían esperar un título, una heredera o un puesto en el consejo de administración. Pero hasta a quienes debían vivir de un salario les iba suficientemente bien. A mediados de siglo el salario medio equivalía al de un funcionario civil de alto rango y un capitán general ganaba tanto como un ministro del gobierno. En la década de 1880 los salarios oscilaban entre los 9000 reales de un general de brigada y los 22.500 de un teniente general o los 30.000 de un capitán general, mucho más de los 12.500 que ganaba un ministro.
Otros oficiales, incluidos los coroneles, se encontraban en una situación más penosa y a menudo no podían vivir de sus pagas. En la escala salarial publicada en 1852 los tenientes ganaban 550 reales mensuales, poco más que un albañil o un carpintero expertos. Los capitanes recibían 1.000 reales, los comandantes entre 1.400 y 1.600 y los coroneles, 2.300,más que un maestro, que se podía sentir feliz si ganaba 650,y más o menos que los profesores de universidad y funcionarios de nivel medio. Incluso después de la mejora salarial de la década de 1870 muchos oficiales tenían que buscar un segundo empleo para llegar a fin de mes. De todos modos en las localidades de provincias con guarnición hacían cierto papel y muchos oficiales solían encontrar mujeres de familias acomodadas.

3.3.- Las clases medias.
El cuerpo de funcionarios, que iba desde los puestos más altos de las clases superiores españolas a los burócratas pobremente remunerados, con más orgullo que prestigio o dinero, estaba lejos de constituír una categoría social homogénea. Estas “clases medias”, según José María Jover, se definen como las personas elegibles como votantes bajo la Constitución de 1845, es decir, los que, como mínimo, tenían un salario de 8.000 reales por año o pagaban impuestos directos de 400 reales de ingresos. No eran muchos: 157.931, es decir, el 1,02 por ciento de la población, en 1858 y 418.271, el 2,27 por ciento, en 1865. Estas eran las personas a quienes los moderados consideraban sus aliados frente a nuevas revoluciones y merecedores de ser oídos en política.
Las capitales y ciudades menores albergaban a una gran cantidad de personas, funcionarios de nivel inferior, tenderos, algunos profesionales, que no eran trabajadores ni artesanos, pero tampoco suficientemente ricos como para tener derecho a voto y que podríamos llamar clase media baja. Nos introducimos aquí, en el mundo de la pobreza elegante y de la importancia de las apariencias, de viviendas que eran cuartuchos, mal iluminadas y pobremente amuebladas, con la sóla excepción de la sala de visitas.
El siglo XIX fue testigo de la consolidación de las profesiones liberales más importantes como la abogacía, la medicina, la farmacia y la ingeniería. Todas ellas exigían una preparación universitaria y durante el siglo XIX llegaron a dominar en las universidades. A comienzos del siglo la teología era la materia más popular y en 1800,uno de cada tres estudiantes de la Universidad de Salamanca y uno de cada dos de la de Valencia eran estudiantes de teología. En 1820 las grandes vencedores fueron Derecho, Medicina y Farmacia, constituída en en facultad aparte en 1845.En 1857-1868 casi el 50 por ciento de los estudiantes universitarios cursaban la carrera de medicina.
En la década de 1880 había en España unos 7.600 estudiantes de universidad, cifra que cambió poco hasta la década de 1850.En 1868 los estudiantes eran 12.000 y en la década de 1920 unos 30.000,una expansión considerable, pero que segura haciendo de las universidades un coto de los privilegiados. Esta situación se vio reforzada por la necesidad de pagar cuotas, sobre todo el coste de la obtención del grado de licenciatura, que ascendía a 3.000 reales en derecho y en medicina.
La mayoría dé los burócratas y políticos procedían de las provincias y los mecanismos claves para su ingreso fueron, como antes, las relaciones familiares y el clientelísmo. El origen social, la educación y la procedencia geográfica de estas personas fueron similares a los de sus predecesores de siglos anteriores, pero el panorama político, burocrático e intelectual de la España liberal tenla unos cuantos rasgos nuevos. El primero era la ausencia casi total del clero. El segundo era la posibilidad de ascenso social para hombres de origines humildes. El ejemplo mas claro fue el de Juan Eugenio Hartzenbusch, que comenzó como carpintero y terminó ocupando el cargo de director de la Biblioteca Nacional durante trece años.
El ansia de puestos oficiales, conocida como “empleomanía”, significaba la existencia de más aspirantes que puestos vacantes. De hecho se trataba de una profesión a la que muchos hombres volvían más de una vez. Un personaje de la novela “Mendizábal” de Pérez Galdós dice al protagonista que en sus 25 años en la burocracia había “visto catorce administraciones y había sido despedido siete veces”. A excepción de unos pocos grupos especiales que consiguieron ser inamovibles, no existía un funcionariado profesional y todos los nombramientos se hacían a dedo. Cada vez que cambiaba el gobierno, los ministros limpiaban sus ministerios igual que sus escritorios. En sus memorias cuenta el conde de Romanones que cuando dejó el cargo de alcalde de Madrid un periódico publicó la siguiente noticia: “Mañana saldrá para Guadalajara un tren especial conduciendo a los empleados hoy cesantes de este Ayuntamiento y que por él (el conde) fueron nombrados”. Romanones no negó la verdad de la anécdota; se limita a afirmar que aunque el autor intentaba causarle problemas, “fue un reclamo formidable cuyas provechosas consecuencias duraron un largo tiempo”. El cesante era el “alter ego” del pretendiente y también él acabó convirtiéndose en una figura reconocida.

3.4.- La clase trabajadora.
La industrialización española comenzó con la aparición de la industria textil algodonera en Cataluña a finales del siglo XVIII y Barcelona surgió como la capital industrial de la región y del país. También en los municipios de los alrededores, muchos de los cuales se incorporaron a la ciudad pasado el año 1890, pero después de 1858 hubo también varias colonias industriales (fábricas con residencias anejas para trabajadores) instaladas en el interior rural. La creación de colonias no estaba motivada por propósitos estrictamente económicos. Al contrario que muchas colonias similares creadas en Inglaterra a comienzos del proceso; de industrialización para aprovechar la fuerza hidráulica, las colonias catalanes sólo se fundaron cuando la industrialización ya estaba muy avanzada. Estas colonias eran propiedad de industriales, estaban dirigidas por ellos y constituían enclaves de autoridad independientes donde las actividades habitualmente públicas se dejaban a la iniciativa privada.
Al dejar tras sí las ciudades y sus antiguos trabajadores, los industriales fundadores de colonias buscaban ante todo crear una fuerza de trabajo dócil y estable. Familias enteras trabajaban en las colonias; a veces se trataba de pequeños propietarios arruinados pero más a menudo de campesinos que, cuando se hacían viejos o tenían muchos hijos, decidían llevar a toda la familia a la colonia. Agricultores, frecuentemente aparceros, mandaban a uno o más hijos o a sus mujeres. Individuos con características concretas, como hijos sin herencia o hijas a la búsqueda de marido, acudían allí por su propia cuenta. Muchos trabajadores a tiempo parcial eran niños y mujeres de las explotaciones de los alrededores. El sistema de herencia catalán que dejaba la masía al primogénito, propiciaba la existencia de un gran húmero de hijos din tierra que buscaban trabajo en las colonias. La posibilidad de encontrar trabajo para niños y mujeres, uno de los rasgos característicos de la industria algodonera, animaba a la creación de familias numerosas pues un hogar con muchos hijos podía reunir muchos salarios.
En cierto sentido las colonias supusieron una regresión, al dispersar hacia el campo y alejar de los centros urbanos una industria que se habla concentrado en Barcelona. El periodo clásico del sistema de colonias va de 1890 a 1917, pero aunque a partir de 1917 los empresarios estaban más interesados por la innovación tecnológica que por la disciplina moral, continuaron disfrutando de la paz laboral que hablan ido a encontrar en el campo. En cambio Barcelona sufría repetidos e intensos conflictos sociales hasta el punto de que Engels llega a decir que era la ciudad del mundo donde más barricadas se habían visto. Muchos de estos conflictos entrañaban algún tipo de oposición a la mecanización y el primer episodio de destrucción de máquinas en la ciudad ocurrió en 1824.En 1835 los obreros prendieron fuego, al parecer, a la fábrica de Bonaplata, totalmente mecanizada. La primera huelga general de la historia de España, conocida como la huelga de las "selfactinas”, por los telares mecánicos (self-acting) cuya introducción pretendía impedir, ocurrió en el verano de 1854.Fueron atacadas algunas fábricas y destruidas varias máquinas. En 1879 los trabajadores de una fábrica se negaron a enseñar a las mujeres el manejo de las nuevas máquinas, pues temían perder sus empleos en beneficio de ellas.
No todos los incidentes tenían estas causas tan inmediatas. En 1842 los obreros se unieron con sus empresarios para rebelarse contra el gobierno por temor a que permitiera el libre comercio con Gran Bretafia. Esto llevó en noviembre al bombardeo de la ciudad por el regente, el general Espartero. A finales de julio de 1909 la decisión del gobierno de movilizar a los reservistas para la guerra colonial de Marruecos desencadenó un levantamiento de la clase trabajadora. Durante esta "Semana Trágica”, los obreros descargaron su furia contra la Iglesia, destruyendo 21 templos Y 31 conventos y monasterios.
Entre 1888 y 1909 hubo también mucha violencia circunstancial relacionada con la práctica anarquista de la propaganda por la acción. Los atentados con bomba, sobre todo en las casas de los patronos en cuyas empresas se había declarado la huelga, se convirtieron en algo común en los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. El terror fue más espectacular a partir de 1893,cuando estalló una bomba en el Teatro del Liceo y murieron 22 personas. Hubo un intento de asesinar al gobernador civíl en 1894 y dos años después dos personas fueron muertas al lanzarse una bomba en la procesión del Corpus Chisti. Tras un compás de espera, de los años 1898 a 1902,las bombas comenzaron de nuevo y continuaron hasta 1909. En 1904 se intentó asesinar al dirigente conservador Antonio Maura y se atentó por dos veces contra la vida del rey Alfonso XIII, en 4905 y en 1906.
La huelga más impresionante de la ciudad se produjo en 1909, con el paro masivo en contra de la Compañía hidroeléctrica conocida como "La Canadiensell. Fue la primera ocasión en la que la Confederación Nacional del Trabajo(CNT) puso a prueba su nueva forma de organización sindical. La ciudad quedó paralizada, sin electricidad ni tranvías, durante 44 días de febrero y marzo hasta que se llegó a un acuerdo, pero una decisión precipitada de convocar una segunda huelga que duró tres semanas más para conseguir la libertad de los prisioneros, acabó en derrota y fue seguida de la declaración de la ley marcial y el arresto de varios miles de miembros de la CNT, incluida la mayoría de sus dirigentes. De 1919 a 1923 Barcelona fue el escenario de una guerra conocida como el "pistolerismo", entre bandas de hombres armados que representaban nominalmente al sindicato y las organizadas por un agente alemán y un antiguo jefe de policía. En su momento álgido se produjeron 228 agresiones, en el año 1921.En marzo de 1923 que asesinado el dirigente más destacado de la CNT, Salvador Deguí. El poder de los pistoleros de la CNT lleva a varios miembros a abandonarla y a unirse a los nuevos sindicatos libres, mirados con buenos ojos por las autoridades. El clima de conflictividad de clase llegó en Barcelona durante el verano y otoño de 1936.












4.- EL CACIQUISMO.

El punto más débil del Estado liberal fue su incapacidad para llegar a todos los rincones de la nación y a todos sus ciudadanos de manera directa. Es cierto que recaudaba los impuestos, administraba las leyes y reclutaba a los mozos para el ejército, pero incluso en estas tareas tan básicas, el Estado toleró la existencia de personas que controlaban el poder local, y que por un lado le auxiliaban en sus funciones y, por otro, le suplantaban en ellas. Estos intermediarios eran los llamados caciques.
La existencia de estos intermediarios entre el Estado y el ciudadano no puede atribuirse exactamente a un fracaso del liberalismo español, sino que se ha de considerar más bien como el producto de decisiones conscientes. El caciquismo se identifica sobre todo con la monarquía de la Restauración (1875-1931), el régimen constitucional más estable y duradero de todos los del siglo XIX. Tras los trastornos sociales, la guerra civil y el caos político que caracterizó al período de 1868 a 1874, los dirigentes políticos se propusieron ante todo establecer un sistema que garantizara el orden. El arquitecto del nuevo régimen. Antonio Cánovas del Castillo, era un admirador del sistema parlamentario inglés; para él, el fundamento del éxito de aquel país era el método de rotación pacífica de dos partidos políticos en el poder. Había aprendido además la lección de los experimentos constitucionales españoles: la paz política exigía el acceso al poder del partido principal de la oposición por medios pacíficos.
Movido por estas ideas, supervisó la redacción de una nueva Constitución, cuya aceptación aunque quizá no entrega total, se exigiría de los liberales y de los conservadores, aunque ello diera lugar al rechazo temporal de algunos elementos católicos ultraconservadores. Se declara al catolicismo religión del Estado, pero se permitió la práctica privada de otras creencias. Según la Constitución, la soberanía residía conjuntamente en las Cortes y en la Corona. La propuesta de Cánovas demostró tener éxito, sobre todo a partir del momento en que Práxedes Mateo Sagasta, líder del Partido Liberal, aceptó a la Corona en calidad de árbitro del poder. Seguidamente, los dos partidos podían alternarse en el poder, gracias a la prerrogativa regia para disolver el parlamento sin tener en consideración la distribución real de escaños. El rey no nombraba el gobierno en función de la mayoría, pero sí nombraba al Presidente del Consejo de Ministros, al que se concedía el poder de disolución y la oportunidad de manejar una mayoría propia. En 1885 Cánovas y Sagasta lograron un acuerdo formal, conocido como el Pacto del Pardo, según el cual los conservadores renunciarían y aconsejarían al rey designar a los liberales.
Este acuerdo de alternancia periódica en el poder pervertía totalmente el modelo de parlamentarismo británico que Cánovas aseguraba admirar, pues dependía para su éxito de una manipulación electoral sistemática que arrebataba cualquier sentido real a la democracia política. Estas elecciones “a la medida" se basaban en el acuerdo previo entre los líderes de los dos partidos dinásticos, pero tales acuerdos logrados en Madrid no bastaban para hacer funcionar el sistema, aunque eran una parte necesaria del mismo. Los dirigentes políticos nacionales no podrán imponer sus decisiones en el plano local y regional, sino que debían llegar a acuerdos con los caciques regionales y locales, en lo que Javier Tusell ha llamado "un pacto con la realidad".
La realización de unas elecciones era un asunto complicado. Se iniciaba en el terreno de la alta política, entre los líderes de los partidos en Madrid. La figura clave era el Jefe del Gobierno, que controlaba la administración y realizaba la selección última de candidatos, aunque los acuerdos reales los efectuaba el ministro del Interior. Sin embargo, incluso en este plano sutil no era posible tomar decisiones con rapidez ni con facilidad. Había que tener en cuenta a cierto número de grupos y dar una serie de satisfacciones, sobre todo a los líderes de, las diversas facciones que formaban el partido en el gobierno y al poder de la oposición. Se entregaban escaños incluso a algunos representantes de la oposición no dinástica, como al republicano Emilio Castelar. Negociación era la palabra clave. Cuando a comienzos del siglo XX los dos partidos dinásticos acabaron fraccionándose cada vez más, el procedimiento resultó mucho más difícil. En 1933, último año en que las elecciones se efectuaron con el sistema de la Restauración, los partidos dinásticos se enfrentaron divididos en grupúsculos y extraordinariamente fragmentados.
No todos los distritos electorales del país estaban a disposición de los negociadores de la capital. Su principal diferencia residía en el grado de control que tenían sobre ellos los gobiernos, por un lado, y los titulares del poder local, por otro. Los más accesibles al control del gobierno, la mayoría, eran conocidos como “disponibles”, “muertos” o “mostrencos”, aunque incluso entre ellos habla algunas personas influyentes a las que se debía satisfacer. Estos distritos se concedían a menudo a candidatos conocidos como trashumantes, a quienes se mandaba a ellos como llovidos del cielo. El segundo tipo era el de los distritos los caciques tenían fuerza suficiente para impedir la libre elección de candidato por parte del gobierno. Finalmente estaban los distritos "independientes o emancipados”, donde la movilización del lectorado había acabado con el control del gobierno y de los caciques. Esta situación se daba más a menudo en las áreas urbanas, donde un partido bien organizado que practicase una política de masas podía fácilmente tener éxito.
Una vez finalizado el “encasillado”, la lista de candidatos de todos los partidos, comenzaba otra serie de negociaciones, ahora entre el gobierno y los dirigentes locales de los partidos. Su tarea era apaciguar a ambos partidos y asegurar el resultado propuesto con la menor violencia posible. Había otros tipos de fraude y coacción, algunos de ellos bastante pintorescos, conocidos generalmente como "pucherazos”. Podían consistir en cambiar en el último minuto el lugar del colegio electoral, situando las urnas de manera que los votantes no se animaran a acudir, por ejemplo en un hospital de infecciosos, en el tejado de un edificio o en una pocilga. Se detenía a los votantes el día de las elecciones; bandas contratadas a ese fin solían dar su voto a personas muertas, conocidas como “Lázaros” que habían sido incluidas en las listas de votantes, y, para hostigar a los posibles electores de la oposición, se enviaba a funcionarios del gobierno que, por ejemplo, se dedicaban a revisar los límites de las propiedades. Era normal sugerir a los empleados del gobierno que votaran al candidato oficial. Por pintorescos que fueran tales métodos, el sistema no dependía de ellos, al menos no antes de 1900 y, más tarde, la creciente competencia electoral por parte de regeneracionistas, radicales, socialistas y regionalistas exigió el recurso cada vez más frecuente al pucherazo.
La razón era que la mayoría de las veces, las elecciones estaban tan bien preparadas que no se necesitaba este tipo de fraudes. La naturaleza centralista del Estado español, que concedía al gobierno central una gran influencia sobre los gobiernos provinciales, hacía posible dicha preparación, los gobernadores civiles podían convertir con mucha facilidad a los alcaldes en agentes electorales del partido gubernamental.
A menudo bastaba con una amenaza; donde no era así, se podía multar a los alcaldes. En última instancia, un ayuntamiento poco dispuesto a cooperar podía ser suspendido en sus funciones por alguna irregularidad de poca monta y reemplazado por un delegado del gobierno.
El caciquismo dependía de la influencia local de individuas concretos y de su capacidad para transformarla en apoyos políticos. Ello requería la existencia de un Estado muy complejo y altamente centralizado del que se pudiera obtener una amplia gama de favores. El plano local era el más importante. En las pequeñas ciudades y pueblos el cacique del lugar era, en palabras del historiador Javier Tusell "la cúspide de la pi-rámide clientelística, y verdadero monopolizador de la vida pública".
La capacidad del cacique para entregar votos dependía de su habilidad para conceder favores a sus clientes o "amigos políticos”. Estos favores, empleos, permisos de edificación, exenciones tributarios o del servicio militar, no se debían a su fortuna personal sino a su influencia ante la administración. Tenía que parecer algo que el cacique, solamente, era capaz de conseguir, y no algo que el Estado proporcionara a sus ciudadanos como cosa obvia. Tales favores eran, sin embargo, ilegales y signíficaban la no recaudación de impuestos y la no aplicación de los decretos gubernativos. Sin embargo, el hecho de que los miembros del gobierno fueran dirigentes de partido y que el número de diputados a sus órdenes dependiera de los favores concedidos a los caciques, les impedía tomar cartas en el asunto. Esas ilegalidades a ineficiencias eran el precio que estaban dispuestos a pagar por mantener un sistema político que funcionaba a pedir de boca. Tales favores no recalan solo en el cacique y su pequeño grupo de amigos o parientes; se derramaban ampliamente y tocaban en suerte a personas de todas las clases sociales. El favor más importante recibido por la gente corriente era el de la exención de un hijo del servicio militar, que podía conseguirse mediante un certificado médico amañado o una falsa declaración de estatura.
Aunque el sistema de la Restauración acabó siendo difícil de manejar a partir de 1898, y sobre todo con posterioridad a 1914,por la politización de una gran parte de la poblaci6n,no evolucionó hacia una democracia más auténtica. Cuando los partidos dinásticos, comenzaban a prestar más at.enr-i6n a la opinión pública y a legislar de acuerdo con ella, el sistema concluyó con el golpe de Primo de Rivera de septiembre de 1923. El general declaró la guerra a los caciques en nombre de la regeneración nacional, pero su instrumento político, la Uni6n Patriótica, los incorporó a su organización, en vez de eliminarlos. Cuando llegaron las elecciones municipales de abril de 1931,que condujeron a la proclamación de la Segunda República, los caciques estaban ya bien asentados en muchas zonas rurales. En realidad, los monárquicos obtuvieron el control en más municipios que la coalición de republicanos y socialistas; pero se trataba casi exclusivamente de pequeñas ciudades y pueblos en los que aún se solían utilizar los viejos métodos. El rey y sus consejeros comprendieron que donde se había permitido al pueblo expresarse con libertad, el resultado había sido claramente en contra de la monarquía.
En Galicia el caciquismo adquiere una dimensión mayor, y ha tenido desde un principio una razón de ser, la de mantener a Galicia anclado socialmente en el Antiguo Régimen.
El gallego, en su mayoría campesino, vive sometido a un mundo tanto por los condicionamientos socioeconómicos (régimen foral, préstamos etc.) como por el sistema estructural de dependencia. Las relaciones con el patrón se basan en el intercambio de bienes y servicios, pero al desenvolverse entre personas de desigual poder económico e influencia la capacidad de negociación no es igualitaria. Lo que el cliente reclama del cacique son beneficios concretos (una licencia de obras, un permiso militar para un hijo, el retraso en un pago...), pero lo que el patrón reclama son respuestas globalizadas dirigidas a una ideología. En definitiva, el cliente pide para sí, e1 patrón para una causa y por ello los términos de relación son desiguales.
Esto condiciona toda relación de patrón y cliente, pero en Galicia se inscribe en un marco mucho más concreto, es el contrato que rige toda la vida del gallego. E1 campesino recibe la tierra aforada en forma de contrato, acepta el ganado en aparcería, casa a las hijas en forma contractual, paga sus rentas a la Iglesia porque piensa que hay un compromiso contraído con ella, cuando compra una vaca le pone la señal que indica el inicio del contrato y cuando se ofrece a un santo establece con él un pacto en virtud del cual se compromete a darle alguno de sus bienes a cambio del favor solicitado. El gallego, por lo tanto, enmarca. su vida en una, atmósfera contractual en la que su código de valores le obliga a mantener la palabra dada. El contrato, visto así, es algo mas que una sencilla fórmula jurídica, es algo que afecta a lo más profundo del sistema de valores
Esta relación adquiere en Galicia una especial connotación en virtud de este sistema ético que configura el comportamiento del hombre gallego. Este está obligado al compromiso contraído con el señor, con el patrón y ceder un voto (aunque esto pudiera significar una actitud poco ética),en estas circunstancias, insiste el Profesor Barreiro Fernández, es cumplir con una ética superior, es aceptar plenamente hasta las últimas consecuencias el compromiso adquirido.
El señor, dueño de las tierras y perceptor de rentas no es el empresario burgués que está pendiente del calendario para embargar al campesino que o le paga. El señor casi siempre sabe esperar, conoce las circunstancias personales y familiares del campesino y sabe retrasar (no perdona nunca) el cobro de las rentas en épocas de crisis. El señor tiene amigos en todas partes y así consigue favores personales que el campesino no olvidara, basándose en la lealtad de esta relación entre el señor y el campesino. Por todo esto, la relación es fuerte y el señor exigirá dos cosas: reconocimiento de su señorío y dependencia social. Esta dependencia, a partir del siglo XIX, estará encaminada hacia algo muy concreto: el regalo del voto al señor. Y el campesino se siente muy satisfecho de poder hacerle este regalo que para él resulta tan barato

















5.-POSICIÓN DE LOS INTELECTUALES EN LA DICTADUA DE PRIMO DE RIVERA.

En España, desde finales del siglo XIX, había habido una crítica al sistema político vigente, pero mucho más a la práctica del mismo, que violaba sus principios liberales, que a la teoría, que seguía siendo considerada como deseable y correcta.
Llama la atención hasta qué punto eran corrientemente admitidas las ideas regeneracionistas de Costa y la tesis de que un régimen temporal podía ser capaz de, crear una España mejor y más liberal. Primo de Rivera, fue la expresión de estas ideas en lo que tenían de más elemental, pero este mismo hecho le alejaba del mundo intelectual. Siempre (fue un regeneracionista y no intentó verdaderamente dar un contenido ideológico estable a un régimen. Hubo quienes fueron beligerantes en su contra desde el principios y quienes fueron opositores con menor vocación para la, acción; fue su propia incapacidad para entender este mundo la que explica que acabara teniendo en contra suya a la casi totalidad de los intelectuales españoles.




5.1.- Enfrentamiento parcíal: Maetzu,Azorín, W.F.Florez.

No se puede comprender la situación de Wenceslao Fernández Florez durante la dictadura de Primo de Rivera, época en la que se engendró EL MALVADO CARABEL, sin hacer un análisis de la posición de los intelectuales ante este régimen político. Régimen dictatorial que sitúa sus orígenes en el desastre de Marruecos y en la vuelta del ejército a la política, sobre todo a partir de 1917. Trataba de darle una solución definitiva al problema marroquí y regenar la vida política de España apartando del poder a los miembros de aquella clase política.
Había entre los intelectuales una pluralidad ideológica, sin embargo una coincidencia era palpable: el rechazo a la política de la Restauración y de quien> la protagonizaban. Existían, desde luego, argumentos para juzgar en setiembre de 1923 que un nuevo régimen que también habla usado como argumento fundamental para alzarse con el poder la discrepancia con respecto á a la política existente, podría encontrar el apoyo del mundo intelectual.
A fin de cuentas, en Joaquín Costa existía un componente autoritario indudable y el general Primo de Rivera decía querer establecer un régimen de fuerza, precisamente para concluir con la política imperante.
Probablemente la mayor parte de los intelectuales apoyaron el régimen dictatorial con mayor o menor entusiasmo como hizo el resto de los españoles. Sin embargo una cosa es la adhesión entusiasta y otra muy diferente es la expectación benevolente que partía de que la Dictadura era un régimen temporal destinado a, la persecución de los políticos profesionales. En definitiva, unos apoyaron con entusiasmo; otros creyeron que Primo de Rivera haría uso de sus consejos y acabaría con la política anterior; otros, sin embargo, sólo vieron en la Dictadura opresión, repudio a la inteligencia, clericalismo, entrometimiento de los militares y el Rey en la política española, y propósitos claros de dejar impunes los hechos acaecidos en Marruecos.
Ramiro de Maetzu no se pronunciaba directamente contra el sistema liberal, democrático y parlamentario, sino contra la forma en que se realizaba en España. De lo que esencialmente culpaba al sistema de la Restauración, era de no haber sacado las consecuencias de sus propias características y con ello haber puesto seriamente en peligro la propia convivencia nacional. La consecuencia era que los partidos que tenían como función sostener el sistema monárquico no tenían voz y los únicos que hacían oír la suya propia, eran los agitadores que destruirían la convivencia. Él consideraba que era compatible el mantenimiento de los principios liberales con una dictadura de carácter temporal. Pensaba en una regeneración liberal, la doctrina del Regeneracionismo de Costa, del sistema político anterior al 13 de setiembre. Para él la trampa electoral conducía a la corrupción de la nación y del Estado; en consecuencia, decía que preferible sería un absolutismo medianamente honrado a un parlamentarismo podrido en sus raíces,
La postura de Azorín en principio es de apoyo al régimen dictatorial o, en su defecto, de crítica del sistema de la Restauración. En alguno de sus artículos proclama abiertamente la manipulación de las elecciones y como lo verdaderamente importante no es hacer unas elecciones auténticas, el Ministerio de la Gobernación pone en marcha los procedimientos habituales que concluyen el día de la elección: se adelanta el reloj de la torre y en lugar de ser las ocho de la mañana, hora de abrir los colegios electorales, son las doce del día; a la una de la tarde son las cuatro, hora en que termina la votación.
Y además, los ministros están preocupados de discutir cuántos puestos le corresponden a cada uno de los grupos que componen el partido en el poder. Los rivales se tratan cordialmente, pero el jefe del partido conservador asegura al del liberal, en este momento en el poder, que necesita un número de diputados que éste no le puede dar. También cada grupo dentro de la oposición campa por sus respetos exigiendo diputados. Finalmente las elecciones se convierten en un inmenso guirigay.
Estos intelectuales que tienen una postura benevolente hacia la Dictadura, no será inamovible; con el tiempo y la evolución del régimen modificarán sus posturas haciéndose más críticos con el momento político que vive España, sobre todo al observar que el régimen estaba perdiendo progresivamente el contenido liberal para convertirse en una, tendencia conservadora y tradicionalista.
Wenceslao Fernández Florez vio con alegría y esperanza
la llegada al poder de Primo de Rivera, pero rápidamente se decepcionó. Hay la tentación de considerar a Fernández Florez sólo como un humorista o como un novelista menor. Lo último ha sido negado por José Carlos Mainer en los estudios que ha hecho del autor. Además, presentar incluso como puramente humorístico sus artículos acerca de la política española seria erróneo: los son, pero no en el sentido de una caricatura carente de cualquier fondo; revelan, sin duda, liberalismo, deseo de "regeneración" política y una profunda amargura por la situación nacional.
Fernández Florez a través de sus artículos aparecidos con el rótulo de “Impresiones de un hombre de buena fe", publicados en ABC, había contribuido al deterioro de la imagen de la política antigua antes que Azorín; sus juicios fueron además especialmente crueles citando a los destinatarios de los mismos: “Aquí estamos; seguimos tan ricamente en el disfruté de las prebendas y vanidades". De esta manera presentaba Fernández Florez a la clase política de la última etapa de la Monarquía Constitucional. “Eran muñecos que hablan porque tienen discos de ebonita en la cavidad craneana", "cualquier cosa menos gobernantes del pueblo". En consecuencia, llegó a pensar Wenceslao F. Florez que nacía falta un hombre bueno, un caudillo de España.
Los artículos publicados por él en el primer trimestre de vida del régimen dictatorial, contribuyen a explicar la buena recepción que en todos los medios, también en los intelectuales, tuvo la sublevación militar. En realidad ello derivaba de la separación de la vieja política y la persecución de sus miembros, aunque esto no bastase para mantener una adhesión al régimen. Pronto se apreció, en cambio, en la posición de Fernández Florez, una reticencia con respecto al Directorio militar. La censura y la decepción destruyeron su obra de articulista durante estos años. Su actitud ante la vieja política era de una condena absoluta: “¡Un momento, señores políticos licenciados, un momento!” No podemos separarnos así, sin despedirnos (...) ojalá no volváis nunca. Aquí nos dejáis como medio país en el analfabetismo, con una agricultura atrasada, con una industria anémica conservada en la estufa del proteccionismo más exagerado, con un déficit respetable, sin poderío, sin transportes, sin comunicaciones, sin gran prestigio fuera y sin felicidad dentro, con pistoleros, con atracadores. Con un enemigo en cada lechero, en cada panadero, en cada, carnicero, en cada concejal; con enemigos hasta dentro de los contadores de la luz eléctrica".
Los políticos del viejo régimen podían tener virtudes, pero no eran las exigibles en un gobernante. Nadie quería, “ni de balde" a sus políticos del pasado por mucho que ahora procuraran ofrecer un más presentable aspecto. Incluso gestos como el de renunciar a las dietas que les correspondían fueron consideradas por Fernández Florez como ausentes de cualquier tipo de respetabilidad.
No podían faltar en sus artículos alusiones, referencias, al mundo rural gallego en el que había presenciado ejemplos especialmente espeluznantes de ejercicio del caciquismo, por lo que se refirió de forma despectiva al sufragio universal en alguna ocasión, aunque para él el juicio negativo que tenía derivaba de la experiencia gallega, es decir, una experiencia de fraude sistemático.
En dichos artículos aparecía la región dominada por el sistema caciquil con la denominación de “Terra Cativa” en laque el cacique llegaba a tener tal fuerza que conseguía no sólo perseguir a un adversario hasta la muerte, sino darle una plaza en el infierno por su influencia ante Luzbel. Testimoniando su apoyo a las medidas que iba tomando el Directorio en contra de los antiguos protagonistas de la política, Fernández Florez traducía a ese medio rural de Terra Catíva la legislación anticaciquil de Primo de Rivera.
Sin embargo, pronto empezó a manifestar a través de sus artículos, las insuficiencias y los errores de la Dictadura. Probablemente fue uno de los pocos intelectuales que en las primeras semanas del régimen prestó atención a las medidas políticas que pretendían ser regeneradoras del caciquismo. Para él muchas de ellas tenían un efecto anecdótico o contra producente. Lo que le sucedía a Fernández Florez era que, conocedor como pocos de la realidad caciquil y de la levedad de las medidas que estaba tomando el Directorio militar, era también capaz de criticarlas por su inefectividad. Si seguía atacando a, los viejos políticos era precisamente por ello. Como zorros acosados, los antiguos protagonistas de la vida política permanecían agazapados esperando a recuperar su antiguo predominio. Ya a mediados de noviembre de 1923 se mostró impaciente porque la labor regeneradora que la Dictadura se atribula a sí misma no parecía plasmarse en nada realmente decisivo. Todavía pensaba que era necesario esperar, pero la labor anticaciquil del régimen no iba por buen camino.
Aparte de dudar de la capacidad regeneradora, sobre el pasado caciquil, tenía otros motivos de discrepancia con respecto a la situación. Pensaba que un tono excesivamente tradicionalista predominaba en el seno de la política española. Se ha dicho recientemente en un comentadísimo discurso pronunciado en la Ciudad Eterna, que todos los españoles formaríamos, si se nos requiriese para ello, en una nueva cruzada pantra el infiel. Y tengo que hacer una pequeñita aclaración al margen de la rotunda frase. Yo, no. Yo no me alistaré en esa cruzada".
Con estas frases se refería el escritor gallego al discurso pronunciado por el rey Alfonso XIII ante el Papa con ocasión de su visita a Roma. Se trataba de una crítica, a la propia persona del monarca que asombra fuera publicada en ABC y que nos ayuda a pensar en el calificativo de liberal al que Wenceslao Fernández Florez se hace acreedor.
La mejor prueba del creciente desvío de F. Florez con respecto a la situación política la constituye su SILENCIO. A lo largo de diciembre de 1923 tan sólo publicó un artículo. Ya en 1924 el ritmo de sus colaboraciones en la prensa fue perdiendo el fervor de setiembre a noviembre de 1923. Y lo que resulta mas característico es que la ironía practicada en otro instante con respecto a la política constitucional la empezó a ejercer ahora respecto de los militares en el poder. Es su antimilitarismo.
El Directorio, según él, no había sido capaz de hacer aparecer nuevos dirigentes políticos. La censura que había justificado a finales de octubre de 1923 ya le parecía digna de ironía en enero de 1924 cuando se sugirió al Directorio que estableciera un procedimiento de suministro de noticias de prensa para el uso de los periodistas; en tal servicio se incluirían reflexiones acerca de la forma de circular de los coches por las vías públicas madrileñas. Ya en marzo la ironía afectaba a la propia persona del Dictador. Primo de Rivera asistió a un acto con sus compañeros de la Academia General de Zaragoza y en él se pronunciaron unos versos que él mismo consideró muy inspirados, pero que no habían sido recogidos por la prensa; Fernández Florez tuvo la humorada de sugerir que el autor de esa lírica militar podía ser compensado por el procedimiento de nombrarle delegado militar en la Real Academia de la Lengua.
Ironía, quizá producto de su carácter gallego, denunciador de errores y falsedades. El remedio que lo ponga quien tiene la obligación de hacerlo, o bien los políticos o, en su caso, el pueblo con sus determinaciones. Esta es la fórmula de denuncia que utiliza F. Florez, lo mismo lo hace en su novela EL MALVADO CARABEL, de la que nos ocuparemos más adelante.
No era sencillo practicar el humor en una situación dictatorial y a medida que fue pasando el tiempo espació sus colaboraciones en ABC. Además cuando volvió a la palestra lo hizo en contra de la censura con la que ya es muy probable que hubiera tenido algún incidente. Su ironía tan excitante, probablemente, no fue entendida por aquellos entre los que lógicamente habría de esperar encontrar apoyo, los escritores. Y a alguno de los que le tacharon de derechista, él les contestaba con sus argumentos que mostraban su carácter escéptico, pero contrario a un régimen autoritario: “... No soy fanático de nada. Cuando estimé que un hombre de las derechas tenía razón le aplaudí. Cuando me parecía que un hombre de las izquierdas estaba en lo cierto, no le escatimé elogios. En lo que se refiere al presente, bien sabe usted que el silencio de ha hecho liberal”.
Si, como decía Fernández Florez, el silencio era un sinónimo de liberalismo, él dio prueba de este último en los años siguientes porque permaneció ausente de las páginas de ABC. Desde abril de 1926 hasta octubre de 1930 no publicó un sólo artículo; en 1925 aparecieron siete que son los que hubiera escrito en condiciones normales en dos o tres semanas y en 1926 se publicó uno. En ellos se aprecia que su decepción respecto a la Dictadura era definitiva. En uno se pronunciaba sarcástica. En uno se pronunciaba sarcásticamente acerca de la "panacea del aplausos” para resolver todos los problemas del país, y en otro se refería, con no menos ironía, a la real ausencia de libertad en el país. Desde mediados de 1925 permaneció ya ausente de las páginas de la prensa para lo que no fueran pequeñas anécdotas de la vida cotidiana.
Precisamente este año de 1925 significa, en el régimen de Dictadura, un giro importante, el primero de los varios que llevó a cabo el dictador en el transcurso de su permanencia en el poder.
Como se sabe, Primo de Rivera llegó al poder con la promesa de que su régimen no había de resultar duradero y con la afirmación de que tenía como propósito la vuelta a un sistema liberal en el que hubieran desaparecido las corruptelas del régimen anterior. Sin embargo, a la altura de las primeras semanas de 1925 había desaparecido la posibilidad de un retorno inmediato a la legalidad constitucional y a finales del mismo año, después de dar comienzo a la resolución del problema de Marruecos, Primo de Rivera dio un primer paso hacia la consolidación de un régimen estable mediante la constitución de un Directorio Civil. Este gobierno planteaba ya la consolidación del régimen dictatorial como fórmula política estable. No es, pues, de extrañar que ya desde antes de esta fecha los sectores disconformes con el régimen dictatorial manifestaran su oposición aunque en forma metafórico tal y como hicieron en los homenajes celebrados en honor de Eduardo Dato o de Sagasta por conservadores o liberales.
Los intelectuales habían sido de los pocos que se habían opuesto al régimen, sin embargo esto no Quiere decir que la totalidad del mundo de la cultura se opusiera, ni mucho menos. El hecho de que el sistema liberal se caracterizase por su corrupción, hacía que no pocos lo consideraran inaceptable, bien porque hubieran abandonado el liberalismo o porque desearan una, radical depuración del mismo.


5.2.- Clara oposición: Unamuno y Blasco Ibañez.
Don Miguel de Unamuno, opositor de la Dictadura, desterrado a Fuerteventura, una verdadera obsesión para él era la agresión de la tontería que suponía la Dictadura:
“Vuelve a ser nadie ya, pero muy pronto
que, sino, hasta tus mismos asistentes
te dirán: ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!”
Pero no le sirvió el calificativo solamente para agredir a Primo de Rivera sino que elevó a categoría digna de estudio político, social y moral el hecho de la tontería. La tontería en política era la renuncia a la dignidad de moral, sometimiento a una vida tranquila, cobardía y ganas de no ver la realidad. Y por supuesto, esta visión de la tontería como una especie de categoría política resultaba aplicable a la generalidad de los españoles en los momentos iniciales de la Dictadura. Y si la tontería pululaba por el cuerpo nacional, era la Dictadura la máxima expresión de la misma como agresión a la inteligencia. Por ello, Unamuno, no dejó de culpar a la inteligencias los intelectuales, de esta emergencia de la tontería,
En Unamuno lo digno de admiración es el ejemplo moral de resistencia individual, contra toda esperanza, de un intelectual frente a un poder tiránico. La actitud de Unamuno fue inequívoca desde el primer momento y tuvo unas características peculiares. No engendró a una verdadera doctrina política, pero la postura moral de Unamuno tiene una grandeza moral muy superior a la de cualquier otro intelectual de la época: fue quien arriesgó más en la lucha contra el régimen dictatorial. Además, para él, la lucha en la que se había embarcado no era política de forma exclusiva, sino que también era la defensas contra un régimen carente de bagaje intelectual y de un mínimo de respetabilidad moral. Era una agonía religiosa en la que sufría no sólo por el destino colectivo de su país sino también en su propia intimidad. Unamuno tenía una decidida voluntad antidictatorial, pero resulta dudoso que hubiera pensado en programas políticos alternativos. Tuvo la solidaridad moral de una parte de su propia generación y fue le guía intelectual de la de 1914 e- incluso de la de 1927, pero su posición resultó insobornablemente individual.
Cuando en febrero de 1930 Unamuno volvió a España lo hizo casi en olor de santidad, pero su protagonismo no duró mucho tiempo. En mayo de este mismo año acudió a Madrid y su presencia produjo numerosos incidentes, pero dejó claro que su postura no era la de un político partidista, ni siquiera la de un entusiasta republicano, sino la de quien mantenía, una pugna personal contra el Rey y el Dictador y estaba mucho más preocupado por la cuestión religiosa que por el cambio de régimen. Su negativa a capitanear un movimiento intelectual le privó del liderazgo sobre los jóvenes pero también de influencia sobre los de su generación y así pasó del protagonismo político a un desdibujamiento.
BLASCO IBAÑEZ, novelista valenciano, cuando se proclamó la Dictadura de Primo de Rivera, es el personaje más internacional de las letras españolas.
Su reacción primera no se plasmó en una beligerancia radical en contra de Primo de Rivera; a la altura de octubre de 1923 nada hacía pensar que Blasco Ibañez fuera a desempeñar un papel clave en la oposición contra el dictador, volviendo de lleno a la vida política,. Y así lo anunció el periódico madrileño El Liberal, constituyendo un ejemplo el hecho de que una personalidad de tanta talla, tan cargado de laureles, se sacrificara por las tareas públicas en un momento en que su patria y sus ideas lo rehuirían. Manifestaba, a diferencia de Ortega y Gasset, que al conocer la situación española, se sentía en la obligación de “bajar a la calle”, su decisión era esencialmente antimonárquica más aún que antidictatorial, siendo esta la diferencia esencial con Unamuno. Alfonso XIII era considerado por él como “fantoche cruel y falso”, rey “degenerado”, germanófilo en otro tiempo, que había elegido como amigo y compañero a Primo de Rivera, su acompañante en momentos de diversión sexual.
El golpe de Estado, decía Blasco Ibañez, había sido producto de la voluntad real en dos sentidos: para ocultar sus negocios particulares y para evitar que se le atribuyeran los desastres coloniales de Marruecos. Alfonso XIII aparecía como un ansioso acumulador de una gran fortuna en colaboración de aventureros dedicados al juego, beneficiándose de apuestas de caballos en favor de su propia cuadra. Quizá la más grave acusación contra el Rey consistía en haber provocado el golpe de Estado para evitar las responsabilidades como consecuencia del desastre de Annual.
El Rey es causa de todos los males que tratará de resolverlos por el procedimiento de recurrir al militarismo. y en todo había fracasado el Directorio Militar ya que había prometido una moralización de la vida pública española y, según se decía en España, “nos prometió carne de ministros y sólo nos ha dado huesos de pobres empleados”. Había asegurado resolver el problema marroquí y como consecuencia, de las operaciones militares emprendidas por Primo de Rivera, se había producido un fracaso. No había instaurado el Terror, pero 'éste funcionaba de hecho gracias a los delegados gubernativos militares que se beneficiaban de pingues sobresueldos.


5.3.- Enfrentamiento generalizado.

Si en los años primeros de la Dictadura había sido un enfrentamiento parcial el que habían protagonizado los intelectuales contra el Dictador, en el año 1926 de generalizó de una manera definitiva.
Con motivo de la aparición del primer número de 1,.a. nueva "Hoja del Lunes", el 4 de enero de 1926, se veían claramente los propósitos del gobierno ya que no se trataba tan sólo de dar información objetiva, sino también de dar la opinión partidista de un régimen de dictadura militar contra sus adversarios. Y precisamente es, en este momento, cuando Wenceslao Fernandez Florez toma una postura crítica de total enfrentamiento con el régimen, desde las páginas de ABC. Mejor que nadie, son sus palabras las. que no dan muestra de ello, ya que encontraba este diario oficial "aburrido hasta un punto no superado ni por los folletos en que se recomiendan específicos” y presa de "ese tedio negro, brillante y pegadizo como el betún que ha podido conseguir, sabe Dios a costa de cuantos sacrificios,?. Pero habla algo peor, poner en clara evidencia al gobierno : “¿Qué hacer cuando un periódico que tenía tras de sí al Gobierno recomendaba tila ante un inminente partido de fútbol? Hincharse melancólicamente de tila, que es lo que voy a hacer el domingo, sin saber para qué y muy fastidiado porque me repugna ese brebaje. Pero quien manda, manda”.
Los dardos mortíferos de Fernández Florez afloran a su mente, no por una lastimosa improvisación sino que reflejan el descontento y hasta el desconsuelo de alguien que se está haciendo cada vez más crítico de palabra y de obra.
El año central de la dictadura primorriverista fue el de 1927, lo que bastaría para considerarlo como clave desde el punto de vista cronológico, pero hay otros razones de carácter político para señalar su importancia. Primo de Rivera había pensado desde 1925 en la posibilidad de institucionalizar su régimen y para ello se planteó la posibilidad de la convocatoria de un organismo consultivo no constitucional en el que se pudiera plantear la elaboración de una nueva normativa legal de carácter político para España. Sólo en 1927, después de una insistente presión cerca, del monarca, consiguió cumplir su propósito, que tuvo como consecuencia una definitiva, ruptura de una porción de los monárquicos liberales con el régimen y el intento de éste de elaborar una nueva Constitución.
Pero 1927 reviste también una decisiva importancia desde el punto de vista de la evolución del mundo intelectual. Para muchos escritores, como Unamuno, el compromiso era ya una opción tomada; para otros, fue obligada a partir de lo que parecía como consolidación definitiva de un régimen dictatorial, como es el caso de Valle Inclán. Otros mantenían posiciones escépticas que, como Ortega, pretende establecer una distancia entre la dedicación intelectual y su pensamiento político. Benavente dijo que a su edad no estaba para opinar de nada. Azorín, que seguía siendo escéptico, calificó de “trastos apolillados, destinados al desván, programas, partidos, jefes, democracias, parlamentos, coaliciones de izquierdas, manifiestos, discursos”. Pío Baroja no tenía reparo en manifestar que si la gente no lee, no hay liberalismo, ni deseo de cambiar y mejorar porque el liberalismo de la gente que no lee no vale de nada.
A estas alturas de la evolución política del régimen dictatorial, hubo quienes llegaron a la conclusión de que el liberalismo debía nutrirse de una sustancia nueva que no podía ser sino el Socialismo. Y en él bebería Wenceslao Fernández Florez ya que, al caer la Dictadura no sólo no oculta su satisfacción sino que también sorprende a propios y a extraños al enfrentarse a quienes lo acusan de conservador haciendo profesión de su pensamiento y así poder desdecir a todos aquellos que le criticaban. Y lo hace sin miramiento y con todo el riesgo que ello conlleva: “Diré ahora que todas mis simpatías están al lado de un partido socialista y no creo que hoy pueda haber otro punto de arranque para los hombres de progreso que el socialismo, y es una realidad que los Estados más prósperos de Europa son precisamente aquellos en cuyo régimen intervienen gobernantes de esa tendencia".
Cuando se plantea la ideología socialista, Wenceslao Fernández Florez estaría bebiendo en la elaboración doctrinal más importante en la izquierda de la época dictatorial: la de Fernando de los Ríos. Fue éste el primer defensor de una concepción humanista del socialismo, de acuerdo con la cual, éste sería el resultado de una visión de la historia como un proceso de progresiva toma de conciencia y de reformas sucesivas.
De los Ríos no era marxista, sino que se proclamaba humanista como heredero de toda la tradición intelectual que se remonta al pensamiento clásico y de la revolución liberal. Los principios de la, filosofía humanista tenían como enemigo fundamental a las instituciones capitalistas y además veía en el progreso de la conciencia moral humana una línea de avance destinada en un determinado momento histórico a conquistar la, libertad y en otro a hacer desaparecer los vicios del capitalismo. El capitalismo es rechazable, lo era por su condición antihumanista y no por las concepciones marxistas.
La repercusión de este socialismo humanista en el mundo simplemente liberal e incluso de un izquierdismo muy templado, fue importante. Era una fórmula política mucho más accesible y en una situación de opresión de la libertad como la que vivía la España de la época, el hecho de que el socialismo pudiera aparecer como la culminación de las tesis liberales, hacía que este ideario impregnara el pensamiento de la mayor parte de los escritores liberales.
La atracción por la temática socialista estaba presente en todos los intelectuales liberales, hasta en algunos que nadie se lo esperaba, nuestro Wenceslao Fernández Florez, o como es el caso de Marañón y también de Madariaga. Éste decia que ante el socialismo la actitud de los de su generación era un movimiento cordial y espontáneo de simpatía. Desde el punto de vista intelectual y político, el socialismo le resultaba criticable, pero eso no evitaba que mantuviera respecto de él un sentimiento de vinculación afectiva. Como doctrina, económica, Madariaga también se mostraba entusiasta y suscribía un corporativismo semejante al de Fernando de los Ríos. Hasta, ese punto se había hecho común la identificación entre liberalismo y socialismo al final de la época dictatorial.
En el año 1928 el régimen de la Dictadura contó con la oposición claramente mayoritaria del mundo cultural español. Durante 1929 se produjo un definitivo alineamiento de los intelectuales en contra del régimen dictatorial y tuvo lugar también una traslación del repudio a, la Dictadura a la oposición contra la Monarquía. Durante este año, por vez primera, la oposición intelectual pudo hacerse presente en las calles a través de la protesta estudiantil que va a influir sobre los medios intelectuales, ya que éstos fueron el primer motor de la subversion universitaria y se acabaron solidarizando con ella cuando Primo de Rivera empezó a practicar una política represora. Ortega y Gasset dimitió de la cátedra de Metafísica de la Universidad Central y Fernando de los Ríos hizo lo propio de la suya en la Universidad de Granada. Unos 120 catedráticos de Universidad firmaron un escrito de protesta a Primo de Rivera y de solidaridad con los estudiantes. Unamuno escribió a los estudiantes ensalzando su resistencia frente a la tiranía. Valle Inclán fue detenido en dos ocasiones y el propio Azorín se alineó con los estudiantes en sus colaboraciones en la prensa argentina. La actitud en contra de Wenceslao Fernández Florez sobre la política del momento, seguía presente en su escepticismo radical.
El caso de Azorín es significativo. En el año 1927, coincidiendo con el estreno de su obra de teatro “Brandy, mucho brandy” que fue recibida de una manera excepcionalmente agria, llegando incluso a intentar pronunciar una, conferencia acerca de ella en el propio teatro donde se representaba. La empresa acabó por impedir que la conferencia se celebrara por el expeditivo procedimiento de cerrar el teatro.
A partir de este momento, Azorín dio la sensación de alejarse del régimen dictatorial como si hubiera llegado al convencimiento de que su vinculación con el régimen le reportaba más problemas que satisfacciones y multiplicaba la oposición a su labor dramática, porque la crítica que de él se hacía tenía un componente básicamente estético podía tener también un componente político.
En el verano de 1927 también se observa esa reticencia del escritor con respecto al régimen dictatorial cuando, en una referencia suya a la censura, se refería a que en el mundo moderno la agitación de ideas, incluso en materias teatrales, era tan grande que privaba de cualquier sentido a un control llevado a cabo por algún tipo de poder estatal. De ahí nacía una condena del régimen de censura de la libertad de expresión,
Un directo ataque de Azorín contra la Dictadura no se produjo hasta finales de 1927, en un momento en que se había convocado ya la Asamblea Nacional. Se aprecia un giro político que seria definitivo. Se había criticado el parlamentarismo, pero ahora dice que "nada de todo esto inválida la virtualidad, poderosa, eficaz, insustituible del Parlamento”, tal como expresaba en sus artículos publicados en La Prensa de Buenos Aires.
Hasta el año 1928, Azorín había sido colaborador de la Dictadura, para en este año distanciarse de ella. Concluida la Dictadura se pudo percibir en sus artículos un creciente cambio de actitud, con una creciente tendencia a la izquierda atraído por un cierto Socialismo. Y ya antes, se pudo apreciar una posición política contraria al régimen en el momento que se abordó el proyecto constitucional de la Dictadura del año 1929. Según Azorín, aquello no era una constitución sino una carta otorgada, que no haría desaparecer la censura de prensa ni n permitiría la fiscalización del ejecutivo, ni solucionaría el problema de la tolerancia religiosa que según el escritor no existía antes de la Dictadura y ahora había quedado planteado.
Ortega y Gasset vio la dictadura de Primo de Rivera como una posibilidad regeneracionista. Nunca fue primorriverista, sino que su coincidencia con la postura de los que ensalzaban el régimen no tenía otro motivo que el común repudio de la situación anterior de ninguna manera estaba dispuesto Ortega a que volviera el parlamentarismo corrompido de la etapa de la Restauración. Se sintió siempre llamado a una labor de adoctrinamiento respecto del Directorio y a ello se redujo su supuesto colaboracionismo. El dictador no hizo caso de sus consejos e incluso llegó a prohibirle expresar su opinión, momento en el que quizás Ortega debió pensar que la actitud correcta era la oposición,
Él consideraba que a los intelectuales les correspondía un papel al margen de la política práctica y cotidiana, ya que su función era la de ser críticos y aconsejar a los gobernantes en la mejor manera de actuar.
La diferencia de criterio con los militares era que estos pensaban que los males de España eran producto de la detentación del poder por parte de un puñado de políticos profesionales; era lo mismo que pensaban la inmensa mayoría de los españoles. La posición de Ortega era diferente, porque para él lo malo eran los malos españoles que sustentaban, de hecho, con sus usos políticos la vieja política. La soluciónelo fundamental no era la persecución de los viejos políticos, sino un radical cambio en la entraña misma de la vida nacional por obra positiva de los sectores más cultos y desarrollados de la sociedad española, lo que él denominaba “minorías selectas". Esa transformación debía pasar por un cambio en la propia entraña, de la sociedad y no solamente en la del Estado.
A partir de 1929 se aprecia un cambio de actitud al considerar que España empezaba a vivir una etapa en la que era evidente el deber de intervenir en la vida pública, significando que la política futura ha de ser la del liberalismo. Esa mayor dedicación a la política también se percibe en un texto que Ortega escribe por esas fechas, “La rebelión de las masas". Aunque este libro trasciende la significación histórica del momento en que fue imaginado y escrito, es también una respuesta a las circunstancias de la España de entonces. Consideraba que en España se daban las circunstancias como para que el nivel de la historia subiera de tono mediante un cambio sustancial en la vida pública nacional. La elevación de tono debía producirse en el seno del liberalismo y frente a aquellos dos movimientos políticos que suponían una adulación a las masas: el fascismo y el bolchevismo.
Ortega catalizó en torno a él a quienes en el mundo intelectual recalcaban sobre todos los males del pasado parlamentarismo; luego atrajo a los más jóvenes interesados en sus doctrinas estéticas y en la apertura al mundo europeo que daba la lectura de la Revista de Occidente. Su tesis fundamental durante la etapa dictatorial consistió en propiciar el advenimiento de un Estado liberal en que se superasen los males de la etapa anterior a 1923.


















6.- ESTUDIO COMPARATIVO DEL MALVADO CARABEL.

Los novelistas sociales rechazaron la idea de un arte vanguardista de carácter evasivo, la novela de contenido metafísico o la sentimental erótica. Juzgaron, por el contrarío, que un escritor no podía permanecer indiferente a los conflictos colectivos ni al entorno social que le rodeaba. Tal posición era radicalmente diferente de la de los poetas y una identificación de actitudes políticas no se produjo sino en los momentos finales del régimen monárquico, tal es el caso del Alberti politizado que no apareció hasta 1930 ó 1931.
La novela social planteaba el análisis de una España en crisis de valores a la que había que poner remedio, estableciéndose en este género literario una directa vinculación entre la dedicación intelectual y la acción política, una actitud de compromiso político: referencias a la agitación social de la España de la época, la inutilidad de la guerra colonial y la brutalidad de la guerra, con referencia directa a la guerra de Marruecos o al desastre de Annual. Los obreros, los desasistidos de la fortuna, el hambre, la represión..., un sinfín de acontecimientos incrustados en el sufrimiento de nuestra sociedad.
Pero, al lado de la novela social propiamente dicha, hay otra expresión novelística que no es propiamente social sino que constituye una derivación del subjetivismo vinculado con la generación de 1927. Y esta novela, a. través de aventuras amorosas, crisis síquicas y MANIFESTACIONES DE DESARRAIGO CON RESPECTO A LA SOCIEDAD VIGENTE, tiene también una significación política antidictatorial; a menudo bastaría con sustituir tan sólo los apellidos de los personajes para descubrir la referencia a la sociedad española. Y es muy probable que la mayor parte de estas novelas, como “EL MALVADO CARABEL”, expresaran la opinión política de una nueva generación intelectual discrepante con el régimen de la Dictadura.

6.1.- La novela (1931) y la adaptación cinematográfica de Edgar Neville (1935)
El primero en dirigir una adaptación cinematográfica de la novela "El Malvado Carabel" fue Edgar Neville en el año 1935, y con la base argumental a cargo del propio Fernández Florez. Se estrenó en el cine Callao de Madrid el 9 de diciembre de ese mismo año.
Edgar Neville nació el 28 de diciembre de 1889. Tenía un humor incisivo e inteligente que caracterizó su cine y teatro y literatura, ocultando tras el nombre heredado de su padre inglés un aguerrido casticismo madrileño. Fernado Fernán-Gómez describe al cineasta y dramaturgo como un “dístinguido sport-man, casi extranjero, de cultura y vida internacionales, que hizo un cine de puras imágenes españolas... Era un director de cine singularísimo, raro no sólo para el público en general, sino para los aficionados, y que no se esforzó en disimular en su obra la pereza, la despreocupación y la elegante frivolidad".
Edgar Neville se trasladó en 1929 a Washington como agregado cultural de la embajada española. Su carrera diplomática estaba hasta que unas vacaciones en los Ángeles cambian su vida. El deslumbramiento ante la colonia de actores y cineastas, su amistad con Charles Chaplin y Douglas Fairbanks le empujan a pedir la excedencia en el cuerpo diplomático para trabajar como supervisor y redactor de diálogos para la Metro Goldwyn Mayer.
Regresa a España en 1932 y al poco tiempo le llamó una curiosa y pintoresca señora, doña Rosario Pi, preguntándole si tenía inconveniente en dirigir unas pruebas cinematográficas para que desfilaran unas chicas muy bonitas. Aceptó porque todo lo que era cine le divertía. Es a partir de entonces cuando arranca la filmografía de este madrileño que refinó el sainete y que buscó la clase media que toda alta comedia necesita.
En el primer capítulo de la novela como en la escena primera del guión cinematográfico, la acción se sitúa en uno de los despachos de las oficinas de la CASA DE BANCA: AZNAR Y BOFARULL que tiene en primera línea un rótulo que quedará impreso, fidedignamente, en la retina del espectador: “Nuestro lema es honradez y trabajo y trabajo honrado Aznar y Bofarull”.
Fernández Florez sentía recelo hacia las instituciones bancarias y hacia aquellos que hablaban un lenguaje esotérico sólo para iniciados, cobijándose en amplios locales lujosos con mucho mármol en el suelo y rejas protegiendo los caudales propios y ajenos.
Los empleados, por el contrarío, encorvados ante sus libros de cuentas "dibujan cifras en el libro rayado y cuadriculado...” Hasta el último de los céntimos tiene que cuadrar en las cuentas para poder así recibir los plácemes de sus superiores que se autoproclaman como ejemplo de patronos humanitarias.
Díaz Plaja nos hace ver la, visceral antipatía que Fernández Florez tenía hacia el mundo bancario y su ataque más profundo queda reflejado tanto en la novela como en el guión cinematográfico. Los nombres de los propietarios de la Banca son Aznar y Bofarull, y al elegirlos el novelista hace realidad la creencia generalizada que existía en la sociedad española: un financiero sólo podía ser vasco o catalán. Ambos son la representación de lo más vil y deleznable a que puede llegar el capitalismo explotador. Tras una sonrisa afectuosa y un trato cordial, de esconde un hombre sin entrañas que no puede siquiera imaginar la posibilidad de subir el sueldo a nadie.
Wenceslao Fernández Florez, en ambos, ataca a una institución que acumula dinero mientras trata avaramente a sus trabajadores. Éstos no pueden pedir mejoras, es una falta grave de disciplina ya que en este banco nadie ha reclamado nunca aumento de sueldo, y “esto es uno de nuestros orgullos”, decían los banqueros. Acaso si lo hiciesen les tachaban de revolucionarios, de huelguistas y desestabilizadores. Mucha suerte tienen de recibir un trato familiar, paternal, evitándoles puedan caer en una vida disoluta.
Cuando en los textos de la novela observamos, con la ironía y el humorismo propio del autor, las críticas despiadadas a la banca, la denuncia de que el enriquecimiento lo justifica todo, la falta de ética, el falso paternalismo, las nefastas condiciones de trabajo de los asalariados..., difícilmente se puede mantener el calificativo de "compactamente conservador” que se le atribuye a Wenceslao Fernández Florez. La finalidad moralizante y las denuncias de una sociedad injusta están claramente planteadas en el texto y vienen a reflejar lo que manifestaría más tarde en su discurso de entrada en la Real Academia, cuando dijo que al escribir esta novela su intención no fue hacer reír, todo lo contrario, denunciar ideas equivocadas con las que no comulgaba.
Cuando en el capítulo V de la novela, el vecino del tercero dice que no puede alimentar a las siete personas de su familia, Carabel responde, fuera de sí, de cómo se pueden soportar situaciones de este tipo y no se lanzan antes a la calle, enloquecidos de cólera, contra el mundo entero. Estas palabras encierran un pensamiento casi revolucionario, publicadas en el año 1931 en el que las razones del proletariado estaban defendidas solo por los socialistas, comunistas, anarquistas y algún que otro intelectual. Y al igual su denuncia ante la injusticia social, en la dura descripción de los hogares y ambientes propios de la gente que tiene pocos recursos económicos. En definitiva, la de la clase media española a la que pertenece Amaro Carabel, el protagonista de esta historia novelada.
Wenceslao Fernández Florez analiza los problemas, no enmudece en esta obra, engendrada en plena dictadura de Primo de Rivera, a la hora de exponer las situaciones con el realismo y la crudeza necesaria. Un novelista no tiene la obligación de dar soluciones a tantas calamidades, ni siquiera el más puro novelista social; su papel es el de darlos a conocer para que la sensibilidad y la responsabilidad de los políticos se sientan obligadas a poner en práctica las medidas necesarias para remediar tantas injusticias.
En esta, primera parte, tanto la novela como el guión cinematográfico plantean el tema del matrimonio y la posibilidad de llevarlo a cabo en función de los recursos económicos. Es el caso de Amaro Carabel que tiene grandes dificultades de realizarlo con su novia Silvia porque su salario no es suficiente, lo que su hipotética suegra no deja de reprocharle continuamente. Resuelto a resolver esta situación, Carabel pide en el banco aumento de sueldo: “Enhorabuena y cásese a ser posible en domingo. Un hombre casado siempre gasta menos que el soltero porque tiene orden en su hogar".
La mujer, el amor, el matrimonio son constantes en la preocupación de los personajes de las novelas de Fernández Florez, reflejadas en El Malvado Carabel, tanto en la novela, como en el guión cinematográfico. Su escepticismo sobre el matrimonio es evidente, lo ve como una relación forzada, una relación que antes se basaba sólo en el cariño mutuo; también parece verlo como una especie de impuesto o tasa que el hombre tiene que pagar para poder poseer físicamente a una mujer. Además, Wenceslao Fernández Florez da las razones de por qué no hay que casarse, o dicho de otra manera, cuáles son los motivos que impulsan al hombre a engañar a su mujer: por ser demasiado ardorosa, o demasiado fría; excesivamente hermosa o su fealdad producía rechazo. Serían como recomendaciones a tener en cuenta antes de dar un paso tan fatídico o trascendente. Y lo decía él, sempiterno solterón, que en compensación recibía el cariño de su madre y de sus hermanas a las que estuvo estrechamente unido a lo largo de toda su vida.
Fernando Díaz Plaja, amigo de Wenceslao, nos cuenta cómo reaccionó su familia al recibir una llamada telefónica de un guardamuebles madrileño al poco de morir el novelista gallego. Este hecho parecía descubrir una faceta de Fernández Florez que era, ignorada por todos, unas habitaciones privadas nos indicarían la presencia de una mujer, parece ser que muy bella, con acento extranjero y según testimonios la relación había sido du-radera.
El porqué de no casarse, sus motivos tendría. La interpretación antropológica que Díaz Plaja hace de ello no convence al que esto escribe, pero viene a confirmar la utilización de los tópicos por parte de aquellos que nos miran desde lejos. Lo atribuye a la "desconfianza", característica racial de los muchos problemas que les han ocasionado los foráneos: el gallego ha sido vapuleado a lo largo de la historia por el poder, representado por un Estado que le quita con sus impuestos lo poco que gana trabajando para el otro poder, el del cacique local. Por eso el hombre de Galicia recela también de las promesas de felicidad conyugal que teme no le va a llegar, a cambio de perder algo tan personal e importante como su libertad aunque, por conservarla, sufra el estigma de la sociedad.
El Capitulo segundo de la novela recoge con amplitud, al igual que el guión cinematográfico, la excursión campestre, "crosscountry", contagio inglés del barquero Bofarull y, según el guión cinematográfico, idea, recogida por Aznar en uno de sus viajes a Inglaterra. En la novela se explícita que su organización se debe a la utilización de un “medio humanitario” para combatir la posible huelga. En el guión cinematográfico el planteamiento está en buscar el general reconocimiento de los empleados del banco al trato "tan familiar" que les deparan sus patronos.
Todo ello nos lleva a considerar de nuevo los diferentes momentos históricos: 1931, inmediata aparición de la Segunda República; 1935,Bienio Negro, las derechas en el Gobierno. También hay que tener en cuenta el cambio ideológico que se produce en Wenceslao Fernández Florez, decepcionado de muchas cosas ocurridas en el periodo republicano y que le harán retroceder a posturas más conservadoras.
El momento cumbre del relato, tanto en la novela como en el guión cinematográfico, se produce cuando Carabel le informa al señor Azpitarte, hombre enriquecido en la emigración, de las operaciones bursátiles en su contra planeadas por Aznar y Bofarull. Estos le despiden, pero no le achacan que sea un revolucionario o un promotor de huelgas, le acusan de ser ¡un traidor¡, de su falta de honradez, de algo que no ha hecho nunca en su vida: no ser honrado. La transformación que se produce en Carabel es total: “Se acabó el Amaro Carabel bondadoso y débil, que temblaba ante un jefe y se enternecía ante una mujer. Cogeré lo que no me dan, y necesito mucho. Ha llegado un momento en que la moral es para mí un lujo insostenible y estúpido”.
Aquí se inicia el destino fatalista de Amaro Carabel que parece no tener las mínimas posibilidades de cambiar la sociedad. Él, un pobre empleado, que ha trabajado año tras año por un salario infame, se encuentra ahora en la calle por haber aconsejado honradamente a un cliente en contra de los intereses de la empresa. Y decide pasarse a la delincuencia, se convence de la necesidad que tiene de convertirse en delincuente.
Nacer bueno o malo es, al parecer, un problema de fatalidad, es decir, que ante el injusto panorama social con que nos encontramos al llegar al mundo, a la mayoría de los de abajo no les queda ni siquiera la posibilidad de corregir, saliéndose de la ley, el sistema que los ha encadenado a la pobreza.
Pero si Amaro Carabel ha fracasado como revolucionario activo, el novelista Wenceslao Fernández Florez sigue denunciando la injusticia social, por lo que tendremos que hacernos a la idea de que esta novela tiene un compromiso político-social, y como objetivo denunciar las injusticias y buscar soluciones revolucionarias que cambien el mundo.
El hecho de argumentar que el destino de Amaro Carabel está prefijado, como lo manifiesta también el otro personaje, Ginesta, policía retirado, al analizar los fracasados intentos de maldad en un hombre nacido fundamentalmente bueno, no resta un ápice la denuncia de los problemas que hay en la sociedad española de estos años. Fácilmente serán entendidos por los lectores y serán los políticos o la propia sociedad quien tenga las soluciones.
La ironía, el humor, utilizados por Fernández Florez no pueden ser interpretados como reflejo de una literatura vanal e intrascendente; no puede considerarse que algo que hace sonreír a los lectores sea de categoría inferior, muy próximo a una payasada y por ello indigno de ser tomada en consideración. El humorista no se conforma con lo que ve y va más allá de los demás en busca de la verdad. Una vez alcanzada, se le pondrá remedio a todo aquello que sea pernicioso para la sociedad.
No hay una “moral social”, exclama Carabel cuando su reflexión le lleva a decir que no existe piedad en el mundo: “La condición de la vida es devorar lo que vive y quien se sustraiga a ello, por ese sentimiento de debilidad al que llaman ternura, sucumbe siempre”. En este pensamiento, la maldad, lo pernicioso, triunfa siempre. Y tampoco hay moral social cuando Germana se queja de que si en la fábrica reducen los días de trabajo, ella no tendría ni para comer.
Tanto en una situación como en otra, hay un afán de denuncia por parte del novelista para que todo salga al aire con diáfana claridad y se tomen actitudes positivas para remediar los elementos perniciosos y negativos de esta sociedad en la que vivimos. Como también nos lo dice Santiago Prieto Delgado en el prólogo de una de las ediciones de la novela: “No todo es fatalismo burgués para el que la esperanza no existe y para el que la angustia de la existencia no posee el menor camino, la menor senda liberalizadora”.
El tema del sexo también está presente en la novela y en el guión cinematográfico. Sin embargo hay una clara diferencia de planteamiento inicial que presupone una actitud distinta por parte de ella, Germana, amiga de Carabel, ante los galanteos y propuestas de amor que recibe.
En la novela, esta “joven hermosa, sin una mancha en su conducta”, asistirá a la cita propuesta por un galanteador de “acaso 30 años, bien vestido, de charla abundante y fogosa”, era sin duda el príncipe azul para Germana quien, desde su condición humilde, pensaba que podía aspirar a una mejora social. En el guión cinematográfico, el punto de partida surge en el momento en que Germana, toda decidida, acude a entrevistarse con Aznar y Bofarull para suplicarles que readmitan a Carabel. Se niegan radicalmente, pero al recoger ella algo que se le había caído, Bofarull “descubre su pierna fina y armoniosa...” que encandila y, a partir de ese momento, le muestra un inusitado interés. Germana, al igual que Amaro Carabel, decide también ser mala y su arma será su pierna larga y fina, enfundada en una media de seda.
Los galanteadores tienen comportamientos distintos: la delicadeza y el saber estar del primero y la obsesión reprimida de Bofarull. El final, sin embargo, es el mismo en ambos: conseguir los favores sexuales de ella, a lo que Germana reacciona con una negativa, enzarzándose en ambos casos en una lucha violenta de la que lo más trágico para ella viene expresado por el grito de desesperación, ¡¡Mi medía!! Una carrera enorme recorría un largo trayecto.
No duda Fernández Florez en poner en evidencia comportamientos, con su tono humorístico, de la hipocresía española que condena lo mismo que admira en el fondo de su alma. En otra de sus obras, "Relato inmoral" (1927), uno de sus personajes, Verona, decía que en ningún otro pueblo se ve esta angustia de ansia insatisfecha, “esta obsesión sexual represada, deformada y monstruosa”. Es la seducción la que el clásico tipo español desarrolla con intensidad, pero con una clara matización: distingue entre la mujer ardiente y sensual que será una buena amante, de la que debe comportarse menos apasionadamente porque su misión es convertirse en sosegada y fiel esposa.
En el guión cinematográfico no se recoge la denuncia puesta por Germana en la comisaría denunciando la agresión a la que se vio sometida en la habitación. Aquí la novela plantea la inicial confianza en la justicia, pero el denunciado, Don Andrés, le dicen que es hombre muy influyente, y difícil es meterse con él sabiendo además que cuenta con el abogado más prestigioso, Gustavo Saldaña, que con su “elocuencia perturbadora” hizo verter las lágrimas de Germana', logrando de ella el perdón y la retirada de la denuncia: “Hay que creer en la justicia que ella nos ampara...”
Tampoco aparece en el guión cinematográfico el suceso de la caja fuerte que Carabel había robado en la Sociedad de Seguros Mutuos “La Precaución”, conteniendo 50.000 duros. Carabel, incapaz de abrirla, escribe al director general de Seguridad para indicarle en donde está la caja y “felicitar al constructor de ella por tanta seguridad”. Pero al abrirla, en su interior sólo se encontraron algunas cuentas y tabaco... “¡Bandidos¡”, rugió Carabel al leerlo en la prensa de Madrid, “¡Os habéis aprovechado de mi trabajo para hacer un bonito negocio, miserables¡”
La reincorporación, de nuevo al trabajo, de Carabel en la Banca Aznar y Bofarull, se contempla de manera diferente. En la novela, la readmisión es producto de una huelga de empleados que en este caso ha tenido una fuerte repercusión y la convocatoria anarquista ha surtido efecto. La intercesión de Alodia, tía de Amaro Carabel, ya no era necesaria: “sí, que venga y se incorpore, pero le rebajaremos 5 pesetas de su salario anterior”. Aún así, ante tanta explotación, Alodia atribuía el éxito de su intervención al poder hipnotizador que le depara el libro sobre magnetismo: “Lo tendremos que encuadernar en oro”.
En el guión cinematográfico, la acción se desarrolla en un hotel al que Germana y Carabel acuden con sus últimos ahorros para intentar dar el golpe de gracia que les redima de tantas calamidades. Allí se encuentran damas ensortijadas, hombres adinerados y no podían faltar los banqueros Aznar y Bofarull que festejan las ganancias con el engaño de la devaluación de las acciones del señor Azpitarte. El azar hizo que viesen a Carabel mirando por la ventana, lo que produjo la desconfianza de que habían sido descubiertos. Llaman a Carabel, le hacen todo tipo de halagos y propuestas para que vuelva a trabajar con ellos, con un sueldo mayor y con la máxima categoría. Era el precio de su silencio, hasta el extremo de que, a partir de ahora, la Banca se llamará: “AZNAR, BOFARULL y CARABEL”.
El director cinematográfico Edgar Neville comentaba que le obligaron a incluir al final una secuencia con un baile en el Hotel Palace para que no todo fuesen desgracias y vidas de pobres. El contexto político del Bienio Derechista, conocido como Bienio Negro, la censura imperante habrán contribuido a este final feliz en el que “Carabel y Germana, felices se alejan cogidos del brazo”, como en cualquier historieta rosa.
Y es que las disposiciones del nuevo gobierno tendieron a eliminar una parte considerable de las decisiones del bienio azañista (1931-1933). Se aprobó una ley de amnistía que afectaba a los participantes en el golpe del 10 de agosto de 1932, civiles y militares, pero de la que se excluyó a los detenidos anarquistas por la insurrección de diciembre. El Gobierno también paralizó la reforma agraria. Detuvo el proceso de entrega de tierras e hizo derogar al ley de términos municipales y el decreto de intensificación de cultivos; miles de yunteros extremeños fueron expulsados de las tierras que habían ocupado. Se decretó la libertad de contratación y de fijación de salarios en el campo. Proliferaron los abusos patronales ya que los extraterratenientes se negaron a contratar a los jornaleros que hubieran manifestado una actitud reivindicativa y propietarios, con el apoyo de la Guardia Civil, recuperaron de hecho el control en muchos pueblos, sin que los alcaldes socialistas pudieran hacer nada a causa del permanente estado de excepción.
La reforma militar quedó también detenida y se puso en destinos clave a militares, como Mola o Franco, conocidos por su antirrepublicanismo. Las Cortes fijaron derechos pasivos para el clero, lo que iba contra la Constitución, y se paralizó el proceso de secularización de la enseñanza, de construcciones escolares, al tiempo que se anulaba la enseñanza mixta. Los movimientos nacionalistas fueron frenados por este Gobierno.
Y así, en este contexto, se produjo la revolución de octubre de 1934, sin duda el momento más crítico de la historia de la Segunda República, salvo, lógicamente el estallido de la guerra civil. El clima de enfrentamiento en las Cortes, los conflictos contínuos en el campo, los incidentes en la Universidad, la tensión política y la radicalización de la opinión pública, generaron una situación explosiva que llevó a la izquierda obrera a preparar la insurrección armada.
La posible entrada de la CEDA en el Gobierno se identificaba desde la izquierda como el triunfo del fascismo; hacía un año y medio del ascenso al poder de Hitler en Alemania y la CEDA no ocultaba su admiración por el nazismo alemán; utilizaba una simbología similar en sus manifestaciones públicas y se declaraba abiertamente antidemócrata. Siguiendo la orden de huelga de los dirigentes socialistas, el día 5 de octubre el paro fue general en todas las ciudades del país. El movimiento se presentaba como un medio para volver a restablecer la legitimidad democrática vulnerada por el ingreso de la CEDA en el Gobierno.
Pero en Asturias la movilización se convirtió en una insurrección armada revolucionaria. Todos los obreros asturianos se alzaron en armas, perfectamente organizados y preparados. En dos días controlaron toda la provincia, destituyeron a las autoridades y conquistaron la propia capital en duros combates contra el ejército y las fuerzas de orden público. Organizaron además los suministros, mantuvieron la producción en la siderurgia, cubrieron los servicios sanitarios y la vigilancia. Se trataba abiertamente de una revolución socialista, en la que los revolucionarios tomaron todo el poder en sus manos. Pero el movimiento fracasó en Madrid. El Gobierno reaccionó rápidamente y en la noche del mismo día 4 las tropas fueron acuarteladas, por lo que los insurrectos no pudieron apenas hacerse con ninguno de los centros de poder previstos. Los principales dirigentes socialistas y comunistas fueron detenidos el día 8, mientras se sucedían los combates callejeros.
Para combatir la revolución asturiana, el Gobierno entregó plenos poderes al general Franco, que hizo traer las tropas de la Legión, comenzando a reconquistar casa por casa la ciudad de Oviedo, frente a una feroz resistencia obrera. Cuatrocientos guardas civiles se encargarían en los días siguientes de la “limpieza” y represión posteriores.
Todo el periodo siguiente quedará marcado por los sucesos de octubre. La vida política se polarizó en el enfrentamiento ante las represalias por la revolución, entre los partidarios de llevarlas hasta el fin, ejecuciones incluidas, y quienes reclamaban una amnistía. La opinión pública, y el presidente Alcalá Zamora estaban a favor del indulto. La CEDA y otros partidos de la derecha pedían la ejecución de las sentencias. Finalmente, a finales de marzo Lerroux firmó los indultos, lo que provocó que la CEDA abandonarse el Gobierno.
A lo largo de 1935 se fueron gestando las dos grandes coaliciones que se enfrentarían en las elecciones del año siguiente a derecha antirrepublicana se unió en el llamado Bloque Nacional que defendía un Estado autoritario y corporativo, similar al fascista; era, por tanto, plenamente antidemodrático. También se produjo un acercamiento entre las fuerzas de la izquierda burguesa y obrera. Las campañas proamnistía para los presos de octubre unieron a todos los grupos, desde la Unión Republicana hasta la CNT, a través de los Comités de Ayuda, a los presos y, en el cae so de los socialistas y comunistas, a través de las Alianzas Obreras, que sobrevivieron a la revolución. Reclamaban la disolución de las Cortes y nuevas elecciones que permitieran salvar a la Republica. Azaña, liberado en diciembre de 1934 ante la. falta de pruebas contra él, recuperó de nuevo su papel de gran líder.
El gobierno radical-cedista continuó con su política de "rectificación". Se decretó la suspensión del Estatuto de Cataluña, en represalia por la participación en la revolución de octubre del gobierno de Companys, condenado a treinta años de reclusión. El 1 de agosto se aprobó la nueva Ley de Reforma Agraria que significaba de hecho una auténtica contrarreforma.
El Gobierno permanecía en continua crisis y todo el país era consciente de loq ue estaba en juego. Dos grandes bloques electorales se perfilaban, las Izquierdas y las Derechas, enfrentados y sin posibilidad de entendimiento.
Esto nos ayuda a entender mejor la afirmación de Edgar Neville y la necesidad de dulcificar el final de la película.
En la novela se transmiten pensamientos y acciones de otro tipo, de otro signo. Se reflexiona sobre la fuerza que dirige el mundo, la Maldad. El malo, a diferencia del bueno, rara vez necesita del auxilio de sus congéneres para triunfar. Su poder es tanto que se basta a sí mismo: “el dinero es de él, y el amor y el mando y hasta la estimacion de los virtuosos. Así volvía a expresarse Ginesta, que le profetizaba a Carabel que no podía dejar de ser honrado: “Se nace bueno o malo y quizá algún día nos expliquen que el secreto está en tal o cual glándula...”.
Sin embargo, una esperanza de que este fatalismo no fuese tan cruel, estaba reflejada en el pequeño Cami a quien ellos habían recogido huérfano y lo habían preparado para la vida y confiaban en que les ayudaría en su vejez. Pero cruel es la desilusión, el jefe del taller mecánico les dio las quejas de que el chaval no era capaz de meter un tornillo en una tuerca: “Se pasa el día leyendo novelas y en un papel tenía una poesía escrita”.
¡¡”Tendremos que alimentarle toda la vida”¡¡ Si esto no es adquirir conciencia de los problemas, si la gente no se siente aludida, entonces sí, las oligarquías podrán seguir haciendo lo que les plazca.

















7.- NOTAS.

1. GUIZOT: Memorias IV. “Su fisonomía, refiriéndose a Martínez de la Rosa, a la vez que grave y animada y un poco triste, la simplicidad noble de sus maneras, la elegancia de su lenguaje, la elevación cándida de sus sentimientos, su perseverancia tranquila y sin amargura en sus ideas políticas, fruto evidente de la convicción y no de la pasión ni del orgullo (....) Yo no profetizo que llegue un día a gobernar su país, pero estoy convencido de que no dejará jamás de honrarle”. Citado por Luis Diez del Corral en “Liberalismo Doctrinario” (pág. 509)
2. OBRAS DE D. JUAN DONOSO CORTÉS: Lecciones de Derecho político pronunciadas en el Ateneo de Madrid. Madrid, 1894. “La soberanía popular es una e indivisible, si es el hombre quien la detenta, Dios no puede detentarla. La nornación de esta soberanía en la sociedad equivale a un ateísmo. El soberano es el que ordena, el sujeto es el que cumple sus obligaciones, (...) la justicia y la soberanía popular no pueden coexistir en el mundo. Pág. 170
3. Debate en el Ateneo de Madrid en 1870 y segundo debate 1875-76.
4. FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS: Principios de Derecho natural sumariamente expuestos. Madrid 1873. “Todos los krausistas no estaban de acuerdo con el sufragio universal. Francisco Giner pensaba que el establecimiento del sufragio universal era un profundo error, consideraba que era la emanación de una filosofía política individualista. Su crítica, sin embargo, no recoge una defensa del sistema censitario, sino más bien la defensa de la idea según la cual sólo los más capaces deben poder formar gobierno. Así los votos deben ser reservados no para los que poseen una fortuna o títulos, sino para los que son aptos intelectual y moralmente para defender el bien público”. Pág.232
5. ANTONIO CÁNOVAS: Discurso en el Congreso el 6 de Abril de 1883. Citado por Diez del Corral en “El liberalismo doctrinario”. Madrid, 1977. “Nosotros no damos a la soberanía nacional el carácter que los otros partidos le dan. Sin negar que todo el poder emana de la nación, puesto que no puede emanar de otra parte, nosotros creemos que en España, así como en numerosas naciones, la soberanía es ejercida conjuntamente por la Corona y las Cortes. Partiendo de este principio, no podemos en ningún caso reconocer derechos que no sean consecuencia de la unión permanente de la Corona y de las Cortes”. Pág. 643-644.
6. ANTONIO CÁNOVAS: Obras completas. Discurso en el Ateneo, tomo I, Madrid, 1981. “Conferencias de Antonio Cánovas en el Ateneo de Madrid, 29.11.1871 y 6.11.1898”. Pág. 79, 181 a 215.
7.GUMERSINDO AZCÁRATE: El régimen parlamentario en la práctica.

Madrid 1978. "Si en una elección municipal el elector tiene que¡ buscar entre un candidato que reuna todas las cualidades de un hombre honesto y otro corrompido que le promete la construcción de un camino pasando por su granja, el elector, sin duda,votará al segundo". Pág.53.

8.GUMERSINDO AZCÁZRATE: El régimen parlamentario en la práctica.
Madrid 1978. "¿Cómo se puede evitar que el candidato que ofrece la construcción de un camino o un empleo sea elegido consejero municipal o diputado del parlamento, antes que el candidato que quiere luchar contra las injusticias y favorecer los intereses generales? Pa"g.54.

9. IBIDEM: "Los partidos no deben ser un mal, son una necesidad del régimen parlamentario porque ellos sirven para vehicular las ideas, las tendencias y las corrientes politicas, sosteniendo y formando la opinión publica y la voluntad de los pueblosll.Pág28

10.. IBIDEM: "Sin las primeras la segunda no es posible y sin las unas y sin las otras el régimen parlamentario no puede ser auténtico". Pág.53

11. IBIDEM: "Banquetes, comilonas, francachelas, compra de votos, hacer votar a los muertos4i manipular los bobetinea (...)que pervertían totalmente al parlamentarismo, puesto que la Asamblea legislativa en lugar de nacer de la libre voluntad de la nación, ha llegado a ser agente sometido al poder ejecutivo”.Pág.60
12. FELICIANO MONTERO GARCÍA: La polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en España: 1890-1900. Madrid, 1980.
13. España no formaba parte de la lista de países invitados a participar en la Conferencia de Berlín de 1890. Ante las propuestas del gobierno español y la campaña de prensa europea apoyando la participación española, el Emperador Guillermo II y su Canciller, el conde Bismark, acabaron por invitar formalmente a España. “Uno de los argumentos expuesto para la defensa de la participación española era que España tenía una comisión especial encargada de las cuestiones sociales (En referencia sin duda a la C.R.S.), cuyas atribuciones estaban en relación con los temas debatidos en el congreso”. Luis Alvarez Gutierrez: “La creación de la comisión de reformas sociales: Su contexto internacional y el eco exterior de la misma”, en la obra colectiva: El reformismo social en España: La Comisión de Reformas Sociales. Actas de los IV Coloquios de Historia de Córdoba, 1978, pág.43
14. Durante el gobierno de Sagasta, Alonso González, ministro del interior, presentaba el 29 de octubre de 1901, en el congreso, un proyecto de ley sobre el derecho de huelga y de conciliación, que tenía su origen en los informes elaborados por la Comisión de Reformas Sociales. Este proyecto no fue discutido en el Congreso en este momento. Habrá que esperar a la legislatura 1905-1906 para que Romanones, ministro del Interior del gobierno liberal de Moret, lo presente de nuevo al Congreso, al mismo tiempo que el proyecto de ley sobre los Consejos de Conciliación y los tribunales industriales. Estos dos últimos proyectos habían sido elaborados por el ministro conservador García Alix y presentado al Senado en Octubre de 1903. La aprobación definitiva será con el gobierno conservador de Maura. En mayo de 1908 será promulgada la ley sobre los consejos de conciliación y arbitraje industrial; en abril de 1909,el derecho de huelga. Juan Montero Atoca: Los tribunales de trabajo (1908-1938). Jurisdicciones especiales y movimiento obrero,Valéncia,1976,pág.19-50.
15.ANTONIO CÁNOVAS: Obras completas. Discursos en el Ateneo. Tomo I.
Cánovas en su discurso del Ateneo de Madrid de 1890 defiende el intervencionismo del Estado en el terreno social y defiende con fervor la experiencia alemanall.Pág.217-233.
16. ANTONIO CÁNOVAS: Discurso del 28.12.1892 en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Madrid 1892. El visto bueno en reprimir las organizaciones obreras, especialmente las de carácter anarquista.
17.FELICIANO MONTERO:LA polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en Espa$a,1890-1990.Revísta de trabajo, número 61 y 62.Madrid 1981. "Los liberales no han obtenido cambios en la composición de las Juntas, pero han conseguido que fuese aprobada una enmienda prohibiendo absolutamente el trabajo de los niños menores de 10 años.
18.GUMERSINDO AZCARTE: Ensayo sobre la historia del Derecho de pro-piedad en su estado actual en Europa. Citado por E. Tierno Galván en su prefacio a la obra de G.Azcárate "El régimen parlamentario", pág.XXVII.
19.EMILE DURKHEIM: "La división del trabajo socia”,Madrid-1928.
Traducida al español por Carlos G.Posada.
20. JOSÉ FRANCOS RODRÍGUEZ: La vida de Canalejas. Madrid, 1918. “Yo he venido al gobierno para demostrar que las ideas democráticas no son incompatibles con la monarquía. Yo no encontré ninguna oposición a mis ideas y a la realización de mi programa, ni por parte del Rey ni de cualquiera en el seno de la Familia Real. Yo mantengo lo que he dicho hace tiempo. La forma de gobierno es sólo una concepción abstracta, pero en España la monarquía no es un obstáculo en el desarrollo de nuestras concepciones que defendemos con el más grande ardor y la más inquebrantable lealtad”. Pág. 577
21. ANTÓN DEL OLMET Y GARCÍA CARRAFFA: Canalejas. Madrid, 1913. Discurso en la sesión del Congreso del 16 de Marzo de 1901: “No existe problema religioso en España, problema religioso significa persecución a un dogma o a una secta; persecución como la que por ciertos intereses económicos y políticos, se desenvuelve en determinadas regiones de Europa contra una determinada creencia, en la forma de persecución antisemita; supone elementos sociales o políticos que van contra el dogma o la autoridad de la iglesia. No, no hay problema religioso; hay un problema clerical, hay un problema de absorción de la vida del Estado, de la vida laica social por elementos clericales y yo pienso, como el inmortal poeta francés, el ilustre Victor Hugo, que hay, a un tiempo, que maldecir el clericalismo y bendecir a la Iglesia, a esa Iglesia Santa, a la que el clericalismo llama madre y explota como sierva”. Pág. 161-162.
22. DUQUE DE MAURA Y M. FERNÁNDEZ ALMAGRO: Por qué cayó Alfonso XIII. Evolución y disolución de los partidos históricos durante su reinado. Madrid 1948. “El gobierno no se somete al consejo de familia y no acepta tutelas de nadie. Sostiene un programa propio y dará la bienvenida a los que lo acepten, los que se opongan a él pueden adoptar la determinación que les plazca”. Pág. 163-169.
23. LONGARES ALONSO, J.- Política y Religión en Barcelona, 1833-43 (Madrid, 1976) “Un clero nacional, virtuoso, católico, apostólico y romano, y capaz de ponerse al frente de la sociedad para hacer que por medio de la caridad cristiana se extirpen... las discordias que nos separen”. Pág. 287
24. REVUELTA GONZÁLEZ, M.Clero viejo y clero nuevo en el Siglo XIX. En Estudios históricos sobre la Iglesia Española contemporánea.- (Madrid, 1979) “Dicen misa y rezan el oficio; pero tal vez uno y otro a la ligera, sin devoción ni inteligencia alguna de lo que rezan. En todo lo demás del día son holgazanes, sin aplicación al estudio, sin tomar un libro en la mano, sin leer algún libro espiritual, ni aún conocerlos siquiera”. Pág. 163
25. GARCÍA CORTAZAR. “La Iglesia española de la Restauración: definición de objetivos y prácticas religiosas” en Letras de Deusto, julio-diciembre, 1978. “El párroco debía ser el protagonista de la vida cristiana, aunque al parecer no era así en muchas zonas del país”. Pág. 20
26. CALLAHAN, W.J.: Iglesia, poder y sociedad en España, 1750-1874. (Madrid, 1989) Pág. 45. (Traducción al castellano)
27. PORTERO, J.A.”Púlpito e ideología en la España del siglo XIX. (Zaragoza, 1978) “El seminario es una institución educativa católica deliberadamente cerrada dentro de sus propios límites morales, intelectuales y físicos. Pedagógicamente se insistía en un apartamiento total, dentro de lo posible, de las influencias exteriores, consideradas casi siempre como intrínsecamente perniciosas. Tal como escribía un estudiante de 1930... el seminario era un semillero donde los brotes tiernos estaban al resguardo de la sofocante atmósfera del mundo insano”. (Pág. 231)
28. SCANLON, G. “La polémica feminista en la España Contemporánea: 1868-1974.” (Madrid, 1976) Pág. 123
29. TARTILÁN, Sofía. “Páginas para la Educación Popular”. Madrid, 1877. Pág. 250.
30. TARTILÁN, Sofía. “Páginas para la Educación Popular”. Madrid, 1877.
“La educación superficial, y en ocasiones hasta peligrosa que, por pungo general, recibe la mujer en nuestros tiempos, no sólo no le permite educar a sus hijos del modo y forma en que deben ser educados, sino que ni siquiera las deja aptas para llenar medianamente los respetables deberes de la esposa”. Pág. 9-10.
31. MERIMÉE, Próspero. “Viajes a España” (Madrid, 1988) Pág. 255
32. BARREIRO FERNÁNDEZ, X.R. “Historia de la ciudad de La Coruña”
La Coruña. La Voz de Galicia, 1986. Pág. 327
VALLEJO FERNÁNDEZ, S. “Las cigarreras de la Fábrica Nacional de Tabacos de Madrid”, Madrid en la sociedad del Siglo XIX, vol. 2. Pág. 135-50.
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